La movilización de los voluntarios devuelven la vida al Monasterio de Rioseco: "Es un lugar de encuentro"

'Aleluya' ha hablado con Juan Miguel Gutiérrez, párroco rural de 44 iglesias que dedica las 24 horas del día a su vocación y a otra de sus pasiones, la recuperación del patrimonio

Santiago Tedeschi Prades

Publicado el - Actualizado

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El monasterio cisterciense de Santa María de Rioseco, se encuentra situado al comienzo del valle de Manzanedo, en una altura que domina al Ebro, junto a la carretera que asciende hasta San Martín del Rojo. Estuvo habitado durante siglos por “monjes blancos” de la Orden del Císter, llamados así por su indumentaria, por contraposición a los monjes cluniacenses, conocidos como “monjes negros”.

En el año 2010 este monasterio era una reliquia que estaba a punto de desaparecer pero tras 10 años se ha convertido en una de las atracciones turísticas más visitadas en Las Merindades. Desde el año 2010, se han ido realizando diferentes actividades que buscan la recuperación del monasterio. Se han hecho varias publicaciones y artículos sobre el Monasterio, se ha conseguido facilitar el acceso de las personas y se ha detenido el expolio al que se le venía sometiendo.

También se han ido realizando varias obras que permiten consolidar zonas en peligro de derrumbe del monasterio y descubrir partes importantes del cenobio. Con todo ello, se ha conseguido que Santa María de Rioseco sea el segundo destino turístico más visitado de Las Merindades.

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'Aleluya' ha hablado con Juan Miguel Gutiérrez, un párroco rural de 44 iglesias en esta área de Las Merindades que contó su historia en la Presentación de la Memoria de Actividades de la Iglesia en 2019. Ya en esa ocasión, entre las anécdotas que Juan Miguel contó es que ya llevaba 24 tejados reformados con sus manos: “Atendemos 56 edificios, pero también hay que picar las iglesias, pintarlas, temas de retablos, la luz. Nos hemos vuelto expertos en patrimonio” dijo en esa ocasión.

Este martes, 22 de junio, nos cuenta la historia de recuperación del Monasterio de Santa María de Rioseco, una historia de voluntariado y ganas de recuperar un patrimonio histórico fundamental para la zona.

¿Cómo empezó esta historia de ayuda y voluntariado para salvaguardar al monasterio?

Ha sido una historia sencilla pero llena de muchas experiencias y personas. Hace ya casi 11 años un grupo de personas de esta zona de Las Merindades, vinculadas a las pequeñas parroquias rurales, decidimos que nos daba mucha pena la situación del Monasterio de Santa María de Rioseco y nos lanzamos a poner por lo menos otra vez las losas del suelo de la Iglesia en su sitio.

Allí empezó esta historia que casi sin quererlo juntó unas 60 personas de esta tierra y nos pusimos a trabajar.

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Me gustaría saber además tu personal historia con el monasterio, ¿cuándo lo viste por primera vez?

A mí la diócesis me destina como sacerdote en el año 2006 aquí a Las Merindades y, entre otras cosas, me dieron también las parroquias del Valle de Manzanedo, 16 pueblos con 140 habitantes.

Aquí me dijeron que entre los pueblos había unas ruinas de un antiguo monasterio. Me costó mucho encontrarlo, le tuve que pedir a uno de los vecinos de los pueblos que me llevasen hasta allí y descubrí un sitio envuelto por la naturaleza pero fascinante. Unas ruinas que hablaban de un lugar maravilloso y un emplazamiento de un monasterio cisterciense en un lugar muy bonito para desarrollar la vida monacal.

Ese fui mi primer encuentro con el monasterio y a partir de allí fui encontrándome con otras personas que también sabian del lugar y les daba mucha pena por cómo estaba abandonado. Allí también era profesor y con un grupo de colegas decidimos empezar un proyecto de innovación educativa en el que el departamento de religión e historia nos juntamos y empezamos a hacer este proyecto en el que participaron todos los alumnos y profesores del instituto. Fue una experiencia muy gratificante para recuperar no solamente las piedras, sino toda la historia del monasterio.

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¿De qué se ocupa la asociación cultural Salvemos Rioseco?

Estas primeras experiencias que eran muy voluntariosas fueron creciendo y nos tuvimos que organizar. Primero nos constituimos como asociación y ahora somos la Fundación Santa María de Rio Seco y nos encargamos de temas culturales, obras, voluntariado, redes sociales.

Somos bastante gente que nos hemos ido agrupando en comisiones de trabajo y, entre todos, damos vida al monasterio

¿Se sorprendió al ver tantos voluntarios dispuestos a ayudar?

Me sorprende, pero creo que la mayoría de la gente está deseosa de encontrar un lugar donde entregarse, aportar y dejar lo mejor de uno mismo.

Es cuestión de ofrecer esos espacios, animar a la gente y sacar lo mejor de las personas. Yo creo que eso ha sido la gran cualidad que ha tenido el Monasterio de Rio Seco. Un lugar de encuentro para todos en el que la gente se siente a gusto, disfrute trabajando y vea que haces algo para recuperar tu patrimonio y tu historia.

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Durante estos años no habéis parado de hacer actividades, ¿cuál es vuestro objetivo a corto y a largo plazo?

Nuestro objetivo principalmente es que el Monasterio sea un referente para nuestros pueblos. Un referente cultural, este verano vamos a tener ocho conciertos y distintos eventos culturales. También queremos que sea un espacio formativo porque el tema de la educación es muy importante. Acabamos de terminar la cubierta de lo que queremos sea el aula de estudio.

Y sobre todo conseguir que el Monasterio genere puestos de trabajo, nuestros pueblos necesitan experiencias donde la gente pueda vivir y sacar su vida adelante.

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El valle de Manzanedo es una de las zonas más deshabitadas de España y cómo cura atiendes a más de 40 parroquias, ¿qué significa para ti ser “cura de pueblos”?

Yo me siento afortunado de ser cura de pueblo. Es un orgullo porque nuestros pueblos tienen gente maravillosa, aunque sean pocos, y porque son capaces de enseñarte cosas fundamentales de la vida.

El trato y la cercanía con ellos, el sentirte querido y arropado. Yo soy un hombre afortunado de poder desarrollar mi vida sacerdotal en medio de esta gente. El valle de Manzanedo son pueblos muy pequeñitos pero llenos de esa vida sencilla que se construye en nuestros pueblos y que está llena de aportaciones y valores que nuestro mundo debería aprender y recuperar.

Es una vida llena, yo no paro de hacer cosas, no puedo decir que me aburra, a veces hay que echarle imaginación para sacar adelante proyectos diferente. Es algo que merece la pena y muy satisfecho como sacerdote y muy querido.

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