El Sínodo llama a la escucha de los marginados de la sociedad tras "una experiencia sin precedentes"
En una Carta al Pueblo de Dios los participantes han resumido los grandes temas abordados estas semanas: "El mundo en crisis ha resonado dolorosamente en nuestros corazones"
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El Sínodo ha hecho pública, en esta última semana de la XVI Asamblea General Ordinaria, una Carta al Pueblo de Dios: “Queremos, con todos vosotros, dar gracias a Dios por la hermosa y rica experiencia que acabamos de vivir. Este tiempo bendecido lo hemos vivido en profunda comunión con todos vosotros. Hemos sido sostenidos por vuestras oraciones, llevando con nosotros vuestras expectativas, vuestras preguntas y también vuestros miedos”.
Esta sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos constituye “una etapa importante en este proceso” que se abrió hace dos años: “Ha sido una experiencia sin precedentes”. De este modo, el Sínodo recuerda que por primera vez, por invitación del Papa, “hombres y mujeres han sido invitados, en virtud de su bautismo, a sentarse en la misma mesa para formar parte no solo de las discusiones, sino también de las votaciones de esta Asamblea del Sínodo de los Obispos”.
“Utilizando el método de la conversación en el Espíritu, hemos compartido con humildad las riquezas y las pobrezas de nuestras comunidades en todos los continentes, tratando de discernir lo que el Espíritu Santo quiere decir a la Iglesia hoy”, se puede leer en la Carta.
"El mundo en crisis ha resonado dolorosamente en nuestros corazones"
Entre los temas tratados, se ha experimentado la importancia de “favorecer intercambios recíprocos entre la tradición latina y las tradiciones del Oriente cristiano. La participación de delegados fraternos de otras Iglesias y Comunidades eclesiales ha enriquecido profundamente nuestros debates”.
Asimismo, se recuerda que esta asamblea se ha llevado a cabo “en el contexto de un mundo en crisis, cuyas heridas y escandalosas desigualdades han resonado dolorosamente en nuestros corazones y han dado a nuestros trabajos una gravedad peculiar, más aún cuando algunos de nosotros venimos de países en los que la guerra se intensifica”.
"La vocación de la Iglesia es anunciar el Evangelio"
Se ha rezado por “las víctimas de la violencia homicida, sin olvidar a todos a los que la miseria y la corrupción les han arrojado a los peligrosos caminos de la emigración. Hemos garantizado nuestra solidaridad y nuestro compromiso al lado de las mujeres y de los hombres que en cualquier lugar del mundo actúan como artesanos de justicia y de paz”.
Un espacio importante ha sido dado al silencio “para favorecer entre nosotros la escucha respetuosa y el deseo de comunión en el Espíritu. Durante la vigilia ecuménica de apertura, experimentamos cómo la sed de unidad crece en la contemplación silenciosa de Cristo crucificado”.
“Día tras día, hemos sentido el apremiante llamamiento a la conversión pastoral y misionera. Porque la vocación de la Iglesia es anunciar el Evangelio, no concentrándose en sí misma, sino poniéndose al servicio del amor infinito con el que Dios ama el mundo”, se lee en la Carta al Pueblo de Dios.
"No se trata de una ideología, sino de una experiencia arraigada en la Tradición Apostólica"
Los representantes del Sínodo recuerdan que en la mitad del camino de la Asamblea llegó la nueva exhortación apostólica 'C'est la confiance' lo que “nos da la audacia y la libertad interior que hemos experimentado, sin dudar en expresar nuestras convergencias y nuestras diferencias, nuestros deseos y nuestras preguntas, libremente y humildemente”.
¿Y ahora? Esta es una de las preguntas más importantes ahora que se acaba la primera sesión de la Asamblea General Ordinaria: “Esperamos que los meses que nos separan de la segunda sesión, en octubre de 2024, permitan a cada uno participar concretamente en el dinamismo de la comunión misionera indicada en la palabra “sínodo”. No se trata de una ideología, sino de una experiencia arraigada en la Tradición Apostólica”.
"La Iglesia necesita absolutamente escuchar a todos"
“Los desafíos son múltiples y las preguntas numerosas: la relación de síntesis de la primera sesión aclarará los puntos de acuerdo alcanzados, evidenciará las cuestiones abiertas e indicará cómo continuar el trabajo”, aseguran los representantes del Sínodo.
“La Iglesia necesita absolutamente escuchar a todos, comenzando por los más pobres […] se trata de escuchar a aquellos que no tienen derecho a la palabra en la sociedad o que se sienten excluidos, también, de la Iglesia. Escuchar a las personas víctimas del racismo en todas sus formas, en particular en algunas regiones de los pueblos indígenas cuyas culturas han sido humilladas. Sobre todo, la Iglesia de nuestro tiempo tiene el deber de escuchar, con espíritu de conversión, a aquellos que han sido víctimas de abusos cometidos por miembros del cuerpo eclesial, y de comprometerse concretamente y estructuralmente para que eso no vuelva a suceder”.
"La Iglesia necesita escuchar a las familias"
Asimismo, la Iglesia Universal asegura la necesidad también de escuchar a los laicos, a las mujeres y a los hombres: “El testimonio de los catequistas, que en muchas situaciones son los primeros en anunciar el Evangelio; la sencillez y la vivacidad de los niños, el entusiasmo de los jóvenes, sus preguntas y sus peticiones; los sueños de los ancianos, su sabiduría y su memoria. La Iglesia necesita escuchar a las familias, sus preocupaciones educativas, el testimonio cristiano que ofrecen en el mundo de hoy. Necesita acoger las voces de aquellos que desean ser involucrados en ministerios laicales o en organismos participativos de discernimiento y de decisión”.
“La Iglesia necesita particularmente, para progresar en el discernimiento sinodal, recoger todavía más las palabras y la experiencia de los ministros ordenados: los sacerdotes, primeros colaboradores de los obispos, cuyo ministerio sacramental es indispensable en la vida de todo el cuerpo; los diáconos, que a través de su ministerio representan la preocupación de toda la Iglesia por el servicio a los más vulnerables. Debe también dejarse interpelar por la voz profética de la vida consagrada, centinela vigilante de las llamadas del Espíritu”..