Comienza el Sínodo de Obispos dedicado a los jóvenes, pero ¿sabemos qué es un Sínodo?

“Sínodo”, procede de dos términos griegos que explican perfectamente su significado: syn (juntos) y yhodos (camino).

Presentación del Sínodo de Obispos dedicado a los jóvenes

Eva Fernández Huéscar

Roma - Publicado el - Actualizado

5 min lectura

Se trata de una “reunión” de obispos, cuyo nombre oficial, “Sínodo”, procede de dos términos griegos que explican perfectamente su significado. Estos dos términos son syn (juntos) y yhodos (camino), por lo que un Sínodo expresa la idea de “caminar juntos”

Presentación del Sínodo dedicado a los jóvenes. Fuente Vatican News

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El Sí­nodo de obispos nació hace 50 años, al final del Concilio Vaticano II por deseo del Papa Pablo VI, que precisamente será canonizado el próximo 15 de octubre, en medio de una reunión de obispos impulsada por el mismo.

Palo VI quería crear una estructura que tuviera una representación de toda la iglesia, a modo de asamblea de obispos de todo el mundo que pudieran ayudaran al Papa en el gobierno de la Iglesia.

De esta forma tan sencilla, el 15 de septiembre de 1965 nació el Sínodo de los Obispos, dependiente directamente del Papa.

Por lo tanto, un Sínodo es una asamblea internacional de obispos que representan al episcopado mundial y que se reúne cada vez que un Papa los convoca. Los obispos pueden intervenir, discutir y presentar propuestas al Pontífice.

El sí­nodo suele durar varias semanas y participan entre 200 y 250 obispos, con tiempo suficiente para afrontar las cuestiones en profundidad. Una vez finalizado se entregan las conclusiones y propuestas al Papa, para que él las pueda usar libremente como base de un documento magisterial. 

Los sí­nodos se convocan aproximadamente cada dos años, y los últimos han afrontado cuestiones como la Biblia, la Eucaristí­a, la Nueva Evangelización y la familia. 

Siempre están presididos por el Papa y requieren un proceso largo de preparación a fin de que el documento de trabajo, que se llama “Instrumentum laboris”, la base para la discusión en el Sínodo, sea fruto de una amplia consulta a toda la Iglesia. 

En este tercer Sínodo, que durará 25 días y que concluirá el domingo 28 de octubre, el Papa Francisco invita a afrontar dos aspectos importantes: la fe y los jóvenes y por otro, la vocación.

Se trata de un Sínodo ordinario, es decir de los que se celebran cada dos años. La apuesta de la iglesia por los jóvenes es clara. Pero hay que hacerlo con mayor intensidad y convicción. Los jóvenes son la generación no solo del futuro sino también del presente de la Iglesia.

En el documento de trabajo que servirá como orden del día de los debates entre los obispos se refleja que la Iglesia necesita aprender a escuchar y a entender el modo de razonar de las nuevas generaciones para poder transmitirles la fe.

La pasada Semana Santa 300 jóvenes de todo el mundo se reunieron en Roma para trabajar en equipo con otros 15.000 jóvenes que participaban desde sus lugares de origen a través de grupos de Facebook.

El documento de trabajo alerta de que muchas parroquias “ya no son lugar de encuentro” e incluso se registra “una dificultad de las instituciones religiosas para sintonizar con la conciencia moderna” y expresarse en un lenguaje inteligible para los jóvenes.

Pero en este mismo documento se reflejan también muy buenas experiencias percibidas por los jóvenes pues, “donde se reconoce el valor de los jóvenes, el estilo de la Iglesia y su dinamismo adquieren una fuerte vitalidad, capaz de llamar la atención”.

A través de este nuevo Sínodo sobre Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional, la Iglesia quiere plantearse cómo acompañar a los jóvenes para que reconozcan y acojan la llamada de Dios al amor y a la vida en plenitud.

La Conferencia Episcopal Española estará presente con el presidente de la CEE, cardenal Ricardo Blázquez Pérez; el cardenal y arzobispo de Barcelona, Juan José Omella Omella; el obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño, Mons. Carlos Escribano Subías y el cardenal y arzobispo de Madrid, Carlos Osoro Sierra, participará en el Sínodo como miembro del Consejo Ordinario.

Para ello ha firmado la Constitución Apostólica “Episcopalis communio”, que ya ha entrado en vigor y que tiene como fin conseguir que la asamblea de obispos gane en eficacia y efectividad

Está previsto que cada Sínodo comience con una amplia recogida de opiniones a todos los niveles. Hasta ahora se consultaba a las Iglesias, pero de un modo muy limitado y se daba más importancia a la celebración de la asamblea. Ahora se dará más peso a la fase previa y a la aplicación de las conclusiones.

Los nuevos cambios favorecen que todos los católicos intervengan en la preparación, profundizando en el contenido y enviando sugerencias. Así de esta forma se podrá incidir en los problemas y se podrán tomar decisiones eficaces.

También, a partir de ahora, cuando el Papa convoque un Sínodo y le otorgue la capacidad de tomar decisiones, el documento final tendrá carácter magisterial e incluirá la firma del pontífice y de todos los obispos participantes. 

-Chiara Corbella Petrillo, optó por seguir adelante con su embarazo sin tratarse el tumor que la diagnosticaron y por el que murió.

-Janos Brenner, sacerdote húngaro asesinado a los 26 años en plena represión soviética cuando llevaba la Eucaristía a los enfermos.

-Thérèse Deshade Kapangala. Congoleña de 24 años. En una manifestación callejera murió cubriendo con su cuerpo el de una niña y murió de los disparos. Quería ser religiosa.

-Montse Grases, joven española del Opus Dei que vivió con fe y optimismo el sarcoma de huesos que provocó su muerte a los 18 años.

-Carlota Nobile se convirtió escuchando un discurso del Papa y a partir de ese momento se tomó en serio la fe. Falleció a los 24 años.

-Carlo Acutis, italiano fallecido a los 15 años. A su funeral acudieron muchos pobres a los que ayudaba en secreto.

-Gianluca Firetti, italiano que a los 18 años descubrió que tenía un tumor. Escribió un libro en el que muestra su lucha y amistad con Dios.

-Chiara Badano, falleció a los 18 años viviendo con extrema entrega su enfermedad.

-La italiana Chiara María Bruno falleció a los 25 años. No temía a la muerte sino a morir lejos de la iglesia.

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