Se cumplen 20 años desde que Jorge Mario Bergoglio se convirtió en cardenal
El 13 de diciembre de 1969, el Papa Francisco fue ordenado sacerdote cuando estaba a punto de cumplir 33 años
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El 21 de febrero de 2001, el Papa Juan Pablo II, en su homilía con motivo del Consistorio público ordinario, anunció que iba a ser un día especial: "Hoy es una gran fiesta para la Iglesia universal, que se enriquece con cuarenta y cuatro nuevos cardenales". Entre los nuevos purpurados se encuentra también el entonces arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, que será elegido Sumo Pontífice el 13 de marzo de 2013.
El Arzobispo de Buenos Aires preparó una homília que pensaba pronunciar el 28 de marzo de 2013, con motivo de la Misa Crismal. El 13 de marzo de ese año fue cuando Bergoglio ascendió a cardenal en el trono de Juan Pablo II. El concepto fudamental del texto de la homilía, que no pronunció, fue la misión de la Iglesia en las periferias: "Hay que salir a experimentar nuestra unción, su poder y su eficacia redentora". El camino "de fraternidad, de amor, de confianza entre nosotros".
Después de unos años, el 27 de abril de 2014, el Papa Francisco declaró santos a San Juan Pablo II y San Juan XXIII, en una ceremonia histórica y sin precedentes en la que se reunió a cuatro Papas, pues en ella participó el Papa Emérito Benedicto XVI.
Juan Pablo II, quien creó 231 cardenales durante sus casi 27 años de pontificado, señaló en 2001 que “después de haber tomado en abundancia de las fuentes de la misericordia divina durante el Año Santo”, la nave de la Iglesia se aprestaba a “navegar mar adentro” de nuevo para llevar al mundo el mensaje de la salvación.
En aquella oportunidad, el Papa peregrino dijo a los nuevos cardenales que “el mundo se hace cada vez más complejo y mudable, y la viva conciencia de las discrepancias existentes produce o aumenta las contradicciones y los desequilibrios”. “Las enormes potencialidades del progreso científico y técnico, así como el fenómeno de la globalización, que se extiende continuamente a campos nuevos, nos exigen estar abiertos al diálogo con toda persona y con toda instancia social, a fin de dar a cada uno razón de la esperanza que llevamos en el corazón”, refirió.
“Para poder afrontar adecuadamente las nuevas tareas es necesario cultivar una comunión cada vez más íntima con el Señor. El mismo color púrpura de las vestiduras que lleváis os recuerda esta urgencia", señaló. "¿No es ese color un símbolo del amor apasionado a Cristo? Ese rojo encendido, ¿no indica el fuego ardiente del amor a la Iglesia que debe alimentar en vosotros la disponibilidad, si es necesario, incluso a dar el supremo testimonio de la sangre?”, alentó San Juan Pablo II.
“Al contemplaros, el pueblo de Dios debe poder encontrar un punto de referencia concreto y luminoso que lo estimule a ser verdaderamente luz del mundo y sal de la tierra”, concluyó el Santo.