«Todos los días vivo situaciones inolvidables»
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El Padre José Ramón Castañón cuenta su experiencia como capellán en el Hospital Universitario Central de Asturias.
¿Cómo ve la situación en el hospital, durante esta sexta ola?
No ha llegado a los niveles de aquellas primeras oleadas, donde había tanto nerviosismo, camas ocupadas, UCIS llenas. Es preocupante, porque han aumentado las hospitalizaciones en planta y han aumentado también considerablemente el número de hospitalizaciones en UCI, pero no estamos en los niveles de gravedad que tuvimos al principio. Sin embargo, empieza a preocupar el agotamiento, cansancio, hartazgo, preocupación, etc. Los servicios médicos son conscientes de que esta nueva ola afecta a mucha gente aunque no comporta los mismos niveles de gravedad, pero aún así hay que atajarla. Además, se están volviendo a frenar intervenciones normalizadas. Todos conocemos a personas que tenían una operación, una consulta, un tratamiento, y todo se ha visto de nuevo alterado por culpa de esta situación.
Llevamos ya dos años sufriendo esta pandemia. Hemos pasado por muchos estados de ánimo ¿cómo describiría la evolución, en el ámbito del hospital?
Como en toda la sociedad. Tuvimos un primer año en el que todos estábamos perdidos y temorosos. Poco a poco hemos ido cogiendo confianza porque veíamos que podíamos atajarlo con las vacunas, con las hospitalizaciones, con tratamientos. Ha habido una evolución tranquilizadora, positiva, este año ha sido bueno. Por ejemplo los capellanes hemos vuelto a entrar en las habitaciones, con normalidad, podemos hacer visitas, las eucaristías. Hay una serie de funciones que hemos recuperado con muchísima normalidad.
A lo largo de este año y pico hemos perdido ese miedo, porque antes entrabas en una habitación y no sabíamos qué iba a pasar, si te ibas a contagiar fácilmente, eso ya no pasaba, aunque ahora estamos retrocediendo unos pasos. Otra vez tenemos que entrar en plantas COVID, con los EPIS, desvestir, poner, volver a cambiar, no te puedes acercar, y te preguntas ¿dónde queda el calor y la cercanía?.
Volvemos un poco a la situación de antes, de hace un año, tristemente. Pobres personas. Esperamos que en unas semanas esto empiece a remitir, como dicen, y se normalice.
La soledad ha sido quizá la parte más dura para aquellas personas que estaban ingresadas. ¿Cómo lo habéis trabajado desde la capellanía del Hospital?
El equipo de enfermeros y los médicos son muy cariñosos, algo que hay que reconocer, además de su entrega y su trabajo. Su trato con los enfermos es cariñoso y cercano, a pesar del cansancio.
Y por parte de los capellanes, aunque sea en la distancia y en poco tiempo, tienes que transmitirles el cariño y el calor que les falta. ¿Cómo lo haces, en esa situación tan extraña, desde lejos, tratar de animar a una persona que no sabe qué va a pasar con su vida y que no tiene cerca a las personas que quiere? Es muy difícil.
¿Cuántos capellanes tiene el HUCA actualmente, y cómo es vuestra labor?
Somos seis. Hacemos turnos de 24 horas, todos los días de la semana. Por las mañanas hacemos visitas, repartimos comuniones, celebramos la eucaristía. Y ya después tardes y noches, a demanda. Cuando te llaman, te acercas y estás un rato, les llevas la comunión, la unción o tienes un pequeño diálogo. Somos tantos porque las labores parroquiales y las distintas encomiendas que tenemos todos hacen imposible poder dedicarle más. Yo hago de corazón esta tarea, pero reconozco que los días que me toca sufro mucho, lo vivo muy intensamente.
¿Qué anécdota recuerda especialmente?
Son muchas, todos los días. Pero recuerdo un señor que estaba infectado por COVID, que era consciente de que se moría y de que no había vuelta atrás. Y me pidió que le dijera a su mujer, cuando se muriera, que no le llevaran a la iglesia en un coche funerario, sino en un camión de mudanzas. Le pregunté por qué, y él me contestó: “porque yo ahora lo que voy a hacer es un cambio de casa. Me mudo”.
Era un hombre muy sencillo, y me dijo eso sabiendo lo que le esperaba. Cuando hablé con la mujer y se lo dije, la pobre se quedaba sin palabras.
Pero realmente los momentos inolvidables se viven cada día. Cuando entras en la habitación y los enfermos ven al capellán, la cara de felicidad que se le pone a mucha gente, eso lo compensa todo.
¿Cómo es la relación de los capellanes con los trabajadores sanitarios?
En general es buena. Yo creo que tanto médicos como equipos de enfermería valoran muchísimo el servicio de los capellanes. Es un trato cariñoso y cercano, son muchos los médicos los que nos llaman, en lugar de la familia, para hacer visitas, unciones, etc. Y luego tienes conversaciones muy interesantes con ellos.
Ojalá la sociedad nos permitiera hacer una labor un poco más intensa. Los capellanes de hospital sólo podemos ir a ver a los enfermos cuando nos llaman. Cuando a lo mejor lo hermoso sería que un capellán “callejeara”, en el hospital, como dice el Papa Francisco. Que se hiciera el encontradizo, que hablara con unos, con otros, eso enriquecería mucho más nuestra labor.
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