La propuesta del Papa Francisco en su nueva encíclica: tender puentes y una cultura basada en la amistad
La Conferencia Episcopal y los medios de la Iglesia, a través de la iniciativa 'Soñar lo posible', se acercan a los diferentes aspectos que aborda el documento pontificio
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Como cada miércoles, la Conferencia Episcopal Española y los medios de comunicación de la Iglesia (Ecclesia, COPE y TRECE) continúan profundizando en la nueva encíclica del Papa Francisco,'Fratelli tutti' a través de la iniciativa 'Soñar lo posible' (#SoñarLoPosible)
De esta manera, cada semana se ofrece un tema para reflexionar y acercarse a este documento pontificio sobre la fraternidad y la amistad social. En esta segunda semana (#FratelliTutti2de10) hacemos referencia al apartado de la encíclica llamado 'Una nueva cultura basada en la amistad', en la que el Santo Padre nos propone un camino de cercanía y cultura del encuentro para alcanzar esta amistad. Buscar puntos de contacto, tender puentes, proyectar lo que a todos implica e involucra.
Ideas
Dios ha creado a todos los seres humanos iguales en los derechos, en los deberes y en la dignidad, y los ha llamado a convivir como hermanos entre ellos.
Seamos capaces de reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad y de amistad social que no se quede en las palabras, frente a las diversas formas de eliminar o de ignorar a otros.
El cultivo de la amistad es el cultivo de una reciprocidad estable, de un consenso que madura con el tiempo. Trata de construir verdaderamente un “nosotros” que tiende puentes y une a la humanidad.
Nuestra relación, si es sana y verdadera, nos abre a los otros que nos amplían y enriquecen.
El amor que es auténtico, que ayuda a crecer, y las formas más nobles de la amistad, residen en corazones que se dejan completar.
La pareja y el amigo son para abrir el corazón en círculos, para volvernos capaces de salir de nosotros mismos hasta acoger a todos.
El amor al otro por ser quien es, nos mueve a buscar lo mejor para su vida.
Sólo en el cultivo de esta forma de relacionarnos haremos posibles la amistad social que no excluye a nadie y la fraternidad abierta a todos.
Reconocer a cada ser humano como un hermano y buscar la amistad social que integre a todos no son meras utopías. Exigen la decisión y la capacidad para encontrar los caminos eficaces que las hagan realmente posibles.
Procurar la amistad social implica también la búsqueda de un reencuentro con los sectores más empobrecidos y vulnerables
Recuadro
La amistad es un regalo de la vida y un don de Dios. A través de los amigos el Señor nos va puliendo y nos va madurando.
Introducción
Entre las preocupaciones del Papa Francisco siempre han estado las cuestiones relacionadas con la fraternidad y la amistad social, temas a los que se ha referido reiteradas veces en distintos lugares.
Aquí, en este documento pontificio, nos llama ahora a salir de nosotros mismos, nos invita a ampliar el círculo de nuestras relaciones, incluso más allá de nuestras fronteras, reencontrándonos con los sectores más empobrecidos y vulnerables, sin olvidar la importancia de la verdadera amistad en la era digital.
Textos
Para escribir sobre la amistad, el Papa vuelve a inspirarse en San Francisco de Asís, que se sentía hermano del sol, del mar y del viento, se sabía todavía más unido a los que eran de su propia carne (Cf. Ft 2).
El santo de Asís entendió el sentido de la amistad más profundo: acercarse al otro en su movimiento propio, no para retenerlos en el suyo, sino para ayudarles a ser más ellos mismos. Acogió la verdadera paz en su interior, se liberó de todo deseo de dominio sobre los demás, se hizo uno de los últimos y buscó vivir en armonía con todos (Cf. Ft 4)
Salir de nosotros mismos
El ser humano no puede prescindir de relacionarse con los demás. No hay vida cuando pretendemos pertenecer sólo a nosotros mismos y vivir como islas. Un ser humano está hecho de tal manera que no se realiza, no se desarrolla ni puede encontrar su plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás. Ni siquiera llega a reconocer a fondo su propia verdad si no es en el encuentro con los otros. La vida subsiste donde hay vínculo, comunión, fraternidad; cuando se construye sobre relaciones verdaderas y lazos de fidelidad. Para ello, el hombre tiene que llevar a cabo esta empresa: salir de sí mismo (Cf. Ft 87-88).
La vida no se puede reducir a la relación con un pequeño grupo, ni siquiera a la relación con la propia familia. Es imposible entenderse uno mismo sin un tejido más amplio de relaciones. Mi relación con una persona que aprecio no puede ignorar que esa persona no vive sólo por su relación conmigo, ni yo vivo sólo por mi referencia a ella. Nuestra relación, si es sana y verdadera, nos abre a los otros que nos amplían y enriquecen (…) El amor que es auténtico, que ayuda a crecer, y las formas más nobles de la amistad, residen en corazones que se dejan completar. La pareja y el amigo son para abrir el corazón en círculos, para volvernos capaces de salir de nosotros mismos hasta acoger a todos (Cf. Ft 89).
El amor se extiende más allá de nuestras fronteras
El Papa Francisco amplía el círculo de las relaciones para llegar a lo que denomina “amistad social” en cada ciudad o en cada país. El amor se extiende más allá de las fronteras. Cuando es genuina, esta amistad social dentro de una sociedad es una condición de posibilidad de una verdadera apertura universal (Cf. Ft 99).
Hay un reconocimiento básico, esencial para caminar hacia la amistad social y la fraternidad universal: percibir cuánto vale un ser humano, cuánto vale una persona, siempre y en cualquier circunstancia. Este es el principio elemental de la vida social. A veces este principio suele ser ignorado de distintas maneras. Sobre todo, entre quienes sienten que no aporta a su cosmovisión o no sirve a sus fines (Cf. Ft 106).
Hay que mirar lo global, que nos rescata de la mezquindad casera. La fraternidad universal y la amistad social dentro de cada sociedad son dos polos inseparables y coesenciales. Separarlos lleva a una deformación y a una polarización dañina. Reconocer a cada ser humano como un hermano o una hermana y buscar una amistad social que integre a todos no son meras utopías. Exigen la decisión y la capacidad para encontrar los caminos eficaces que las hagan realmente posibles (Cf. Ft 142 y 180).
El papa Francisco en la encíclica nos marca algunos caminos para dar sentido a una naciente cultura basada en la amistad social: un reencuentro con los sectores más empobrecidos y vulnerables. La paz «no sólo es ausencia de guerra sino el compromiso incansable de reconocer, garantizar y reconstruir concretamente la dignidad tantas veces olvidada o ignorada de hermanos nuestros (Cf. Ft 233).
El encuentro en un mundo también digital
Hablando de relaciones y de amistad, en nuestros días toca aludir a las comunicaciones digitales que nos separan de una amistad cultivada laboriosamente y nos presentan solamente una apariencia de amistad y sociabilidad. Esas relaciones no construyen verdaderamente un “nosotros” sino que suelen disimular y amplificar el individualismo. La conexión digital no basta para tender puentes, no alcanza para unir a la humanidad (Cf. Ft 43).
El sentarse a escuchar a otro, característico de un encuentro humano, es un paradigma de actitud receptiva, de quien supera el narcisismo y recibe al otro, le presta atención, lo acoge en el propio círculo. A veces la velocidad del mundo moderno nos impide escuchar bien lo que dice otra persona. No hay que perder la capacidad de escucha. San Francisco de Asís escuchó la voz de Dios, escuchó la voz del pobre, escuchó la voz del enfermo, escuchó la voz de la naturaleza. Y todo eso lo transforma en un estilo de vida (Cf. Ft 48).
Todos nosotros, personas humanas estamos naturalmente abiertos a las relaciones, a establecer vínculos unos con otros. Estamos necesitados de trascender a nosotros mismos y el camino es el encuentro con los otros. El Papa nos pide es que seamos capaces de reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad y de amistad social que no se quede en las palabras (Cf. Ft 6 y 111).
Algunas nuevas culturas, peligros y oportunidades
En nuestro tiempo, algunos países exitosos desde el punto de vista económico son presentados como modelos culturales para los países poco desarrollados. Sin embargo, hay que permitir que cada país crezca con su estilo propio, para que desarrolle sus capacidades de innovar desde los valores de su cultura. Ignorar la cultura de un pueblo hace que sus líderes políticos no logren implementar un proyecto eficiente que pueda ser libremente asumido y sostenido en el tiempo. Ese desprecio de la propia cultura para alcanzar niveles económicos de otros países ocasiona una autoestima nacional muy baja. Detrás de esas tendencias que buscan homogeneizar el mundo, afloran intereses de poder que se benefician del bajo aprecio de sí, e intentan crear una nueva cultura al servicio de los más poderosos (Cf. Ft 51-52)
La llegada de personas diferentes, que proceden de un contexto vital y cultural distinto, se convierte en un don, porque las historias de los migrantes también son historias de encuentro entre personas y entre culturas. Para las comunidades y las sociedades a las que llegan son una oportunidad de enriquecimiento y de desarrollo humano integral de todos y tienen la misma inalienable dignidad de todo ser humano. Cuando se acoge de corazón a la persona diferente, se le permite seguir siendo ella misma, al tiempo que se le da la posibilidad de un nuevo desarrollo. Las culturas diversas, que han gestado su riqueza a lo largo de siglos, deben ser preservadas y estimuladas para que pueda brotar algo nuevo de sí mismas en el encuentro con otras realidades y para que el mundo, sin ellas, no quede empobrecido (Cf. Ft 133-134).
Una nueva cultura del encuentro
La palabra “cultura” indica algo que ha penetrado en el pueblo, en sus convicciones más entrañables y en su estilo de vida. Si hablamos de una “cultura” en el pueblo, eso es más que una idea o una abstracción. Incluye las ganas, el entusiasmo y finalmente una forma de vivir que caracteriza a ese conjunto humano. Entonces, hablar de “cultura del encuentro” significa que como pueblo nos apasiona intentar encontrarnos, buscar puntos de contacto, tender puentes, proyectar algo que incluya a todos. Esto se ha convertido en deseo y en estilo de vida. El sujeto de esta cultura es el pueblo, no un sector de la sociedad que busca pacificar al resto con recursos profesionales y mediáticos (Ft 216).
El reconocimiento del otro y de su cultura y de su derecho a ser diferente es enriquecedor. A partir de ese reconocimiento hecho cultura se vuelve posible la gestación de un pacto social. Un encuentro social real pone en verdadero diálogo las grandes formas culturales que representan a la mayoría de la población y hace que su presencia sea reconocida por todos. Por consiguiente, un pacto social realista e inclusivo debe ser también un “pacto cultural”, que respete y asuma las diversas cosmovisiones, culturas o estilos de vida que coexisten en la sociedad (Cf. Ft 218-219).