Aleluya estuvo allí: el drama de la Cañada Real, el trabajo de REDMADRE o jóvenes reformando un monasterio
El portal de información sociorreligiosa de COPE.es ha sido testigo a lo largo del 2021 del trabajo desempeñado por la Iglesia
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Testigos del drama que viven los vecinos de Cañada Real tras más de un año sin suministro eléctrico
Desde el 2 de octubre de 2020, los vecinos del sector 5 y 6 de la Cañada Real viven sin suministro eléctrico. Los 4.500 vecinos que habitan en el asentamiento chabolista, muchos de ellos niños, hacen frente desde entonces a las actividades cotidianas sin luz ni agua caliente, a lo que se suman contratiempos climatológicos, como la borrasca 'Filomena' de enero de 2020, las altas temperaturas estivales o lo que pueda deparar este invierno que acaba de comenzar.
Aleluya se desplazó en dos ocasiones hasta Cañada Real, en febrero y en octubre para medir el estado anímico de la gente tras décadas aislados y olvidados por las administraciones, y para el que el corte de suministro eléctrico ha sido la gota que ha colmado el vaso.
Fuimos testigos del penoso estado de las carreteras, de las hogueras para paliar los efectos del frío, la tristeza, el agotamiento y la pobreza de sus gentes. En cada familia se escondía una historia con tintes dramáticos. Gestos cotidianos como ver la televisión o cargar el teléfono móvil es tarea casi imposible en Cañada Real Galiana. No poder darse una ducha caliente o la imposibilidad de lavar la ropa es casi el menor de los males. Se sobrepasan los límites de lo tolerable cuando no puedes conservar los alimentos o los medicamentos en el frigorífico, o cuando un anciano precisa de estar conectado a una máquina para respirar. Es ahí cuando se pone en juego la vida de la gente.
Al límite vivía un matrimonio de avanzada edad que padecía diabetes. La gripe y los resfriados propios del invierno propician los niveles de azúcar en sangre, con el peligro que conlleva para este tipo de pacientes. La esposa no aguanta más: “Llevamos meses así. Mira como estamos de pasar frío. Ni lavamos la ropa ni nada. El frío ha sido muy malo. No podíamos ni salir de la nieve que había (por la borrasca 'Filomena'). Yo estoy operada seis veces y necesitamos una solución para al menos tener agua caliente, lavar la ropa, ducharnos… ¡por favor, no puede ser la vida que llevamos!”, lamenta.
Ante este panorama lleno de obstáculos, desesperanza e incertidumbre, la Iglesia trata paliar los efectos de la pobreza entre los vecinos de Cañada Real Galiana. Cáritas está presente desde hace más de una década. En 2011 se instalaron en la antigua fábrica de muebles. Su principal labor es acompañar a quien lo necesita, contribuir en la inserción laboral o el refuerzo escolar.
El por entonces responsable de Cáritas en Cañada Real, Pablo Choza, nos contaba que estos meses particulamente duros, la entidad ha tratado de colaborar con las familias para amortiguar en lo posible el golpe que ha supuesto para ellos el corte de suministro eléctrico coincidiendo con el inicio del frío: “Las familias se han buscado la vida estos meses sin suministro para mantener un mínimo de calor o electricidad en sus casas. Esto pasa por la compra de generadores que se alimenta de gasoil, estufas que se nutren de las bombonas o leña. Esto supone un coste económico muy alto para la realidad d estas familias. Por eso, hemos apoyado en la búsqueda de medios económicos para ayudar a estas personas a obtenerlo”.
La drogodependencia es una de las principales lacras de Cañada Real Galiana. Hay personas que viven un estado de degradación muy importante. Desde la parroquia Santo Domingo de la Calzada, se trabaja de manera intensa con aquellos que son presos de sus adicciones para devolverles la dignidad. Aunque el papel de la iglesia va más allá, tal y como revela el Padre Agustín.
“Lo primero que hacemos desde la parroquia es romper con el esquema de ir allí a ayudar. La parroquia está ahí, se hace presente y vive la vida del entorno. Lo que nosotros intentamos es que sea una casa abierta en la que cualquiera pueda disponer de ella; intentamos fomentar al máximo que la gente pueda reencontrarse con la dignidad que fuera le niegan como drogodependientes. Tenemos al lado un centro de reducción del daño, una unidad móvil de la agencia antidroga... Tratamos de mejorar sus condiciones de vida. Tratamos de paliar la extrema pobreza y vulnerabilidad para que una familia no se venga abajo, sino que les ayudemos a afrontar la cotidianidad”, explica el religioso.
El trabajo de REDMADRE con las embarazadas sin recursos
REDMADRE es una red solidaria de apoyo, asesoramiento y ayuda a la mujer para superar cualquier conflicto surgido ante un embarazo imprevisto. En Aleluya tuvimos oportunidad de conocer de primera mano el trabajo que realiza esta fundación a través de su directora general, Amaya Azcona y algunas de las madres.
Esta ONG sin ánimo de lucro ayuda a las mujeres embarazadas en situación de dificultad para que continúen el embarazo en mejores condiciones. "Se ve cuál es su situación, qué necesidad tiene y en función de eso le aportamos ayudas. Puede ser un acompañamiento emocional, acompañamiento psicológico, asesoramiento legal o ir al médico con ella", ha subrayado la directora de la Fundación.
Las dificultades para acceder al mercado laboral, para desarrollar su carrera profesional, la falta de apoyo emocional y la casi inexistencia de ayudas a la maternidad las llevan a buscar ayuda en la sociedad civil a través de ong's como REDMADRE. "Siempre nos preguntan cómo vamos, nos ayudan a nosotras y con las cosas del bebé. Tenemos muy buena comunicación", recalcaba una de las madres.
Muchas mujeres se ven superadas por la situación cuando se enteran del embarazo y no tienen ninguna ayuda ni alguien en quien apoyarse. "En ese momento decidí no abortar, por lo menos que me ayuden y me echen una mano", manifestaba otra de las madres.
Hay madres que se quedan embarazadas y tienen dudas de seguir adelante con el embarazo. Algunas, a pesar de las dificultades que tienen, no se lo plantean. "Una persona con apoyo siempre va hacia delante, no piensa en retroceder para atrás. Un niño es una bendición y hay gente que está al rededor nuestro ayudándonos", explicaba Vivian. Además, agregaba, ser madre "es lo más bonito".
Los jóvenes destinan sus vacaciones de verano a restaurar un monasterio de Orduña
Tras veinte años de ausencia, las hermanas clarisas retornaron en octubre de 2020 al monasterio Santa Clara de la ciudad vizcaína de Orduña, a unos cincuenta kilómetros de Bilbao, procedentes del cenobio de Belorado (Burgos). Dos décadas antes las religiosas de la orden abandonaron el claustro que data del siglo XIII por el progresivo envejecimiento de sus hermanas y la falta de vocaciones.
Pese al abandono de veinte años, el monasterio lo encontraron en buenas condiciones, pero necesitaba unos arreglos de calado. Durante el pasado verano, unos 300 jóvenes de toda España pertenecientes a la Milicia Santa María y al Seminario de Madrid, contribuyeron a estas tareas de reconstrucción.
Aleluya pudo comprobar 'in situ' los trabajos que realizaban bajo la tutela del delegado de Enseñanza de la diócesis de Getafe y coordinador del campo de trabajo, Javier Segura.
“Venir aquí ha sido a través de una convocatoria para chicos de otros sitios de España, porque llevan un proceso de crecimiento en la fe y cada año les proponemos una actividad distinta. Este año el grupo de educadores vimos oportuno esta, porque reúne las condiciones. Una actividad hecha al aire libre, controlado que nos parecía que estaba en sintonía con lo que estamos viviendo, la idea de reconstruir la Iglesia después de una pandemia”, subrayaba.
Tareas básicas que no requiere de mano de obra especializada como limpieza, retirar muebles, picar piedras o derribar muros son los principales trabajos que realizaban, entre otros Jonathan Torres, seminarista en Madrid: “El trabajo está siendo duro, me he cortado los brazos, las piernas, las manos... pero sienta bien ayudar a personas que son mayores y no pueden partir muros o cortar árboles”.
Por su parte otro seminarista, Adrián, recalcaba que la finalidad es “ayudar a las hermanas a hacer de esto un lugar aún más de Dios. Hoy estamos limpiando una pared de cemento, porque quieren conservar la piedra original. Otros compañeros limpian la maleza tras veinte años abandonado”, explicaba.
Pese a la diferente procedencia de los 300 chicos que desde el 1 de julio colaboraron en la rehabilitación del monasterio Santa Clara de Orduña, a todos les unía la búsqueda de Dios, como precisaba Javier Segura: “Todos tienen común la búsqueda de algo más y la ganas de ayudar. Un joven que pasa el verano levantándose antes de las ocho, dormir en el suelo, estar currando y acostarse pronto es un perfil de un joven que busca”.
Un trabajo duro, pero repleta de satisfacciones como nos contaba Adrián, mientras seguía a pico y pala: “Es bonito el compartir, ver como el otro también está casando pero nos ayudamos unos a otros, cuando uno no puede entra otro. La experiencia es hermosa y de Dios”.
La ayuda de las Mercedarias a los inmigrantes
La fundación católica 'La Merced Migraciones' acogió en 2020 a un total de 279 inmigrantes y refugiados en sus 19 viviendas repartidas entre Madrid (15), Valladolid (3) y la localidad ciudadrealeña de Herencia (1). Una cifra superior a la de 2019 pese a la pandemia, que condicionó el desarrollo de programas que la organización impulsa para ayudar a este colectivo (empleo, atención psicológica o formativa), lo que provocó experiencias traumáticas.
“Hubo pérdida de trabajos por una mala información o engaño, firma de documentaciones para meterte en un ERTE cuando es una baja voluntaria. El no tener un acompañamiento más presencial y revisión de documentos ha generado desconcierto a muchas de las personas a la que acompañamos”, relataba en Aleluya el director de 'La Merced Migraciones', el religioso Luis Callejas.
Pero ni la pandemia ha parado a los mercedarios, que llevan más de treinta años dando soporte a los inmigrantes, la mayoría menores de 25 años, que atravesaron medio mundo en soledad y sometidos a la explotación y a la tortura.
Entre los beneficiarios de sus programas estaba Alpha Diallo, guineano que llegó a España procedente de Marruecos en un barco de plástico cuando tenía 22 años. Tres años después, ha logrado adaptarse tras mucho esfuerzo por aprender el idioma”.
“En los primeros meses me sentía triste, estaba solo pensando en irme a Francia u otro lado porque el idioma me ha costado mucho, pero la fundación me apoyó con cursos, y estos dos años estoy contento”.
Un proceso de adaptación que es lento y que dirigen los educadores de 'La Merced Migraciones', entre los que se encuentra David Haros: “Aquí nos encargamos de gestionar elementos burocráticos como los papeles, con la administración pública, hacer reconocimiento médico, la parte educativa y formativa, el idioma y formación que les permita una inserción laboral y el último objetivo, que es incorporarlos al mercado laboral”.
La tarea no es nada sencilla, ya que hay muchas barreras que superar como contaba el propio educador: “Nos encontramos desde gente formada con estudios universitarios a personas que no saben leer y escribir o sin habilidades tecnológicas cuando todo se mueve por el ordenador. Y luego está el racismo, porque no es lo mismo que pida trabajo una persona de aquí que una africana o árabe”.
Unos episodios de racismo que, por desgracia, también ha sufrido en nuestro país Alpha: “Estaba en Valladolid en el autobús y había una señora muy mayor. Ella estaba al lado, cuando llegué y me subí y me senté cerca de ella y ella me dijo... ¿perdona? Y se fue para dejarme solo”.
Pero el joven guineano ha logrado superar todos los obstáculos y consiguió un contrato de trabajo como camarero que le permitió regularizar su situación gracias a un amigo: “Este amigo mío me ofrecerá una oferta de trabajo en dos semanas cuando cumpla tres años como camarero. Es un buen amigo”, comentaba orgulloso en Aleluya.
Los pisos compartidos de la Fundación Lázaro para dar cobijo a personas sin hogar
La Fundación Lázaro promueve pisos compartidos en los que conviven personas sin hogar y jóvenes profesionales. Al entrar por sus puertas se respira la acogida, el cariño y el respeto. Actualmente en España tienen dos pisos en Madrid, uno de mujeres y otro de hombres. Los residentes de los pisos se reúnen para organizar actividades, rezar y apoyarse mutuamente.
El proyecto nació en 2006 en París, cuando dos jóvenes de 28 años, conmovidos al contemplar las personas que dormían en las calles, decidieron invitar a varias personas sin hogar a vivir con ellos. Pronto otros jóvenes quisieron compartir su experiencia y constituyeron una primera asociación, la Association pour l’Amitié (APA) que se ocupa del proyecto en la capital francesa. El desarrollo fue tan rápido y la demanda tan intensa en otras ciudades de Francia, que uno de estos jóvenes fundó Lázaro en 2011 para desarrollar y gestionar el proyecto en Francia y a nivel internacional.
El responsable de Lázaro en España, Javier Cascón, explicaba en Aleluya que estos hogares son como una nueva familia para las personas sin hogar: “Ellos han vivido situaciones muy duras y quizás no han tenido personas de referencia”. Además, ha subrayado que “al crear estos hogares se consigue caminar en la misma dirección”.
Ricardo Barajas, uno de los beneficiarios de Lázaro que ha estado muchos años sin hogar, confesaba que dormía en cajeros, debajo de árboles y en puentes: “Tuve que andar por toda España”. A Ricardo, cuando estaba durmiendo en la calle le llevaban bocadillos, le daban dinero, mantas y edredones: “En la plaza mayor había un montón de gente que dormíamos en la calle y venían muchos voluntarios a ayudarnos y a traernos cosas”, expresaba.
Jesús Nicolás, que estuvo viviendo la calle entre ocho y diez años, pasaba las noches durmiendo en una tienda de campaña. “No te das cuenta de las cosas y no lo valoras, pero poco a poco te haces un poco luchador”, ha manifestado. El objetivo de Hogares Lázaro es construir de nuevo una vida. La situación que vivió Jesús ha subrayado que “no fue mala del todo”, pero le pasó factura y no aprovechó las oportunidades que tenía. “En la época de la Movida madrileña, de la transición al año 2000, me dejé llevar y consumí drogas”, relataba.
Los residentes comparten las estancias comunes y las habitaciones son individuales, para respetar la privacidad y la libertad de todos. Estos pisos son una respuesta a la soledad y la precariedad de las personas sin hogar. La labor del joven voluntario es muy necesaria en estos casos. Además de ser un joven católico ser voluntario es compartir vida y el día a día con personas en situaciones de exclusión social.