Atender a las víctimas de minas antipersonas o llevar la educación a todos: la labor de la Iglesia en Camboya

El malagueño Alan Antich colabora con el misionero Quique Figaredo en el país. En ECCLESIA ha compartido su experiencia: "Conseguimos que todos los niños vayan a la escuela"

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Atender a las víctimas de minas antipersonas o llevar la educación a todos: la labor de la Iglesia en Camboya

José Melero Campos

Publicado el - Actualizado

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Alan Antich estudió ingeniería, aunque pronto comprobó que su vocación real era la docencia. Por ello, este malagueño comenzó a impartir la asignatura de Matemáticas y Tecnología. Este joven malagueño siempre se ha caracterizado por ser una persona inquieta.

Fue aquello lo que le llevó hace unos años a Camboya, país asiático junto a Vietnam y Talilandia cuya población está muy castigada por la acción de la guerra en la década de los sesenta y setenta. Con frecuencia pasa temporadas largas en la zona norte de Camboya, en Batambán, donde colabora en el proyecto educativo del misionero Quique Figaredo, que es el Prefecto Apostólico en la zona.

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Desde ECCLESIA hemos tardado dos días en localizar a Alan Antich, ya que si algo ha aprendido de su experiencia en Camboya es que las relaciones deben ser lo más humanas posibles, alejadas de tanta tecnología.

“Es una enseñanza que me he traído de allí, dejar de ser esclavo de los dispositivos móviles. Es posible conectar un poco más con la gente y la naturaleza, y más en lugares donde la conexión es escasa. Se puede vivir sin tantas aplicaciones”, ha expresado.

Así fue el idilio de Alan con Camboya: "Son felices pese a la precariedad"

Su idilio con Camboya comenzó hace algo más de un lustro. Su personalidad inquieta le llegó a tener la necesidad de compartir sus conocimientos y aprender otras formas de vida. Fue entonces cuando contactó con la religiosa María Luisa Berzosa, perteneciente a la Fundación Educativa Jesuitinas, donde también trabaja Alan.

“Fue ella quien me habló de Quique Figaredo, que es un misionero que lleva treinta años en Camboya. Contacté con él hace cinco o seis años, y estuve por primera vez allí”. Desde entonces, Alan no ha dejado de visitar el país y colaborar en sus proyectos educativos. Asegura en ECCLESIA sentirse enganchado.

“Me llamó la atención la alegría de las personas que viven sin nada, pero son felices, están en comunidad, van creciendo como país y pueblo poco a poco, reconstruyéndose de la nada. Me sorprende esa energía que tienen dentro de la precariedad, pese a ser gente que ha sufrido mucho. Nos enseñan la capacidad de asumir las circunstancias en la que uno vive, sonreír y tirar para adelante. Siempre que estoy en contacto con ellos me impregno de esa capacidad de ser positivo, de escucha, porque es gente que va sin prisas, tienen tiempo para escuchar y hablar”, ha relatado Alan.

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La Iglesia en Camboya: atender a las víctimas de las minas antipersonas o llevar la escuela a lugares recónditos

Su misión en Batambán como voluntario es ofrecer ayuda a los profesores que imparten clases en los lugares más remotos de la zona, a la que no es fácil acceder por el estado de las carreteras: “Nosotros no podemos dar clases por el idioma y por el control del gobierno a la educación, pero gracias a la Iglesia y a otras organizaciones ajenas al gobierno logramos que los niños vayan a la escuela en estos lugares. Facilitamos a estos docentes material escolar, pizarras o espacios donde dormir, porque no pueden regresar por las malas carreteras”.

Alan Antich ha explicado que el principal problema que vive el norte de Camboya es la proliferación de minas antipersonas que datan de la guerra de Vietnam y la posterior guerra civil: “El gobierno gestiona unidades para desminar desactivarlas, prohibir el paso... pero de en cuando explotan y los trabajadores agrarios, por desconocimiento, pierden alguna extremidad”.

Por ello, la Prefectura Apostólica apoya a las víctimas de las minas que pierden algún miembro de su cuerpo: “Le buscan sillas de rueda o prótesis para que salgan adelante. Si no fuera por este tipo de ayudas, quedarían incapacitados para todo”, advierte.

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A su juicio, Camboya es uno de los territorios más olvidados de la comunidad internacional. Prueba de ello, expone Antich, es que Quique Figaredo enviaba con frecuencia a los diarios nacionales de nuestro país noticias informando de la cruda situación que sufrían los ciudadanos, pero que nunca se publicaban.

“Es un país pobre rodeado de potencias económicas como Vietnam o Tailandia, por lo que el turismo o las inversiones van a esos países y Camboya está olvidado. Está la Iglesia y cientos de organizaciones trabajando para colaborar para que el país vaya resurgiendo”, precisa el profesor malagueño.

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