La inesperada petición del presidente de la Conferencia Episcopal Italiana mientras lucha frente a la covid-19
El Cardenal Bassetti sigue ingresado en el hospital Santa Maria della Misericordia de Perugia y sus condiciones son graves pero estacionarias
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El cuadro clínico del Cardenal Bassetti, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, en estos momentos demuestra que los parámetros vitales han estado estacionarios por lo menos durante las últimas 24 horas.
Es lo que describe el último boletín médico del hospital Santa Maria della Misericordia de Perugia, donde el presidente de la Conferencia Episcopal Italiana está hospitalizado desde el sábado, después de haber dado positivo en la prueba del coronavirus hace una semana. El cardenal se somete a una oxigenoterapia con apoyo ventilatorio y sigue las terapias médicas apropiadas.
Inmediatamente en las palabras del cardenal había ofrecido este momento de sufrimiento. Desde que empeoró el arzobispo de Perugia - Ciudad de la Pieve, en una llamada por teléfono pidió rezar al Señor por él y por todos los enfermos o por los que están pasando una dura prueba, invocando la intercesión de tres testimonios del Evangelio vinculados a la región del Umbría: el joven y beato Carlo Acutis cuyos restos descansan en Asís, el cirujano "buen samaritano" Vittorio Trancanelli de Perugia, cuyo cuerpo está enterrado en la capilla del hospital donde está hospitalizado el Cardenal, y el sonriente seminarista Giampiero Morettini, también de Perugia. De ahí la verdadera cadena de oración que ha comenzado también a través de las redes sociales.
Los tres testimonios del Evangelio vinculados al Cardenal Bassetti
“Un joven que ha superado todos en sapiencia y ha sabido ponerse a la escucha, cada día, de la Palabra de Dios y ha sido capaz de llevarla al mundo consiguiendo poner, con fuerza y humildad, a Jesús al centro de su vida”: con estas palabras describía el Cardenal Bassetti a finales de octubre a Carlo Acutis, el chico “enamorado de la Eucaristía” que en el 2006, a la edad de 15 años, falleció a causa de una leucemia y que el pasado 10 de octubre fue proclamado beato. En la misma ciudad de San Francisco se encuentra su tumba y justo desde esa ciudad ha llegado una reliquia del beato al hospital donde se encuentra el presidente de la CEI.
Otra persona muy importante para el Card. Bassetti es el cirujano Vittorio Trancanelli, declarado venerable y fallecido en 1998. Su cuerpo ha sido enterrado justo en la capilla del hospital donde se encuentra el presidente de la CEI. “Un profeta – había dicho Bassetti – un hombre que con su vida proclamaba las obras de Dios y que en los pobres y en los enfermos supo reconocer la imagen de Cristo”. Lo llaman todavía hoy el “santo de la sala operatoria”.
Y el pasado agosto el Card. Bassetti había dado el vía libre para el estudio de la vida y las virtudes heroicas de Giampiero Morettini, seminarista de Perugia que soñaba con ser un “buen sacerdote” y que murió en 2014 con 37 años después de un calvario en el hospital. Seis años después, la tumba de Giampiero Morettini es destino de una peregrinación que no quiere parar y no solamente se acercan familiares y conocidos, sino también de quienes descubrieron su "fama de santidad" a través de amistades en común, un libro que se escribió dedicado a él, y testimonios de amigos que lo conocieron.
Era el 21 de agosto de 2014 cuando Giampiero Morettini, el "seminarista de la sonrisa", murió en Perugia, Italia. Tenía 37 años y su calvario en el hospital comenzó en julio, después de una delicada operación al corazón. Habían detectado la enfermedad en el seminario cuando los médicos le dijeron que tenía una malformación congénita grave que necesitaba una cirugía urgente.
"Muchos piden su oración por la curación de los niños enfermos o incluso por tener un hijo, otros reconocen que orar en la tumba de Giampiero es para ellos una fuente de profunda paz interior, otros hablan de las gracias recibidas como alivio de tristeza o por el acompañamiento a una muerte lo màs tranquila posible o por la conversión de una persona querida”, escribe el párroco de Castel del Piano, la parroquia de Giampiero, Don Francesco Buono.