El Vaticano revela los misterios del baldaquino de Bernini: tesoros escondidos durante 250 años
El baldaquino de la Basílica de San Pedro ha recobrado su brillo tras su primera restauración. La limpieza muestra objetos históricos y prepara la basílica para el Jubileo 2025
Roma - Publicado el - Actualizado
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El baldaquino de la Basílica de San Pedro, diseñado por Gian Lorenzo Bernini, ha recobrado su brillo tras su primera restauración en 250 años. La monumental estructura, que se erige sobre la tumba de San Pedro, se ha sometido a una limpieza profunda que ha revelado detalles de la vida cotidiana de quienes la restauraron en el pasado. Entre los objetos encontrados, los expertos han hallado plumeros, restos de comida, una suela de zapato e incluso un sombrero hecho con un periódico del siglo XIX.
El proceso de restauración, que ha durado nueve meses, ha devuelto el brillo a las columnas salomónicas de bronce y sus detalles de ángeles, abejas y hojas de laurel, elementos característicos del barroco romano: "El baldaquino ha vuelto a ser el fulcro de la basílica", ha comentado el ingeniero Alberto Capitanucci, encargado de los trabajos .
Esta restauración forma parte de los preparativos para el Jubileo de 2025, evento que está previsto que atraiga a millones de peregrinos a Roma. Además del baldaquino, la basílica también está renovando el Altar de la Cátedra, otra obra maestra de Bernini, que alberga un antiguo trono medieval que perteneció a Carlos el Calvo, nieto de Carlomagno.
El Altar de la Cátedra, que se encuentra en el ábside de la basílica, es un relicario que ha sido venerado durante siglos por contener la simbólica silla de San Pedro. Investigaciones modernas han confirmado que se trata de un trono del siglo IX, utilizado en la ceremonia de coronación del rey franco, y que fue donado al Papa Juan VIII.
Sobre el baldaquino
El monumento fue pensado como un gigantesco catafalco o telón de gran realismo, combinando las partes oscuras de bronce y cobre, que desde lejos parecen cuero, con bordes y otras figuras doradas en sus columnas, entre ángeles titánicos, hojas de laurel y abejas, símbolo de la dinastía Barberini, la del papa Urbano VIII.
Sin embargo, el paso inexorable del tiempo acabó oscureciéndolo bajo una gruesa capa de suciedad que ahora, por primera vez en 250 años, se ha limpiado en profundidad de cara al Jubileo de 2025.
Han sido nueve meses de trabajo en los que la estructura quedó oculta tras un andamio, para permitir a los técnicos encaramarse y dar lustre a sus figuras, pero que ya ha empezado a desmontarse.
La restauración solo se ha centrado en el aspecto "externo" del monumento. Este martes fue posible subir a sus alturas, escalando su andamiaje, para comprobar que efectivamente el mundo sacro, vegetal y animal recreado por Bernini ha recobrado su luz.
Antes, los expertos tuvieron que investigar durante seis meses el estado de este delicado monumento de más de 200 toneladas (60 de bronce), ya que sus columnas están rellenas de hormigón, y levantado en un suelo excavado, hueco, sobre la cripta de los papas y una milenaria necrópolis romana donde se halló la tumba petrina.
"Podemos afirmar que no hemos encontrado patologías que requieran curaciones más incisivas de las que hemos llevado a cabo", resumió Capitanucci.