¿Quién fue Ladislao Bukowinski, el beato polaco al que pone como ejemplo el Papa Francisco en Kazajistán?

Beatificado en 2016, fue víctima del comunismo soviético. Fue el primer sacerdote católico en llegar a Karaganda, hoy la comunidad católica más numerosa de Kazajistán

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Redacción Religión

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La figura del beato Ladislao Bukowinski (1904-1974) ha adquirido notoriedad durante el viaje del Papa Francisco a Kazajistán. Beatificado en 2016, fue un sacerdote católico de origen polaco que sirvió en la diócesis de Karaganda, anclado en el país asiático.

Tal y como ha recordado el propio Francisco este jueves, 15 de septiembre, durante su encuentro con la comunidad católica de Kazajistán en la catedral de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro en Nursultán, fue un sacerdote “que gastó su existencia cuidando a los enfermos, a los necesitados y a los marginados, sufriendo en carne propia la fidelidad al Evangelio con la prisión y los trabajos forzados”.

Y es que los tiempos que tocó vivir a Ladislao Bukowinski fueron muy difíciles, en el marco de las persecuciones de Stalin. De hecho, fue arrestado en varias ocasiones como consecuencia de su actividad apostólica.

Una vida marcada por el servicio a los débiles y las persecuciones del comunismo

Su primer arresto por la policía secreta soviética tuvo lugar el 22 de agosto de 1940 y sentenciado a ocho años de trabajos forzados por el delito de ser sacerdote en un área controlada por los comunistas. Cuando Alemania invadió la URSS, los agentes soviéticos comenzaron a masacrar prisioneros, aunque Ladislao Bukowinski logró sobrevivir. Fue liberado cuando el ejército alemán invadió la zona.

Reanudó su trabajo pastoral que incluía esconder niños judíos con familias católicas. Pero el 3 de enero de 1945 volvió a ser detenido junto a varios sacerdotes y trasladados a Kiev donde permaneció hasta julio de 1946, cuando fue sentenciado a trabajos forzados en las minas de Karaganda (Kazajistán) en el gulag soviético durante una década.

Tras el fallecimiento de Stalin, Ladislao Bukowinski fue liberado del campo y se le ordenó permanecer en el exilio en Karaganda, donde trabajó como vigilante en una obra de construcción y fue el primer sacerdote católico en llegar a la nación.

Su presencia fue clave para que naciera una comunidad católica en Karaganda a finales de la década de los cincuenta, aunque en un primer momento su labor la desarrollaron en la clandestinidad. No obstante, sostuvo en la esperanza a miles de deportados, en su mayoría polacos y alemanes. Celebraba la Misa en secreto en casas particulares con ventanas con cortinas para evitar ser detectado.

Testimonios de quienes conocieron al beato polaco reconocen que de su herencia espiritual nacieron más de 16 vocaciones al sacerdocio, incluidas las de dos obispos: Joseph Werth, obispo de Novosibirsk, y Nikolay Messmer, ahora fallecido, obispo en Kirguistán, y 28 vocaciones femeninas para vida consagrada en siete congregaciones y comunidades diferentes.

Hoy, la diócesis de Karaganda cuenta con un total de cuatro iglesias católicas, un seminario internacional y un convento de clausura de monjas carmelitas. Además, el pasado mes de junio, el Papa Francisco elevó la iglesia de San José a basílica menor.

"Siempre había sobre su tumba flores frescas y una vela encendida"

Ya en sus últimos años de vida visitó Polonia en varias ocasiones, donde se reunió con el arzobispo de Cracovia, que entonces era Karol Wojtyla (luego proclamado Papa). Pero durante sus visitas a Polonia, fue objeto de vigilancia por parte de las fuerzas del servicio secreto comunista.

Murió, con un rosario en las manos el 3 de diciembre de 1974 en un hospital de Karaganda a causa de una hemorragia. Sus reliquias (restos) fueron posteriormente consagradas en la catedral de la ciudad en 2008.

“Me han contado que, ya desde antes de la beatificación, siempre había sobre su tumba flores frescas y una vela encendida. Esto confirma que el Pueblo de Dios sabe reconocer dónde hay santidad, dónde hay un pastor enamorado del Evangelio”, ha recordado este jueves el Papa Francisco mientras ponía de ejemplo la misión de Ladislao Bukowinski a obispos y sacerdotes.