"La vida es don, llamada y respuesta": Argüello define la vocación como un camino de entrega y destaca la importancia del "nosotros" en la Iglesia
El arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal Española, Monseñor Luis Argüello, ofreció una profunda reflexión sobre el concepto de vocación en una entrevista para el programa ‘Últimas Preguntas’ de La 2
Madrid - Publicado el
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En una entrevista reciente a Monseñor Luis Argüello, arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal Española, en el programa ‘Últimas Preguntas’ de La 2, ofreció una profunda reflexión acerca del concepto de vocación, en el marco de un congreso “abierto a toda la Iglesia y a la sociedad” que se celebrará la próxima semana en Madrid: El Congreso de Vocaciones.
La vida como don, llamada y respuesta
Este domingo 2 de febrero la Iglesia “celebra la presentación de Jesús y con ese motivo una de las vocaciones de la Iglesia, que es la vocación a la vida consagrada”. Argüello destacó que la vocación no se limita a la vida religiosa o sacerdotal, sino que abarca un espectro mucho más amplio.
Según Argüello, “la vida es vocación, un regalo y un don que lleva en sí mismo una llamada que a lo largo de la existencia respondemos”, y añade que "la vida es don, la vida es llamada y respuesta y esa llamada y respuesta aterrizan en una forma concreta para que sea visible. Y ahí es donde aparecen las vocaciones en el seno de la iglesia". Esta perspectiva plantea que cada persona tiene un propósito único y particular en la vida, una misión que trasciende el mero interés individual. Pero completa la reflexión, diciendo que “también es algo bueno para el planteamiento de la vida social”.
Del "Pienso, luego existo" al "Soy llamado, por eso vivo"
El arzobispo de Valladolid también hizo referencia a un documento que “sirve de marco para el congreso”, el cual propone un cambio de paradigma en la concepción de la existencia. En contraposición al famoso "Pienso, luego existo", el documento propone "Soy llamado, por eso vivo". Esta afirmación busca superar la autorreferencialidad y el individualismo, invitando a las personas a preguntarse "¿Para quién soy?", como camino para descubrir quiénes son y “situarnos en las relaciones con los demás y en el hacer”.
De este modo “se ilumina esa otra pregunta decisiva de la existencia. ¿Quién soy?”. Monseñor Argüello resaltó que el Papa Francisco apoya esta idea. “Por eso este va a ser el lema de nuestro congreso” apunta.
Más allá del individualismo: La importancia del "nosotros"
Argüello critica el elogio de la persona autónoma e independiente, que ha llevado a un individualismo que dificulta la vida en común. Y es que, aunque tendamos a pensar que somos más libres cuanto más nos conocemos y cuidamos, Argüello apunta que “no es tanto nos nos, sino yo, yo, yo”.
“Cuando el hombre toma conciencia de sus enormes capacidades, a veces se olvida de su origen, a veces se olvida de que es don, a veces se olvida de que es persona y por tanto es relación. Y la conciencia, el sujeto, las capacidades se viven en una clave individualista. O sea, la persona queda reducida a un individuo, y genera dificultades para la vida común, provocando un territorio conflictivo tanto en las relaciones interpersonales como en las de grupo” explica, y añade que “hay dos maneras de entender el nos, y hay un nos en el que de alguna forma se afirma el yo”
Por ello, propone una visión más amplia del "nosotros", donde la identidad no se define en contraposición a los demás, sino en la búsqueda de una "complicidad en la misión común". En esta línea, mencionó el concepto de sinodalidad, como un ejercicio de “corresponsabilidad diferenciada” en la misión de la Iglesia.
La vocación como participación en la vida de la Iglesia
Argüello destacó que el sínodo está impulsando “la participación de todos los bautizados en la comunión y misión de la Iglesia”, y su importancia conforme a la vocación particular de cada uno, “en la que ha sido llamado, y parte de reconocerte como don”.
Subrayó que la vocación no se descubre en solitario, sino en comunidad, concretamente “en torno a la mesa de la Eucaristía”, donde cada uno encuentra su lugar. Insistió en la necesidad de que cada persona valore la vocación de los demás. “Todos somos necesarios en la comunión y misión de la Iglesia, y es importante que cada uno valore muchísimo la vocación de los otros”.
Obediencia y discernimiento: claves para descubrir la vocación
Según Argüello, la clave para descubrir la propia vocación reside en la oración y en la capacidad de leer e interpretar las señales de Dios en la vida cotidiana, en los sacramentos, en el encuentro con los demás, y especialmente en los más frágiles y necesitados, “donde de alguna forma su plan ha quebrado y desde ahí hay una llamada”.
En este sentido, propuso una "pedagogía de la oración" para descubrir la propia vocación y “reconocer e interpretar” la voluntad de Dios y tomar “una decisión que es una obediencia”. Un concepto que se elogia en el congreso como “un camino que ver al corazón”. Resaltó la importancia de la humildad, al igual que María y Jesús, en este camino, donde “hay una sabiduría para descubrir el significado de la existencia para quién soy."
Una cultura vocacional para la sociedad
Finalmente, Monseñor Argüello expresó su deseo de que este congreso, en el que se encontrarán en torno a 3.000 personas de las 70 diócesis españoles, de congregaciones religiosas, asociaciones y movimientos laicales con muchas personas jóvenes, contribuya a sembrar una “cultura vocacional” no solo en la Iglesia, sino también en la sociedad, un término que ya estableció Juan Pablo II a mediados de los años 80, como bien explicaba el arzobispo.
Puso ejemplos de médicos, profesores o trabajadores que, a través de su entrega y servicio, revelan el valor de una vida ofrecida a los demás. “Reconocemos que cuando hacemos algo estamos entregando quién somos, respondiendo a la pregunta ‘para quién soy’ y además de ser un oficio con el que yo me gane legítimamente la vida, vemos algo valioso” apunta Argüello.
Mencionó como ejemplo la solidaridad mostrada tras la riada en Valencia, donde muchos descubrieron "que merece la pena embarrarse por otro, que merece la pena dar la vida por otro". “Si fuésemos capaces de descubrir este aire, de superar dialécticas de contrarios, de superar solo derecho a tener derechos y entrar en este camino de responder a llamadas de amor que surgen de lo concreto de la vida, yo creo que daríamos un paso como sociedad”.
Un llamado a la esperanza y a la acción
El arzobispo concluyó su intervención con un mensaje de esperanza, recordando el Jubileo de la Esperanza convocado por el Papa Francisco. “Es una expresión de cómo el sínodo continúa. Como este pueblo de Dios es un pueblo peregrino, que sale y quiere saber a dónde va y lo que realiza en esta peregrinación, que es un camino santo y arduo. Y ver un pueblo peregrino, ver un pueblo que caminando juntos expresa la belleza de un cuerpo porque hay diferentes rostros, porque hay diferentes maneras de encarnar el cuerpo de Cristo y que desde ahí siente la alegría de expresar su vida como una vida ofrecida a los otros, es en sí mismo una fuente de esperanza."
Animó a todos a participar activamente en la construcción de una sociedad más justa y solidaria, respondiendo a las llamadas de amor que surgen de lo concreto de la vida.... “Nosotros queremos con este encuentro un doble objetivo, el suscitar esta cultura vocacional, y luego en la vuelta a casa, en la continuidad de la peregrinación, cada cual en su sitio, surjan en las diocesis una experiencia de trabajo compartido, de trabajo sinodal entre las diversas realidades eclesiales que cultivan las vocaciones para juntos sembrar la cultura vocacional y desde ahí ofrecer caminos de discernimiento y de acompañamiento de oración y de lectura de las llamadas que vemos alrededor para suscitar esto" finaliza Argüello. Pues la peregrinación no es deambular, sino tener un objetivo, saber dónde vamos y emprender el camino.