Así se fraguó el viaje de Benedicto XVI a Alemania para visitar a Georg, su hermano enfermo
El Papa Emérito ha viajado en las últimas horas a Alemania para visitar a su hermano. Es la primera vez desde 2012 que Benedicto XVI sale de Italia
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Recibió la llamada de Ratisbona el miércoles, en el Monasterio Mater Ecclesiae en el Vaticano, poco después de las doce del mediodía. Se trataba de su hermano Georg, de 96 años. “Está mal”, fue informado el Papa emérito. Y de inmediato ordenó las gestiones necesarias para emprender viaje a Baviera. “Quedó desconsolado en 1991, cuando no llegó a tiempo a despedir a su hermana María en su lecho de muerte. En ese momento dirigía la Congregación para la Doctrina de la Fe y resultó imposible. En esta ocasión estaba decidido a no cometer el mismo error por segunda vez”, explican fuentes del Obispado de Ratisbona que informan también que “se quedará aquí hasta que termine la vida de su hermano”.
Primero, se le pidió permiso al Papa Francisco. Luego, la Cancillería del Estado de Baviera y la diócesis de Ratisbona fueron informadas sobre los planes de viaje. La mañana siguiente, el papa emérito ya estaba en un Lufthansa Airbus (LH 1867). Aterrizó en el aeropuerto de Múnich a las 11.03 a.m. y allí fue recibido por el obispo Rudolf Voderholzer que condujo personalmente la aproximadamente una hora de trayecto. Acompañaban al Papa emérito su secretario, el arzobispo Gänswein, un médico personal, un guardaespaldas de la Guardia Suiza, una enfermera y una monja. Desde allí fue trasladado a Ratisbona en ambulancia. Benedicto XVI, solo tres años menor que su hermano Georg, llegó en silla de ruedas. El viaje a su edad también es un nada desdeñable reto. “Atendimos el servicio con una de nuestras ambulancias de la Cruz de Malta, porque de otra forma habría sido demasiado arriesgado”, justifica la portavoz Alexandra Bengler.
Lo primero que hizo al llegar a la casa de su hermano, tras el emotivo encuentro, fue celebrar una Misa juntos. A pesar de las pocas fuerzas de su hermano, pudieron departir tras la Eucaristía y posteriormente Benedicto XVI fue trasladado al seminario de Ratisbona, en Bismarckplatz, donde permanecerá instalado durante el tiempo que dure la visita. La policía alemana se encarga de su seguridad. Tanto la Bismarckplatz como la calle en la que está la casa de su hermano han sido cerradas al tráfico e incluso se han apostado francotiradores en los tejados vecinos. En frente de las habitaciones dispuestas para él permanece SUV Mercedes oscuro con oficiales de policía de élite enmascarados dentro, en alerta ante cualquier eventualidad.
En realidad, el Obispado de Ratisbona le ofreció instalarse en una suite en el hotel de cuatro estrellas "Bischofshof", un hotel que pertenece a la diócesis y en el que suelen hospedarse sus visitantes más ilustres. Pero Benedicto XVI se limitó a agradecer la oferta y rechazarla. Prefería unos aposentos “más espartanos”. “Comprendan por favor que se trata de una visita privada y nuestra intención es garantizar en lo posible la intimidad de los dos hermanos”, justifica el rechazo al acceso a la prensa el portavoz del Obispado, Clemens Neck.
“Ocupa las mismas habitaciones que utilizó durante su última visita oficial a Baviera, en 2006. Desde luego deseamos que se sienta como en casa y protegerlo de miradas indiscretas, pero no nos permite mimarle demasiado, es muy sobrio en su forma de vida y rechaza cualquier capricho que podamos ofrecer”, confiesa Christoph Leuchtner, vicejefe del seminario y, por así decirlo, intendente del destacado invitado. El mismo edificio alberga en estos momentos a 28 seminaristas que no ocultan su alegría y curiosidad, pero a los que se ha aleccionado para “no molestarle demasiado”. La intención de Benedicto XVI y sus acompañantes es sumarse en lo posible a los horarios y rutinas del seminario.
Las “habitaciones Benedikt”, lamenta Lechtner, "no se han utilizado durante mucho tiempo". Desde su renuncia al papado en 2013, solo han servido para alojar al cardenal Gerhard Ludwig Müller durante sus viajes ocasionales a Alemania. Müller está estrechamente relacionado con Joseph Ratzinger. Lo promovió al puesto de Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y le confió la publicación de sus escritos recopilados. Este trabajo, que aún no se ha completado, se realiza en el Instituto Pope Benedict, fundado por Müller en su época como Obispo de Ratisbona y que también se encuentra actualmente en el seminario, por lo que el viaje propicia también el reencuentro de dos viejos amigos.
“Intentamos proporcionarle un cuidado discreto pero atento. Nos hace ilusión ofrecerle pequeñas cosas que habrá echado en falta en Roma durante mucho tiempo, como pretzels bávaros o una botella de Kracherl”, una especie de limonada reconocida como una bebida favorita de Benedicto. “Lo único que nos ha pedido es que no nos esforcemos tanto, desea más bien estar solo y sin personal constantemente flotando a su alrededor", dice Leuchtner. El papa emérito no come con la comunidad de la casa, sino en su propio comedor en su piso, junto con cuatro compañeros, pero le sirven lo mismo que reciben los seminaristas y tiene previsto rezar con ellos siempre que sea posible. Respecto a las visitas a su hermano, no son precisamente fáciles. "Uno escucha mal, al otro le cuesta hablar", admiten fuentes del Obispado, “pero la oración común y la celebración diaria de la Eucaristía en un pequeño círculo permanecen como puntos fijos cada día y resulta enternecedor ver cómo ellos dos, a pesar de las dificultades, se consuelan el uno al otro y se entienden perfectamente”.
Los dos hermanos, que estudiaron juntos en el seminario y fueron ordenados a la vez, en 1951, habían planeado pasar su jubilación juntos también en Baviera, pero Juan Pablo II rechazó varias solicitudes de retiro del Cardenal Ratzinger y después fue elegido Papa. Su relación ha seguido siendo muy estrecha a lo largo de las décadas, con llamadas telefónicas prácticamente a diario.
“El hecho de que los hermanos sean tan leales entre sí en la vejez no deja de tener efecto. Está conmoviendo a la población de Ratisbona”, dice el portavoz Clemens Neck, convencido de que esta capacidad de estar juntos “es también un elixir de la vida".