Doctrina de la Fe: Iuvenescit Ecclesia, relación entre dones jerárquicos y carismáticos

Doctrina de la Fe: Iuvenescit Ecclesia, relación entre dones jerárquicos y carismáticos

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

23 min lectura

Carta Iuvenescit Ecclesia

a los Obispos de la Iglesia Católica

sobre la relación entre los dones jerárquicos y carismáticos

para la vida y misión de la Iglesia

Introducción

Los dones del Espíritu Santo en la Iglesia en misión

La tarea de comunicar con eficacia el Evangelio es particularmente urgente en nuestro tiempo. El Santo Padre Francisco, en su Exhortación apostólica Evangelii gaudium, recuerda que "si algo debe inquietarnos santamente y preocupar nuestra conciencia, es que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de sentido y de vida"[3]. La llamada a ser Iglesia "en salida"[4] lleva a releer toda la vida cristiana en clave misionera. La tarea de la evangelización concierne a todas las áreas de la Iglesia: la pastoral ordinaria, el anuncio a los que han abandonado la fe cristiana, y en particular a aquellos que nunca han sido alcanzados por el Evangelio de Jesús o que siempre lo han rechazado[5]. En esta tarea indispensable de la nueva evangelización es más necesario que nunca reconocer y apreciar los muchos carismas que pueden despertar y alimentar la vida de fe del Pueblo de Dios.

Los grupos eclesiales multiformes

Juan Pablo II, dirigiéndose a los representantes de los movimientos y de las nuevas comunidades reconoció en ellos una "respuesta providencial"[9], suscitada por el Espíritu Santo a la necesidad de comunicar de manera convincente el Evangelio en el mundo, teniendo en cuenta los grandes procesos de cambio que se producen lugar a nivel planetario, a menudo marcados por una cultura fuertemente secularizada. Este fermento del Espíritu "ha aportado a la vida de la Iglesia una novedad inesperada, a veces incluso sorprendente"[10]. El mismo Pontífice ha recordado que para todos estos grupos eclesiales se abre el momento de la "madurez eclesial", que implica su pleno desarrollo e inserción "en las Iglesias locales y en las parroquias, permaneciendo siempre en comunión con los pastores y atentos a sus indicaciones"[11]. Estas nuevas realidades, de cuya existencia el corazón de la Iglesia se llena de alegría y gratitud, están llamadas a relacionarse positivamente con todos los demás dones presentes en la vida de la Iglesia.

Propósito de este documento

Gracia y carisma

Dones otorgados "ad utilitatem" y el primado de la caridad

La variedad de los carismas

El buen ejercicio de los carismas en la comunidad eclesial

Dones jerárquicos y carismáticos

El Concilio Vaticano II

Finalmente, se describe su pluralidad y sentido providencial: "estos carismas, tanto los extraordinarios como los más comunes y difundidos, deben ser recibidos con gratitud y consuelo"[24].Consideraciones similares se encuentran también en el Decreto conciliar sobre el apostolado de los laicos[25]. El mismo documento señala cómo tales dones no deban ser considerado como opcionales en la vida de la Iglesia; más bien "la recepción de estos carismas, incluso de los más sencillos, procede a cada uno de los creyentes el derecho y la obligación de ejercitarlos para bien de los hombres y edificación de la Iglesia, ya en la Iglesia misma, ya en el mundo, en la libertad del Espíritu Santo"[26].Por lo tanto, los carismas auténticos deben ser considerados como dones de importancia irrenunciable para la vida y para la misión de la Iglesia. Es constante, por último, en la enseñanza conciliar, el reconocimiento del papel esencial de los pastores en el discernimiento de los carismas y en su ejercicio ordenado dentro de la comunión eclesial[27].

El Magisterio post-conciliar

III. Base teológica de la relación entre dones jerárquicos y carismáticos

Horizonte trinitario y cristológico de los dones del Espíritu Santo

El vínculo originario entre los dones jerárquicos, conferidos con la gracia sacramental del Orden, y los dones carismáticos, distribuidos libremente por el Espíritu Santo, tiene su raíz última en la relación entre el Logos divino encarnado y el Espíritu Santo, que es siempre Espíritu del Padre y del Hijo. Para evitar visiones teológicas equívocas que postularían una "Iglesia del Espíritu", separada y distinta de la Iglesia jerárquica-institucional, hay que subrayar cómo las dos misiones divinas se implican entre sí en todo don concedido a la Iglesia. De hecho, la misión de Jesucristo implica, ya en su interior, la acción del Espíritu. Juan Pablo II, en su encíclica sobre el Espíritu Santo, Dominum et vivificantem, había demostrado la importancia crucial de la acción del Espíritu en la misión del Hijo[38]. Benedicto XVI lo ha profundizado en la Exhortación Apostólica Sacramentum caritatis, recordando que el Paráclito "que actúa ya en la creación (cf. Gn 1, 2), está plenamente presente en toda la vida del Verbo encarnado". Jesucristo "fue concebido por la Virgen María por obra del Espíritu Santo (cf. Mt 1, 18; Lc 1, 35); al comienzo de su misión pública, a orillas del Jordán, lo ve bajar sobre sí en forma de paloma (cf.Mt3, 16 y par.); en este mismo Espíritu actúa, habla y se llena de gozo (cf. Lc 10, 21), y por Él se ofrece a sí mismo (cf. Hb 9, 14). En los llamados "discursos de despedida" recopilados por Juan, Jesús establece una clara relación entre el don de su vida en el misterio pascual y el don del Espíritu a los suyos (cf.Jn16, 7). Una vez resucitado, llevando en su carne las señales de la pasión, Él infunde el Espíritu (cf. Jn 20, 22), haciendo a los suyos partícipes de su propia misión (cf. Jn 20, 21). Será el Espíritu quien enseñe después a los discípulos todas las cosas y les recuerde todo lo que Cristo ha dicho (cf. Jn 14, 26), porque corresponde a Él, como Espíritu de la verdad (cf. Jn 15, 26), guiarlos hasta la verdad completa (cf. Jn 16, 13). En el relato de los Hechos, el Espíritu desciende sobre los Apóstoles reunidos en oración con María el día de Pentecostés (cf. 2, 1-4), y los anima a la misión de anunciar a todos los pueblos la buena noticia"[39].

La acción del Espíritu Santo en los dones jerárquicos y carismáticos

En la Iglesia como misterio de comunión

En resumen, la relación entre los dones carismáticos y la estructura sacramental eclesial confirma la co-esencialidad entre los dones jerárquicos ? en sí mismos estables, permanentes e irrevocables ? y los dones carismáticos. Aunque estos últimos, como tales, no sean garantizados para siempre en sus formas históricas[52], la dimensión carismática nunca puede faltar en la vida y misión de la Iglesia.

Identidad de los dones jerárquicos

La identidad de los dones carismáticos

Los dones carismáticos compartidos

El reconocimiento por parte de la autoridad eclesiástica

Criterios para el discernimiento de los dones carismáticos

f)La aceptación de los momentos de prueba en el discernimiento de los carismas. Dado que el don carismático puede poseer "una cierta carga de genuina novedad en la vida espiritual de la Iglesia, así como de peculiar efectividad, que puede resultar tal vez incómoda", un criterio de autenticidad se manifiesta en "la humildad en sobrellevar los contratiempos. La exacta ecuación entre carisma genuino, perspectiva de novedad y sufrimiento interior, supone una conexión constante entre carisma y cruz"[78]. El nacimiento de eventuales tensiones exige de parte de todos la praxis de una caridad más grande, con vistas a una comunión y a una unidad eclesial siempre más profunda.

Recíproca referencia

Lo dones carismáticos en la Iglesia universal y particular

De esa forma, se sientan las bases para correlacionar dones jerárquicos y carismáticos en la relación entre la Iglesia universal y las Iglesias particulares. De hecho, por un lado, los dones carismáticos se dan a toda la Iglesia; por el otro, la dinámica de estos dones sólo puede realizarse en el servicio en una diócesis concreta, que "es una porción del Pueblo de Dios que se confía a un Obispo para que la apaciente con la cooperación del presbiterio"[92]. En este sentido, puede ser útil recordar el caso de la vida consagrada; que de hecho, no es una realidad externa o independiente de la Iglesia local, sino que constituye una forma peculiar, marcada por la radicalidad del Evangelio, de estar presente en su interior, con sus dones específicos. La institución tradicional de la "exención", ligado a no pocos institutos de vida consagrada,[93]tiene como significado, no una supra-localización desencarnada o una autonomía mal entendida, sino más bien una interacción más profunda entre la dimensión particular y universal de la Iglesia[94]. Del mismo modo, las nuevas realidades carismáticas, cuando poseen carácter supra diocesano, no deben ser concebidas de manera totalmente autónoma respecto a la Iglesia particular; más bien la deben enriquecer y servir en virtud de sus características compartidas más allá de los límites de una diócesis individual.

Los dones carismáticos y los estados de vida del cristiano

Formas de reconocimiento eclesial

Desde el punto de vista de la relación entre los diversos dones jerárquicos y carismáticos es necesario respetar dos criterios fundamentales que deben ser considerados inseparablemente: a) el respeto por las características carismáticas de cada uno de los grupos eclesiales, evitando forzamientos jurídicos que mortifiquen la novedad de la cual la experiencia específica es portadora. De este modo se evitará que los diversos carismas puedan considerarse como recursos no diferenciados dentro de la Iglesia. b) El respeto del regimen eclesial fundamental, favoreciendo la promoción activa de los dones carismáticos en la vida de la Iglesia universal y particular, evitando que la realidad carismática se conciba paralelamente a la vida de la Iglesia y no en una referencia ordenada a los dones jerárquicos.

Conclusión

El Sumo Pontífice Francisco, en la Audiencia concedida el día 14 de marzo de 2016 al Cardenal Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, aprobó esta Carta, decidida en la Sesión Ordinaria de esta Congregación, y ha ordenado su publicación.

Dado en Roma, en la sede de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el 15 de mayo de 2016, Solemnidad de Pentecostés.

Gerhard Card. Müller

Prefecto

+Luis F. Ladaria, S.I.

Arzobispo titular de Thibica

Secretario

[1] Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm.Lumen gentium, n. 4.

[2] Juan Crisóstomo, Homilía de Pentecostés, II, 1:PG50, 464.

[3] Francisco, Exhort. apost. Evangelii gaudium, (24 de noviembre de 2013), n. 49:AAS105 (2013), 1040.

[4] Cf. Ibíd., n.20-24:AAS105 (2013), 1028-1029.

[5] Cf. Ibíd., n. 14:AAS105 (2013), 1025.

[6] Ibíd., n. 25:AAS105 (2013), 1030.

[7] Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Apostolicam actuositatem, n. 19.

[8] Francisco, Exhort. apost. Evangelii gaudium, 13:AAS 105 (2013), 1026; cf. Benedicto XVI, Homilía en la Santa Misa de inauguración de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y delCaribe en el Santuario "La Aparecida"(13 de mayo de 2007), AAS99 (2007), 43.

[9] Juan Pablo II, Discurso durante el encuentro con los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades durante la vigilia de Pentecostés, (30 de mayo de 1998), n. 7.

[10] Ibíd., 6.

[11] Ibíd., 8.

[12] "Ciertamente hay diversidad de charísmata" (1 Co12, 4); "todos tenemos charísmata diferentes" (Rm 12, 6); "cada uno recibe del Señor su chárisma particular: unos este, otros aquel" (1 Co7, 7).

[13] En griego las dos palabras chárisma y cháris pertenecen a la misma raíz.

[14] Cf. Orígenes, De principiis, I, 3, 7; PG11, 153: "lo designado don del Espíritu es transmitido por obra del Hijo y producido por obra del Padre".

[15] Basilio de Cesarea, Regulae fusius tractae, 7, 2: PG 31, 933-934.

[16] "El que habla un lenguaje incomprensible se edifica a sí mismo, pero el que profetiza edifica a la comunidad" (1 Co14, 4). El apóstol no desprecia el don de la glosolalia, carisma de oración útil para la relación con Dios, y lo reconoce como un auténtico carisma, aunque si no tiene una utilidad común: "Yo doy gracias a Dios porque tengo el don de lenguas más que todos vosotros. Sin embargo, cuando estoy en la asamblea prefiero decir cinco palabras inteligibles, para instruir a los demás, que diez mil en un lenguaje incomprensible" (1 Co14, 18-19).

[17] 1 Co12, 28: "En la Iglesia, hay algunos que han sido establecidos por Dios, en primer lugar, como apóstoles; en segundo lugar, como profetas; en tercer lugar, como doctores. Después vienen los que han recibido el don de hacer milagros, el don de curar, el don de socorrer a los necesitados, el don de gobernar y el don de lenguas".

[18] En reuniones de la comunidad, la superabundancia de las manifestaciones carismáticas puede crear inconvenientes, produciendo un ambiente de rivalidad, desorden y confusión. Los cristianos menos dotados son propensos a tener un complejo de inferioridad: cf.1 Co12, 15-16; mientras que los grandes carismáticos podrían estar tentados de asumir actitudes de soberbia y menosprecio. Cf.1 Co12, 21.

[19] Si en la asamblea no se encuentra a nadie capaz de dar una interpretación a las palabras misteriosas de uno que habla en lenguas, Pablo ordena a estos que se callen. Si hay un intérprete, el Apóstol permite que dos, o al máximo tres, hablen en lenguas (1 Co14, 27-28).

[20] Pablo no acepta la idea de una inspiración profética incontenible; en cambio dice que "los que tienen el don de profecía deben ser capaces de controlar su inspiración, porque Dios quiere la paz y no el desorden" (1 Co14, 32-33). Afirma que "si alguien se tiene por profeta o se cree inspirado por el Espíritu, reconozca en esto que les escribo un mandato del Señor, y si alguien no lo reconoce como tal, es porque Dios no lo ha reconocido a él" (1 Co14, 37-38). Sin embargo, concluye positivamente, llamando a aspirar a la profecía, y no para evitar el hablar en lenguas: cf. 1 Co14, 39.

[21] Cf. Pío XII, Carta enc. Mystici corporis (29 de junio de 1943):AAS35 (1943), 206-230.

[22] Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, n. 4, 7, 11, 12, 25, 30, 50; Const. dogm. Dei Verbum, n. 8; Decr. Apostolicam actuositatem,n. 3, 4, 30; Decr. Presbyterorum ordinis, n. 4, 9.

[23] Id., Const. dogm. Lumen gentium, n. 4.

[24] Ibíd., n. 12.

[25] Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Apostolicam actuositatem, n. 3: "Para ejercer este apostolado, el Espíritu Santo, que produce la santificación del Pueblo de Dios por el ministerio y por los Sacramentos, concede también dones peculiares a los fieles (Cf.1 Co12,7) "distribuyéndolos a cada uno según quiere" (1 Co12,11), para que "cada uno, según la gracia recibida, poniéndola al servicio de los otros", sean también ellos "administradores de la multiforme gracia de Dios" (1Pe 4,10), para edificación de todo el cuerpo en la caridad (Cf. Ef 4,16)".

[26] Ibíd.

[27] Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, n. 12: "El juicio de su autenticidad y de su ejercicio razonable pertenece a quienes tienen la autoridad en la Iglesia, a los cuales compete ante todo no sofocar el Espíritu, sino probarlo todo y retener lo que es bueno (cf.1Ts 5,12.19-21)". Aunque si se refiere de inmediato al discernimiento de dones extraordinarios, por analogía, como se indica en el mismo se aplica a todo carisma en general.

[28] Cf. v. gr. Pablo VI, Exhort. apost. Evangelii nuntiandi (8 de diciembre de 1975), n. 58: AAS 68 (1976), 46-49; Congregación para los Religiosos y los Institutos Seculares ? Congregación para los obispos, Notas directivas Mutuae relationes (14 de mayo de 1978): AAS 70 (1978), 473-506; Juan Pablo II, Exhort. apost. Christifideles laici (30 de diciembre de 1988): AAS 81 (1989), 393-521; Exhort. apost. Vita consecrata (25 de marzo de 1996):AAS 88 (1996), 377-486.

[29] Emblemática es la afirmación del documento interdicasterial Mutuae relationes (4 de mayo de 1978), en el que se recuerda que "sería un grave error independizar ? mucho más grave aún el oponerlas ? la vida religiosa y las estructuras eclesiales, como si se tratase de realidades distintas, una carismática, otra institucional, que pudieran subsistir separadas; siendo así que ambos elementos, es decir los dones espirituales y las estructuras eclesiales, forman una sola, aunque compleja realidad" (n. 34).

[30] Juan Pablo II, Mensaje a los participantes en el congreso mundial de los movimientos eclesiales (27 de mayo de 1998), n. 5; cf. también A los movimientos eclesiales con motivo del II Coloquio internacional (2 de marzo de 1987).

[31] Benedicto XVI, Discurso a la Fraternidad de Comunión y Liberación en el XXV aniversario de su reconocimiento pontificio, (24 de marzo de 2007).

[32] "Caminar juntos en la Iglesia, guiados por los Pastores, que tienen un especial carisma y ministerio, es signo de la acción del Espíritu Santo; la eclesialidad es una característica fundamental para los cristianos, para cada comunidad, para todo movimiento": Francisco, Homilía en la Vigilia de Pentecostés con los movimientos eclesiales (19 de mayo de 2013).

[33] Id., Audiencia General(1 de octubre de 2014).

[34] Cf. Jn 7, 39; 14, 26; 15, 26; 20, 22.

[35] Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Decl. Dominus Iesus (6 de agosto de 2000), n. 9-12:AAS92 (2000), 752-754.

[36] Ireneo de Lyon, Adversus haereses, IV, 7, 4: PG7, 992-993; V, 1, 3: PG7, 1123; V, 6, 1:PG7, 1137; V, 28, 4:PG7, 1200.

[37] Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Decl. Dominus Iesus, n. 12:AAS92 (2000), 752-754.

[38] Juan Pablo II, Carta enc. Dominum et vivificantem (18 de mayo de 1986), n. 50:AAS78 (1986), 869-870; Catecismo de la Iglesia Católica, n. 727-730.

[39] Benedicto XVI, Exhort. apost. Sacramentum caritatis, (22 de febrero de 2007), n. 12: AAS99 (2007), 114.

[40] Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1104-1107.

[41] Juan Pablo II, Discurso durante el encuentro con los movimientos eclesiales, (30 de mayo de 1998), n. 7.

[42] Efrén el Sirio, Inni sulla fede, X, 12.

[43] Cipriano de Cartago, De oratione dominica, 23:PL4, 553; cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, 4

[44] Concilio Vaticano II, Decr. Unitatis redintegratio, 2.

[45] Congregación para la doctrina de la fe, Decl. Dominus Iesus, n. 16:AAS92 (2000), 757: "la plenitud del misterio salvífico de Cristo pertenece también a la Iglesia, inseparablemente unida a su Señor".

[46] Pablo VI, Alocución del miércoles (8 de junio de 1966).

[47] Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm.Lumen gentium, n. 1.

[48] II Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos, Ecclesia sub Verbo mysteria Christi celebrans pro salute mundi. Relatio finalis (7 de diciembre de 1985), II, C, 1; cf. Congregación para la doctrina de la fe, Carta Communionis notio (28 de mayo de 1992), n. 4-5:AAS85 (1993), 839-841.

[49] Cf. Benedicto XVI, Exhort. apost. Verbum Domini (30 de septiembre de 2010), n. 54:AAS102 (2010), 733-734; Francisco, Exhort. apost. Evangelii gaudium, n. 174:AAS105 (2013), 1092-1093.

[50] Cf. Basilio de cesarea, De Spiritu Sancto, 26: PG 32, 181.

[51] J. H. Newman, Sermones sobre temas del día, Londres, 1869, 132.

[52] Cf. cuanto se ha afirmado paradigmáticamente para la vida consagrada en Juan Pablo II, Audiencia general (28 de septiembre 1994), n. 5.

[53] Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, 7.

[54] Ibíd., 21.

[55] Ibíd.

[56] Ibíd.

[57] Basilio de Cesarea, De Spiritu Sancto,16, 38: PG 32, 137.

[58] Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, n. 28.

[59] Id., Decr. Presbyterorum ordinis, n. 2.

[60] Id.,Const. dogm. Lumen gentium, n. 29.

[61] Ibíd.,n. 12.

[62] Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes, n. 4, 11.

[63] Juan Pablo II, Exhort. apost. Christifideles laici, n. 24:AAS81 (1989), 434.

[64] Cf. Ibid., n. 29:AAS 81 (1989), 443-446.

[65] Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm.Lumen gentium, 12.

[66] Juan Pablo II, Audiencia general (9 de marzo de 1994), n. 6.

[67] Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 799s; Congregación para los Religiosos e Institutos Seculares ? Congregación para los Obispos, Notas directivas Mutuae relationes, 51:AAS 70 (1978), 499-500; Juan Pablo II, Exhort. apost. Vita consecrata, n. 48:AAS 88 (1996), 421-422; Id., Audiencia general (24 de junio de 1992), n. 6.

[68] Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, 39-42; Juan Pablo II, Exhort. apost. Christifideles laici, n.30: AAS 81 (1989), 446.

[69] Francisco, Exhort. apost. Evangelii gaudium, n. 130: AAS 105 (2013), 1074.

[70] Juan PabloII, Exhort. apost. Christifideles laici, n. 30:AAS 81 (1989), 447; cf. Pablo VI, Exhort. apost. Evangelii nuntiandi, n. 58:AAS 68 (1976), 49.

[71] Juan Pablo II, Exhort. apost. Christifideles laici, n. 30:AAS 81 (1989), 446-447.

[72] Francisco, Homilía en la Vigilia de Pentecostés con los movimientos eclesiales (19 de mayo de 2013).

[73] Juan PabloII, Exhort. apost. Christifideles laici, n.30: AAS 81 (1989), 447; cf. Pablo VI, Exhort. apost. Evangelii nuntiandi, n. 58: AAS 68 (1976), 48.

[74] Juan Pablo II, Exhort. apost. Christifideles laici, n.30:AAS 81 (1989), 447.

[75] Ibíd., AAS 81 (1989), 448.

[76] Cf. Ibíd., AAS 81 (1989), 447.

[77] Francisco, Exhort. apost. Evangelii gaudium, n. 130:AAS 105 (2013), 1074-1075.

[78] Congregación para los Religiosos e Institutos Seculares ? Congregación para los Obispos, Notas directivas, Mutuae relationes, n. 12:AAS70 (1978), 480-481; cf. Juan Pablo II, Discurso en ocasión del encuentro con los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades (30 de mayo de 1998), n. 6.

[79] Pablo VI, Exhort. apost. Evangelii nuntiandi, n. 58: AAS 68 (1976), 48.

[80] Ibíd.; cf. Francisco, Exhort. apost. Evangelii gaudium, n. 174-175: AAS 105 (2013), 1092-1093.

[81] Juan Pablo II, Exhort. apost. Christifideles laici, n. 30:AAS81 (1989), 448.

[82] Francisco, Exhort. apost. Evangelii gaudium, n. 177:AAS105 (2013), 1094.

[83] Juan Pablo II, Exhort. apost. Christifideles laici,n. 30:AAS81 (1989), 448.

[84]Ibíd.

[85] Cf. Francisco, Exhort. apost. Evangelii gaudium, n. 184, 221:AAS105 (2013), 1097, 1110-1111.

[86] Ibíd., n. 186:AAS105 (2013), 1098.

[87] Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta Communionis notio, n. 7: AAS 85 (1993), 842.

[88] Ibíd., n. 9: AAS 85 (1993), 843.

[89] Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, n. 23.

[90] Id., Decr. Christus Dominus, n. 11.

[91] Cf. Ibíd., Decr. Christus Dominus, n. 2; Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta Communionis notio, 13-14. 16: AAS 85 (1993), 846-848.

[92] Ibíd., Decr. Christus Dominus, n. 11.

[93] Cf. Ibíd., Decr. Christus Dominus, n. 35; Código de Derecho Canónico, can. 591; Código de Cánones de las Iglesias Orientales, can. 412, § 2; Congregación para los Religiosos e Institutos Seculares ? Congregación para los Obispos, Notas directivas Mutuae relationes, n. 22:AAS 70 (1978), 487.

[94] Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta Communionis notio, n. 15: AAS 85 (1993), 847.

[95] Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Dei Verbum, n. 8; Catecismo de la Iglesia Católica, n. 888-892.

[96] Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Dei Verbum,n. 8.

[97] Id., Const. dogm. Lumen gentium, n. 10.

[98] Juan Pablo II, Exhort. apost. Pastores gregis, (16 de octubre de 2003), n. 10: AAS 96 (2004), 838.

[99] Cf. Id., Exhort. apost. Christifideles laici, n. 29:AAS 81 (1989), 443-446.

[100] Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, n. 10.

[101] Id., Const. past. Gaudium et spes, n. 52; cf. Juan Pablo II, Exhort. apost. Familiaris consortio (22 de noviembre de 1981), n. 72: AAS 74 (1982), 169-170.

[102] Cf. Juan Pablo II, Exhort. apost. Pastores dabo vobis (25 de marzo de 1992), n. 68: AAS 84 (1992), 777.

[103] Cf. Ibíd., Exhort. apost.Pastores dabo vobis, n. 31, 68:AAS 84 (1992), 708-709, 775-777.

[104] Cf. Código de Derecho Canónico, can. 265; Código de los Cánones de las Iglesias Orientales, can. 357, § 1.

[105] Cf. Código de Derecho Canónico, can. 273; Código de los Cánones de las Iglesias Orientales, can. 370.

[106] Cf. Congregación para los Religiosos e Institutos Seculares ? Congregación para los Obispos, Notas directivas Mutuae relationes, n. 19, 34: AAS 70 (1978), 485-486, 493.

[107] Juan Pablo II, Exhort. apost. Vita consecrata, n. 31: AAS 88 (1996), 404-405.

[108]Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm.Lumen gentium, 43.

[109] Ibíd., n. 44; cf. Decr. Perfectae caritatis, 5; Juan Pablo II, Exhort. apost. Vita consecrata, n. 14, 30: AAS 88 (1996), 387-388, 403-404.

[110] Cf. Código de Derecho Canónico, can. 273, § 3; Código de los Cánones de las Iglesias Orientales, can. 578, § 3.

[111] Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, Instr. Caminar desde Cristo, (19 de mayo de 2002), n. 30.

[112] Cf. Juan Pablo II, Exhort. apost. Pastores dabo vobis, n. 27-30: AAS 84 (1992), 700-707.

[113] Cf. Pablo VI, Enc. Sacerdotalis caelibatus (24 de junio de 1967): AAS 59 (1967), 657-697.

[114] Benedicto XVI, Exhort. apost. Sacramentum caritatis, n. 24: AAS 99 (2007), 124.

[115] Cf. Juan Pablo II, Exhort. apost. Pastores dabo vobis, n. 29: AAS 84 (1992), 703-705; Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Presbyterorum ordinis, 16.

[116] La forma jurídica más simple para el reconocimiento de las realidades eclesiales de naturaleza carismática es la de la Asociación de fieles (cf. Código de Derecho Canónico, can. 321 ? 326; Código de los Cánones de las Iglesias Orientales, can. 573, § 2-583). Sin embargo, es bueno considerar atentamente también las otras formas jurídicas con sus propias características específicas, como por ejemplo las Asociaciones públicas de fieles (cf. Código de Derecho Canónico, can. 312 ? 320; Código de los Cánones de las Iglesias Orientales, can. 573, § 2-583), las Asociaciones de fieles "clericales" (cf. Código de Derecho Canónico, can. 302), los Institutos de vida consagrada (cf. Código de Derecho Canónico, can. 573-730; Código de los Cánones de las Iglesias Orientales, can. 410-571), las Sociedades de Vida apostólica (cf. Código de Derecho Canónico, can. 531-746; Código de los Cánones de las Iglesias Orientales, can. 572) y las Prelaturas personales (cf. Código de Derecho Canónico, can. 294 ? 297).

[117] Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, n. 62.

[118] Francisco, Exhort. apost. Evangelii gaudium, n. 287: AAS 105 (2013), 1136.