El testimonio vocacional de José Manuel Vellón
Ha pedido una oración por los sacerdotes para que sigan siendo fieles a la misión que el Señor les encomendó
Madrid - Publicado el - Actualizado
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“Te basta mi Gracia: la fuerza se realiza en la debilidad”. Este es el lema que José Manuel Vellón ha elegido con motivo de su ordenación sacerdotal y, este, es su testimonio compartido en Jóvenes Católicos:
Nos encontramos inmersos en un tiempo de dificultades, tampoco antes fueron fáciles; por eso, debe llevarnos a interrogarnos acerca de nuestra propia fe, cómo se encuentra y cómo la vivimos. ¿Sabemos bien en quién tenemos puesta nuestra fe? ¿Sabemos en quién hemos puesto nuestra confianza?
Hablar de la fe que uno siente es complicado, y más aún en estos días donde la religión no se encuentra entre las prioridades de cada uno de nosotros. Desde muy pequeños se nos enseña cómo debemos prepararnos para un buen futuro, prometedor y cómodo. Nos preocupamos de aprender diferentes idiomas, de conseguir una buena carrera universitaria y obtener un puesto de trabajo que nos permita llegar holgadamente a fin de mes. Nos llenamos de tantas cosas que no dejamos hueco para Dios y los demás. Pues bien, así ha sido mi juventud.
¿Cómo surge mi vocación? Es verdad que Jesús es quien nos habla a todos y cada uno de nosotros, pero para poder oírle es necesario querer entablar diálogo con Él. Jesús es quien toma la iniciativa y nos llama a la puerta de nuestro corazón, pero esta puerta la tenemos que abrir nosotros, solo se puede abrir desde dentro.
Desde pequeño comencé a hacer oración, primero en la Eucaristía del domingo, después en los Grupos de Oración y Amistad y por último en la Adoración Nocturna Española. Al principio la oración me resultaba aburrida, pero era porque la hacía como un monólogo. Más tarde descubriría cómo en la oración se puede llegar a entablar una conversación con Dios.
Pero la vida de oración, sin más, no es suficiente, es necesaria una vida de Eucaristía. Después de dos años de trabajo en Ciudad Real me fui a Málaga, donde he estado trabajando durante seis años. Fue allí donde fui progresando desde una Eucaristía semanal a una diaria. Ir a misa todos los días no me hace ser mejor que nadie, pero me interroga sobre mi vida, me lleva necesariamente a una vida de compromiso.
El mensaje y persona de Jesús es tan grande que no podemos quedárnoslo sólo para nosotros. La fe no es para vivirla individualmente, sino para compartirla con los demás, con los niños de catequesis o con los abandonados del Cotolengo de Málaga.
Fue al calor del sol de la Eucaristía donde fue madurando mi vocación, aquella llamada que sentí con catorce años se volvió mucho más intensa hace dos. Sentía que Dios quería algo más de mí, pero ¿Cómo iba a renunciar a mi boda, a mi trabajo y a mi posición social? ¿Cómo podía ser que Dios se fijase en mí con lo pecador que soy y la de defectos que tengo? ¿Cómo siendo ingeniero va a querer el Señor que abandone esta dirección por la de hacerme pescador de hombres? Y la pregunta más importante: ¿Cómo puedo estar seguro de que Dios me está llamando a mí?
La respuesta no se hizo esperar. Mi director espiritual, que tanto me había animado a la vida matrimonial, me propuso que debía considerar la vocación sacerdotal. Por otro lado, una religiosa de las misioneras eucarísticas de Nazaret, con la cual tenía mucho trato, tras una larga conversación, me dejó sin palabras al decirme que, tras casi seis años de amistad, ya era hora de que le dijese que tenía vocación sacerdotal. Más tarde un sacerdote de mi edad, recién ordenado, me dijo “No tengas reparo en dejar entrar en tu casa a Jesús, solo Él te podrá hacer feliz si te fías plenamente de su palabra. No des lugar a preguntarte al final de tus días si debías haber dado el paso, pues aquel día será tarde”.
Así fue cómo me planteé seriamente hacer discernimiento vocacional y, tras comunicárselo a mi párroco, me puse en contacto con el rector del seminario de Ciudad Real. Poco tiempo después, el día de la vocación de san Mateo entraba de manera oficial en el Seminario de Ciudad Real.
Rogad al Señor que siga enviando obreros a sus mies y rezad por ellos, pues en las vocaciones sacerdotales se descubre la viveza y la calidad de la Fe cristiana.
Durante los años de estudios en el Seminario he colaborado en la pastoral de distintas parroquias, como una parte más de la formación: Torralba de Calatrava, Miguelturra, Granátula de Calatrava, Argamasilla de Calatrava, Viso del Marqués con San Lorenzo de Calatrava y, finalmente, en Alcázar de Juan con las parroquias de San Juan Bautista y Santa Quiteria. En este último destino colaboré en el hospital y en la Pastoral Penitenciaria en Alcázar y Herrera de La Mancha.
En el curso de diaconado he formado parte del equipo in solidum de la Unidad de Acción Pastoral que reúne a las parroquias de Alcoba de los Montes, Arroba de los Montes, El Robledo, El Torno, El Trincheto, Fontanarejo, Horcajo de los Montes, Las Peralosas, Navalpino, Navas de Estena, Porzuna, Retuerta del Bullaque y Santa Quiteria. Esta Unidad de Acción Pastoral está conformada cinco sacerdotes y la Asociación apostólica “Reina de los Ángeles”.
Desde aquí ruego una oración por los sacerdotes para que sigan siendo fieles a la misión que el Señor les encomendó y no se dejen arrastrar por la mundanidad y sus consecuencias"
Puedes leer el testimonio completo en el sitio web de 'Jóvenes Católicos' y seguir sus mejores historias en su sección de COPE.es 'Bendita Juventud'.