Cristina del Olmo, pregonera de la diócesis de Barbastro-Monzón: "Nadie puede vivir sin rostros a quien amar"
La periodista, que trabaja en la Oficina de Comunicación de la CEE, ha emocionado durante su pregón que se ha celebrado en la catedral de la Asunción de Santa María
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La diócesis de Barbastro-Monzón ha celebrado este sábado su pregón de Semana Santa en la Catedral de la Asunción de Santa María, que en este 2021 ha corrido a cargo de la periodista Cristina del Olmo, integrante de la Oficina de Información de la Conferencia Episcopal Española y colaboradora de la revista ECCLESIA.
Ya estaba previsto que en la Semana Santa de 2020 fuese del Olmo la encargada de pronunciar el pregón, pero la pandemia obligó a retrasar un año este importante acontecimiento para la Iglesia de Barbastro. Por ello, Cristina cuenta entre risas cómo el obispo Ángel Javier Pérez Pueyo le comentó que ha sido la única pregonera en la historia de la diócesis que ha sido elegida en dos ocasiones.
Además del titular de la diócesis de Barbastro-Monzón, han estado presentes el presidente de la Junta coordinadora de cofradías, Silvia Peropadre, además de autoridades y entidades que apoyan y ayudan a la difusión de la Semana Santa de Barbastro.
Cristina del Olmo cuenta con una dilatada trayectoria en el ámbito de la comunicación de la Iglesia en España. Pertenece a la Oficina de Información de la CEE desde 1993, y ha cubierto algunos de los acontecimientos más importantes de los últimos tres pontificados.
Uno de los momentos que no olvidará es el 16 de marzo de 2013, cuando tuvo la oportunidad de saludar al Papa Francisco en el encuentro con los periodistas que estuvieron cubriendo el cónclave y en su elección. El papel de la mujer en el Evangelio y la libertad religiosa, son los dos ejes sobre los que ha girado su pregón de Semana Santa.
Pregón de la Semana Santa de la diócesis de Barbastro-Monzón 2021
Dedicado a todos los que han muerto en la diócesis de Barbastro-Monzón en este tiempo de pandemia, a los que no hemos podido despedir. Deseamos para ellos que estén ya gozando del Reino de los Cielos.
Agradezco inmensamente poder estar aquí con vosotros. Saludo al Excmo. y Rvdmo. Sr. Obispo, al Ilmo. Sr. Alcalde, a la Sra. Presidenta de la Junta Coordinadora de Cofradías, a las autoridades, Hermanos Mayores, Priores, Presidentes, cofrades y a todos los que a través de las redes o medios de comunicación me podéis escuchar desde casa.
Esta Semana Santa, que por segundo año consecutivo se celebrará con más o menos presencia en las iglesias, según las restricciones establecidas por la evolución de la pandemia, nos lleva a poner en práctica más que nunca la “creatividad del amor”. Será una Semana Santa sin procesiones pero estoy segura que saldrá vuestro corazón cofrade a las calles y seguiréis dando testimonio de la fe en la resurrección con vuestros gestos de alegría y de ternura hacia los demás.
Os hablo hoy desde mi parroquia de Santa María la Antigua, en Vicálvaro, Madrid – a la que os invito a todos a visitar cuando se pueda -. Os he llevado todo este año en mi corazón con una especial emoción. Me gustaría citar aquí a todos y cada uno de vosotros que habéis perdido a un familiar, que estáis pasando por situaciones duras por falta de trabajo, de soledad o de enfermedad. Para vosotros especialmente la vivencia de la Pasión y la Resurrección tendrá más sentido que nunca.
Amor, fe, humildad, perdón, recogimiento, silencio, testimonio, compromiso, comunidad, devoción, presencia, encuentro, belleza. Tradición. Misericordia. Ternura. Estas son algunas de las palabras que me han dado las cofradías. Palabras que se ven, que se experimentan con vuestros actos. Sentimiento profundo ante cada imagen, que nos recuerda que la fe tiene que vivirse en cada casa, en cada familia, en cada uno de nuestros gestos, en la calle, en el cuidado a los demás en cualquier circunstancia, en la acogida del diferente, en la alegría de querer y de saberse queridos.
Certeza, confianza, acogida, fidelidad, amistad, bondad, sufrimiento, voluntad de Dios, alegría infinita. Esperanza. Resurrección. Vida eterna. Salvación. Certeza en la resurrección, confianza cada día de nuestra vida en Dios; verdadera amistad; sufrimiento que nos lleva a la salvación, al amor sin medida; aceptación de la voluntad de Dios, tan difícil en este año tan duro que nos ha tocado vivir. Confianza. Silencio. Oración.
Sobre todo me recordáis -y lo he comprobado con vosotros durante todo este año de pandemia- la confianza de María, de la Madre ante el sufrimiento de su Hijo. De nuevo el Silencio. El “Hagáse tu voluntad”. Ella cree desde el principio de los tiempos contra toda esperanza. No temas María, Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin”. (Lc 1,32).
María, con su mirada, en medio de su soledad en los momentos de la Pasión de Jesús, en medio de su desgarrador dolor, infunde a su hijo fortaleza, ternura, confianza plena en el plan de Dios, aunque no lo comprenda. Todas las que somos madres, ¿podemos imaginar su profundo sufrimiento? su miedo, sus ganas de abrazarle, de morirse con él, de cambiarse por él, de desclavarle de la cruz y llevárselo con ella. Pero María hace suyo el dolor de su Hijo. Con todas sus consecuencias. Abre su corazón a Dios. Se deja empapar. Sin preguntas. Hace suya la historia de la salvación, del Amor con mayúsculas, desde la certeza de que la muerte no es el final, desde la Resurrección que vamos a celebrar. En María vemos el abrazo de todas las madres ante el sufrimiento.
Quiere abrazar a su Niño, al que cuidaba en Nazaret, y llevar la cruz junto con su divino Condenado en el camino hacia el calvario. Pero en esa mirada que dura un instante no solamente abraza a Jesús, sino que en su corazón, abraza a los hombres y mujeres de todos los tiempos.
Con ella nos podemos sentir siempre acompañados en los momentos más duros, en la duda y en la fe. En la esperanza y en la soledad. Es el ejemplo de serenidad, de valentía, de fuerza, de gracia. “Bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores. Ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén”.
Esta oración, que rezo como una letanía, innumerables veces cuando quiero agradecer, pedir o estoy preocupada ante cualquier situación, me gustaría que fuera himno y seña de las mujeres cristianas. “Bendita tu eres entre todas las mujeres”…”Bendito el fruto de tu vientre”….
Dejémonos sostener por María en este momento donde cada uno de nosotros ha experimentado la soledad de no ver a nuestros seres queridos, la enfermedad propia o ajena, la imposibilidad de acompañar a nuestros mayores o despedirnos de nuestros muertos.
María, la Madre de Jesús, la Madre Dolorosa, la Virgen de la Esperanza, nos ofrece el bálsamo de la ternura. Sintamos su mirada. Su palabra en el silencio.
Para mí, desde pequeña, la imagen más desgarradora de la Pasión es el encuentro de Jesús, en su agonía, con María, su Madre, camino del Calvario; y de María con Jesús, su Hijo amado, salido de sus entrañas.
Ese intercambio de miradas entre madre e hijo es un momento tan intenso, tan profundo, tan lleno de amor sin límites que sobrecoge y subyuga. Si María está atravesada por la lanza del dolor, no es menos el dolor que siente en su corazón el Hijo al ver a su Madre. La Pasión del Hijo es la Pasión de la Madre. El verdadero amor hace suyo el dolor del otro.
La mirada es el lenguaje más profundo e íntimo entre los seres que se quieren. No hace falta decir nada más. Esa mirada tan llena de presencia da esperanza al otro para seguir viviendo, para afrontar la muerte y llegar a la plenitud. Es la mirada de misericordia que nos llevará al encuentro con Dios.
¡Cuántas miradas sanadoras en este tiempo de Covid! ¡cuántas miradas han expresado el amor ante tanto dolor!
Dejémonos sostener por las mujeres del Evangelio
En María y Jesús se hace humano el amor. El amor concreto. Nadie puede vivir sin rostros a quien amar. El amor se concreta en la madre, el padre, el hijo, en los hermanos, en cada uno de nosotros mirando al otro. Reconociendo que todos somos hermanos, hijos del mismo Padre.
Sigue retumbando en mi cabeza la impactante bendición del papa Francisco desde aquella Plaza de San Pedro vacía, hace ahora un año. Unas palabras para la historia, para volverlas a leer despacio, en oración meditada. “Nos dimos cuenta –nos dijo el Papa- de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos (…). En esta barca, estamos todos”. Todos juntos, como es costumbre en vuestras Hermandades y Cofradías. Abuelos, padres, hijos. Todos juntos debemos remar en una misma dirección: en construir una sociedad habitable, en volver a lo esencial, en estar cerca del que sufre, en colocar en el centro al Señor, por encima de todas las cosas.
Los cristianos tenemos el deber de ser LUZ y, muchas veces, como diría el teólogo Pablo D'Ors, estamos enamorados de las sombras:
"La luz, en cambio, es más real: hace falta limpiar la mirada, los oídos y el corazón para poder verla y disfrutarla”.
Estoy convencida de que el que cuida, el que está preocupado cada día por los demás alcanzará la felicidad verdadera. Verá la LUZ… y será portador de la claridad de la Resurrección.
Cada pasaje de la Semana Santa nos habla a cada uno de nosotros. No podemos olvidarlo. Todas esas palabras que escuchamos en las lecturas de la Pasión del Señor no son un mero relato que cuenta la historia de otros. Todos esos pasos no son solo arte y belleza para atraer al turismo. En ellos está representada nuestra vida. El Evangelio habla de ti, te habla a tí, a mí. A cada uno con nuestra historia particular, con nuestra vida, que solo será plena en el encuentro con el frágil, con el que reclama ayuda sin pedirla.
Solo si nos arrodillamos como María, la Madre, o María Magdalena a los pies de la cruz, a los pies del que sufre, o somos tan compasivos como La Verónica, veremos, como ellas, como las mujeres del Evangelio, el verdadero rostro de Dios.
Amor es desenredar marañas
de caminos en la tiniebla:
¡Amor es ser camino y ser escala!
Amor es este amar lo que nos duele,
lo que nos sangra bien adentro...
Es entrarse en la entraña de la noche
y adivinarle la estrella en germen...
¡La esperanza de la estrella!...
Amor es amar desde la raíz negra.
Amor es perdonar;
y lo que es más que perdonar,
es comprender...
Amor es apretarse a la cruz,
y clavarse a la cruz,
y morir y resucitar ...
¡Amor es resucitar!
(Dulce María Loynaz)
La expresión de la fe, imprescindible en el espacio público
Abramos los ojos y el corazón, dejémonos abrazar por la fe, en esta tierra tan fecunda en ejemplos de fidelidad y generosidad. Esta comunidad vuestra ha sido bendecida en abundancia. No quiero dejar de recordar a los 79 beatos de Barbastro-Monzón que murieron por dar testimonio. Además de los 249 cristianos mártires, a los que recientemente se ha abierto la Causa de Beatificación, que vivieron en estos pueblos, gente como vosotros, que fueron masacrados por hacer pública su fe y por no renegar de ella…Me conmueve su compromiso. Ahora, el vuestro. En una sociedad donde cada vez se hace más difícil la demostración pública de la fe, los mártires nos hablan con una voz fuerte y valiente.
#ApóstolesdeCalle Las Hermandades y Cofradías, las parroquias y comunidades sois semilla de esperanza, sobre todo para los niños y jóvenes. Ejemplo de una fe viva y vivida, de la demostración de la belleza y la devoción en las calles y plazas, de unas tradiciones que no pueden perderse. Seamos apóstoles de calle, capaces de anunciar al Dios vivo, al que camina con nosotros. Seamos apóstoles que alegren la vida al prójimo.
Porque…
La vida se alimenta de días generosos.
De dar y proteger.
Si se ha podido dar, la muerte es otra.
(Joan Margarit)
Amar es Resucitar. Todo el que ha amado, lo sabe.
Cristina del Olmo
Domingo de Ramos, 28 de marzo de 2021