Los niños, uno de los colectivos más castigados por el corte eléctrico: “No pueden ir al colegio”

Pese a la dureza de la situación, los pequeños de Cañada Real viven con resignación estos duros momentos

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José Melero Campos

Publicado el - Actualizado

2 min lectura

El corte de suministro eléctrico que sufre Cañada Real desde el pasado 2 de octubre afecta a toda la población. Además de los ancianos y personas vulnerables, uno de los colectivos más castigados es el de los menores, que representan en torno a un tercio de sus habitantes (1.800). Para muchos de ellos, la imposibilidad de disponer de ropa limpia o de darse una ducha caliente les impide ir al colegio. “Un curso perdido”, tal y como remarcaba para ‘Aleluya’ el párroco de Cañada, el Padre Agustín Rodríguez.

Los micrófonos de COPE han podido comprobar que los pequeños llevan esta situación con resignación, al menos aparente. La mayoría de ellos suelen ir acompañados de su pandilla por las descuidadas calles de la zona que nos recuerda a un campo de refugiado balcánico. Porque en Cañada Real Galiana los videojuegos brillan por su ausencia. Los menores se crían como en generaciones anteriores. Una pelota es suficiente junto a grandes dosis de imaginación.

Pero el absentismo escolar como consecuencia del corte de suministro y la brecha digital hace que estos chicos se queden atrás respecto a sus iguales de otros barrios. Algunos padres de las criaturas en cualquier caso no estiman conveniente enviarles a las aulas: “Mi niña quiere ir al colegio, pero no la dejo. ¿Dónde se ducha, si no hay agua ni nada? No tengo agua ni para calentarnos. El frío no se puede aguantar. Tengo una estufa pequeña pero cada cinco días tengo que echarle veinte euros para la bombona y no puede ser”, relata uno de los padres.

El sol hacía rato que dejó de iluminar el interior de su vivienda. Para colmo, el día de la grabación el cielo estaba encapotado, por lo que en torno a las seis y media de la tarde, Cañada Real oscurece: “He conseguido un poco de agua caliente buscándome la vida. Yo me dedico a vender chatarra y hoy solo he conseguido doce euros. Con eso solo tengo bombona para dos días. No se puede así”.

Una situación que cada día es más desesperada. A tan solo unos metros de su vivienda, residía un anciano de 74 años de nacionalidad marroquí como consecuencia de la ola de frío de la primera mitad del mes de enero: “No sé qué vamos a hacer, pero así es imposible”, lamentaba mientras consumía una taza de café.

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