La vida misionera de Mari Ángeles en Guarapari (Brasil): “Muchas familias viven hacinadas en casas sin tejado”

La Hermana de la Consolación ha relatado en 'COPE misionera' los proyectos con niños en el que trabajan para paliar los efectos de la pobreza

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La vida misionera de Mari Ángeles en Guarapari (Brasil): “Muchas familias viven hacinadas en casas sin tejado”

José Melero Campos

Publicado el - Actualizado

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Guarapari es un municipio brasileño ubicado en el estado de Espírito Santo, de unos 116 mil habitantes. Para entendernos, la población que puede tener Salamanca o Tarragona. Sus paisajes hace que sea una de las zonas más visitadas por los turistas.

Pero no fue precisamente a hacer turismo Mari Ángeles Lara, misionera albaceteña que, por cierto, el pasado mes de agosto recibió los votos perpetuos como Hermana de la Consolación. En esta zona repleta de contrastes lleva tres años Mari Ángeles acercando la palabra de Dios a sus habitantes, muchos de ellos en estado de pobreza extrema.

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Togo, Filipina o Venezuela son otros de los destinos en los que estuvo nuestra protagonista, que a las doce del mediodía (cinco de la tarde en España) nos ha atendido en 'COPE misionera': “Nos estamos preparando para almorzar y todos los trabajadores paran”, nos ha explicado.

La dura realidad en los barrios periféricos de Guarapari

En Guarapari, como es común en los países de Sudamérica, la sociedad es de contraste: “Las playas aquí son increíbles y por eso es muy turístico. Es lindo. Pero cuando ya vas a la periferia se descubre mucha pobreza, observas cómo las construcciones están muy mal hechas, muchas no tienen ni tejado y si son familias numerosas, están hacinados. Cuando llueve todo lo que tienen dentro se moja. Es un contraste grande, porque cuando en los barrios periféricos, donde vivimos y trabajamos nosotros, las condiciones son muy malas”, ha relatado la misionera.

Pese a las circunstancias, Mari Ángeles ha remarcado que el estilo de vida de sus gentes es alegre y acogedor: “Su actitud hace que lo vivan con una fe que les ayuda. A lo feo del exterior le dan una belleza interior”.

En Guarapari, la principal misión de las Hermanas de la Consolación es atender un centro de actividades lúdica-educativas al que asisten niños y adolescentes de seis a catorce años: “Es importante, porque el absentismo escolar es muy alto aquí. Intentamos que pasen el menor tiempo posible en la calle, porque entraña muchos peligros”, comenta Mari Ángeles a 'COPE misionera'.

No solo los niños de familias pobres, también atienden a hijos cuyas familias están desestructuradas o con vínculos poco fortalecidos: “Aquí realizan las actividades o les damos de merendar. Para algunos, es la única comida fuerte que realizan al día”.

Como en el resto del planeta, la covid-19 hace estragos. Esta zona, que vive en buena medida del turismo, ha visto como todo se ha paralizado. Por ello, las pastorales se han puesto manos a la obra para servir como cauce de personas que donan alimentos y ropa para las familias necesitadas.

Así nació la vocación misionera de Mari Ángeles

La vocación misionera de Mari Ángeles le vino desde pequeña, antes incluso de entender lo que implicaba esta palabra: “Le comentaba a mi madre que quería ayudar a la gente, sobre todo a los más discriminados. Antes de entrar en la congregación tuve una experiencia misionera en Venezuela. Aquello reforzó mi vocación religiosa”.

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Tras años de experiencia como misionera, percibe que recibe más que da: “Puede parecer un tópico, pero es así. Venimos a ayudar pero te das cuenta de que aprendes mucho con la gente sencilla y de ti misma. Eres consciente de que no eres la salvadora del mundo, pero haciendo lo que puedes, el Señor se vale”.

Como suele ocurrir en estos casos, los padres son los más “sufridos”. Lisardo y Mari Cruz, (padres de Mari Ángeles) les costó entender la vocación de su hija, pero acabaron por apoyarla: “Me apoyan por mi felicidad, y ven que estoy feliz porque siento que estoy donde he sido llamada. Me animan y están en contacto conmigo siempre. Pero la preocupación de la familia, por estar lejos y no poder vernos, está presente. Saben que me cuido, y me cuido por ellos, para no darles disgustos. Les echo de menos pero me respetan. Mi madre me dicen que vuelva ya pero bueno...” nos cuenta la Hermana de la Consolación.