Lo que “esconde” el ojo de cerradura más famoso de Roma

El ojo de cerradura, ante el que habitualmente los turistas hacen largas colas, es el único del mundo que permite ver a la vez tres estados: La orden de Malta, Italia y el Vaticano

Lo que “esconde” el ojo de cerradura más famoso de Roma

Eva Fernández Huéscar

Roma - Publicado el - Actualizado

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La Villa del Gran Priorato se alza sobre la colina romana del Aventino, muy cerca del Circo Máximo y pertenece a la Orden de Malta desde hace más de 700 años.

Aunque no forma parte de las rutas habituales de los turistas que visitan Roma, el “Buco della Serratura” (“Agujero de la Cerradura”) es uno de los lugares “secretos” de Roma. Por ese motivo es habitual ver a tantas personas que hacen cola para poder disfrutar de esta vista única, a pesar del reducido ángulo de visión que ofrece la cerradura. La espera merece la pena porque se pueden contemplar en un mismo instante los territorios de tres Estados distintos: Italia, el Vaticano y la Orden Soberana y Militar de Malta.

Pero probablemente lo que más impresiona es que la cerradura encuadra una de las imágenes más fascinantes de la cúpula de San Pedro, un lugar privilegiado desde el que contemplar la Ciudad Eterna.

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La puerta que contiene la cerradura permite disfrutar de la Villa del Priorato de los Caballeros de Malta, que sólo puede ser visitada con cita previa. Lo primero que se descubre es un jardín a la italiana exquisitamente cuidado que rodea la sede de la Embajada de la Orden de Malta ante Italia, y la Sala del Capítulo, donde se eligen a los grandes maestres de la Orden cada vez que fallece el anterior, una forma de elección que recuerda a los cónclaves.

La larga historia de la Orden puede apreciarse también dentro de la iglesia de la villa, dedicada a San María del Aventino. Es el único ejemplo arquitectónico del artista Giovanni Battista Piranesi (1720-1778), que modificó una antigua planta del siglo X, cuando había monjes benedictinos. En su interior se encuentran las banderas que representan los antiguos reinos a los que pertenecían los caballeros del siglo XV. Giambattista Piranesi también se encargó de rediseñar el entorno. El interior de la iglesia representa la apoteosis de San Basilio, uno de los protectores de la Orden, que se eleva al cielo sobre una gran esfera que representa la Tierra.

La Villa Magistral ha acogido algunos de los acontecimientos más importantes de la historia de la Orden en los últimos tiempos: las elecciones de los seis últimos Grandes Maestres y la fiesta de San Juan Bautista -patrón de la Orden- que se celebra anualmente en sus jardines el 24 de junio desde hace siglos.

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El pasado mes de septiembre el Papa Francisco aprobó la nueva Constitución de la Orden de Malta, y convocó para enero del 2023 un nuevo Capítulo General Extraordinario para elegir a la nueva cúpula con las nuevas reglas con vistas a salvaguardar la unidad y el bien mayor de la Soberana Orden Militar Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta. El encargado de preparar el Capítulo General Extraordinario es el cardenal Silvano Maria Tomasi, a quien el papa nombró hace unos años como interventor de la Orden de Malta. Contará con la ayuda del lugarteniente del Gran Maestre, John Dunlpa.

La Orden de Malta tiene una increíble historia de siglos y cuenta con tres sedes en Roma: el Palacio Magistral, la Villa Magistral y la Casa de los Caballeros de Rodas.

¿Qué es exactamente la Orden de Malta?

Hoy en día la organización sanitaria más antigua del mundo funciona como una entidad soberana y mantiene relaciones diplomáticas con más de 100 estados, incluyendo la Unión Europea y tiene estatus de observador permanente en las Naciones Unidas.

La Orden está dirigida por el Gran Maestre, que gobierna a la vez como soberano y como superior religioso y está asistido por el Consejo Soberano, que preside. La primera sede en Roma fue precisamente la Villa Magistral (construida sobre un antiguo monasterio benedictino).

Las cifras hablan por sí solas: 13.500 miembros, 95.000 voluntarios permanentes y 52.000 profesionales de la sanidad. A esto se le suman 20 hospitales, 110 residencias de ancianos y cientos de centros médicos financiados y gestionados directamente por la Orden de Malta, que también mantiene acuerdos con gobiernos y agencias internacionales en 120 países.

La asistencia a las víctimas de catástrofes naturales y conflictos armados se ha intensificado en las últimas décadas como las de los últimos años en Indonesia, tras el terremoto y el tsunami de septiembre de 2018, en Nepal tras gravísimos terremotos, en las Filipinas devastadas por el tifón Haiyan, en el Cuerno de África azotado por la hambruna. En Haití, el país más pobre del hemisferio occidental, se están llevando a cabo proyectos de desarrollo sostenible a largo plazo.

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Y por supuesto la Orden ha intervenido para apoyar a los refugiados, los desplazados y los migrantes en general. En la frontera turca mantienen el hospital de campaña en Kilis, con 100 camas para los refugiados que huyen de Siria. Apoyan también 9 centros médicos, de los cuales 3 son clínicas móviles en la región de Alepo, en Siria.

Por poner otro ejemplo, el Hospital de la Sagrada Familia de Belén ha visto nacer entre sus muros desde 1990 a 86.000 niños, y tiene una tasa de mortalidad infantil inferior al 1%.

Una larga historia que arranca en la época de las Cruzadas

Para conocer el origen de la Orden de Malta tenemos que trasladarnos nada menos que hasta Tierra Santa, al inicio del Siglo XI, exactamente en el año 1048. Un grupo de mercaderes italianos originarios de Amalfi consiguieron que el Califa de Egipto les diera permiso para construir en Jerusalén una iglesia, un convento y un hospital dedicado a San Juan Bautista para asistir a los peregrinos.

Este fue el nacimiento de la comunidad religiosa de los Hospitalarios de San Juan. Su fundador y primer Gran Maestre fue el Beato Gerardo. El Papa Pascual II a través de una Bula, el 15 de febrero de 1113 puso la orden bajo la protección de la Santa Sede. Desde aquel momento tuvieron el derecho de elegir libremente a sus superiores, sin interferencia de otras autoridades laicas o religiosas.

Al fundador le sucedió el Beato Frey Raymond du Puy, quien redactó la primera Regla: todos los hermanos debían ser religiosos, ligados por los tres votos monásticos de pobreza, castidad y obediencia, y dedicarse a la asistencia a los pobres y los enfermos. Desde entonces a la cabeza se encuentran hombres laicos que realizan votos de pobreza, castidad y obediencia ante el papa.

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