La historia de Marlon, al que la parroquia acogió cuando perdió su techo: "Ojalá no le falte nada a mi niña"
El párroco de Santa Rosalía no dudó un segundo en ayudar esta familia hondureña que vivió momentos muy complicados desde su llegada a España
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En la parroquia Santa Rosalía, en Hortaleza, unos 20 jóvenes están siendo acogidos por el padre Moncho. A partir del Estado de Alarma, el sacerdote decidió acondicionar los bajos de la parroquia. Ya tenía acogidos a diez migrantes en las viviendas parroquiales, pero ante la avalancha de nuevos parados en situación de calle decidió tomar una decisión muy importante.
El espacio que Aleluya ha visitado esta semana ha ido cogiendo forma poco a poco gracias a la generosidad de la comunidad parroquial y también a las oportunidades que padre Moncho ha sabido coger al vuelo. Colchones llegados desde el hospital de IFEMA, camas donadas por las monjas de la Sagrada Eucaristía dan forma a las habitaciones habilitadas en una zona de la parroquia.
Marlon es uno de los chicos que vive en la parroquia junto con su mujer y su hija que nació hace un año, justo antes de la pandemia. Desde Honduras llegaron a España huyendo de una amenaza de muerte relacionada con su pequeño negocio. “Yo llegué en enero de 2019 a un pueblo de la Sierra huyendo de las mafias en Honduras. Con el dinero que teníamos decidimos venirnos para Madrid, sin nada. En Guadarrama dormíamos en un colchón en el suelo”.
“Hubo un momento donde nos echaron a las doce de la noche y me acuerdo que le hablé a esa hora a Moncho y me dijo que no me preocupara y que al día siguiente me viniera para aquí. El padre se encargó de conseguirnos una habitación y nos estuvo pagando alrededor de un año” recuerda Marlon.
Auxiliar de enfermería, en octubre del año pasado Marlon y su mujer, consiguieron los papeles. En diciembre empezó a trabajar en un burger. Y asumió el alquiler. En enero nació su hija y en marzo se quedó en el paro. De nuevo, sin recursos. El padre Moncho les cedió uno de los pisos parroquiales.
Si tuviera que elegir una palabra para definir el trabajo de Moncho, Marlon lo tiene claro: “Increíble, porqué él no se lo piensa dos veces para ayudar a una persona. Él, aunque no puede, siempre ayuda, siempre busca la manera de ayudar. Nunca va a dejar tirado a una persona en la calle”.
Para agradecer toda la ayuda de Moncho, Marlon, como todos los chicos, ayudan en la parroquia con diferentes trabajos, desde Cáritas hasta el mantenimiento de la parroquia: “Es una forma de agradecimiento al padre, él nos ha estado haciendo los tramites de la documentación, está pendiente de nosotros a pesar de que somos muchos, pero él siempre tiene espacio para todos”.
Marlon recuerda los primeros meses de pandemia y toda la gente que vino a recoger comida: “En tiempos de pandemia, de lunes a lunes, entregábamos alimentos y era la única parroquia que estaba dando mascarillas, guantes y gel. Y ahora los miércoles damos alimentos y el sábado ayudamos en la Iglesia”.
Sentirse parte de la comunidad. Ese es el objetivo de Moncho y Marlon tiene claro que, desde el principio, el cura quiso que se sintiesen como en casa: “Es lo que el padre nos hace sentir, que estuviéramos siempre en familia. Es lo que hace que uno sienta, que uno se sienta cómodo”
Para el futuro, Marlon no pide mucho y sobre todo piensa en una persona: “Me gustaría terminar de hacer la documentación de la niña que está en proceso. Y luego trabajar, no venimos a robar el trabajo a nadie. Pero sobre todo pensar en el futuro de ella y que el día de mañana no le falte lo que a nosotros nos faltó”.