Sebastián Padrón: de víctima del 'corralito' argentino en 2001 a 'endulzar' la vida del Papa Francisco

Sebastián ofrece los sabores típicos de Argentina como el dulce de leche o la empanada. El Pontífice es uno de sus clientes más selectos: a ambos les une la 'morriña' por la tierra

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Sebastián Padrón: de víctima del 'corralito' argentino en 2001 a 'endulzar' la vida del Papa Francisco

José Melero Campos

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Imagínate que montas un negocio, por ejemplo una tienda de ropa, y un personaje de relevancia se convierte en cliente habitual: el presidente del Gobierno, un deportista de élite de reconocimiento intrnacional, o el Rey. Y no solo eso, sino que además pasado un tiempo se pone en contacto contigo personalmente para recibirte en Moncloa o La Zarzuela.

Pues algo así le ha ocurrido a Sebastián Padrón, un emigrante argentino que hace cinco años abrió una heladería junto a su esposa a escasos metros del Vaticano y, en este tiempo, se ha convertido en uno de los proveedores gastronómicos del Papa Francisco.

La especialidad de la heladería de Sebastián es el dulce de leche típico del país del Tango. Sabedor de que el Pontífice es un enamorado de este postre, no dudó en hacérselo llegar. El éxito estaba asegurado y el Papa bien que se lo agradeció haciéndoles llegar “una tarjetita y unos regalitos por medio de un secretario”, ha recordado el emprendedor argentino en ECCLESIA.

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A raíz de la pandemia, el negocio fue ampliando su oferta, vendiendo otros productos típicos de Argentina, como sus empanadas, y que también ha degustado el Santo Padre. De esta manera, Sebastián acerca un poco más al Papa Francisco los clásicos sabores argentinos para paliar, al menos un poco, la añoranza por su tierra.

“Se ha convertido en una rutina semanal. Un secretario viene a buscar los gustos preferidos del Papa. Estuvieron ante ayer casualmente. Por esta semana estamos cubiertos”, cuenta un sonriente Sebastián.

Anécdotas y añoranza por Argentina: así fue el encuentro entre Sebastián y Francisco

La relación entre Francisco y su paisano se estrechó aún más en noviembre de 2020, cuando el Pontífice se puso en contacto telefónico con el heladero para recibirle en el Vaticano junto a su esposa y dos hijos de corta edad: “Me llamó el secretario con el que teníamos contacto. Me telefoneó y me dijo que si tenía un par de minutos me pasaba a una persona que me quería saludar, y me pasó con su Santidad”, evocaba con alegría.

Sin duda, una de las anécdotas a la hora de acordar la fecha de la cita es que el Sucesor de Pedro consultaba a Sebastián qué disponibilidad tenía: “Me pareció gracioso porque me consultaba a mí en qué horario podría ir porque tenía un negocio, siempre trabajando, ocupado y obvio que la respuesta fue que voy cuando usted quiera y cierro el negocio inmediatamente. Me dio un día y hora y fuimos”.

El encuentro tuvo lugar finalmente el 6 de noviembre de 2020, y se prolongó unos cuarenta minutos. Hubo tiempo para regalos, contar anécdotas y para compartir la añoranza de ambos por Argentina.

“Todos los que estamos fuera de nuestro país siempre hay algo que añora y extraña. Era un momento de reflexión cuando estaba con nosotros, de que es como hablar en su barrio como hacía antes con gente que le venía a saludar de manera cotidiana. A él le pasó también”.

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Más de dos años después, la recepción con Francisco dejó en Sebastián la sensación de que se trataba de una figura “completamente normal, simple, muy sencilla, honesta y hasta afectuosa te podría decir porque era como estar hablando con el vecino de mi casa de toda la vida. Era como si nos conociéramos de siempre, una charla normal con alguien al que conoces”.

Los dos hijos de Sebastián aún eran demasiado pequeños para ser consciente de la trascendencia del momento, pero con todo y con ello una de las anécdotas la protagonizó su hija mayor, en la actualidad de ocho años: “Le hizo un dibujito muy lindo. Francisco lo tomó con mucho cariño y respeto. Es más, en un momento cuando nos estamos despidiendo, él vuelve para atrás diciendo esperen un ratito que me estoy olvidando la cosa más importante porque estaba el dibujito arriba de una mesa. Él volvió sobre sus pasos, agarró el dibujo y lo metió en un bolsillo y dijo que no me podía olvidar esto porque es la cosa más importante. Bendijo a los chicos y nos retiramos”, ha relatado.

¿Cómo cambió la vida a Sebastián la recepción con el Papa?

Como no podía ser de otra manera, aquel encuentro con el Pontífice cambió la vida de esta familia a nivel espiritual pero también en lo laboral, ya que el número de turistas que han pasado por la heladería de Sebastián no ha parado de crecer: “Por supuesto nos ha cambiado la vida un poco, el trabajo es otro, la gente nos conoce. Digamos que a partir de ello nos hicimos muy conocidos en todo el ambiente del Vaticano y por el mundo, porque vienen muchos turistas a conocernos para tomar el helado que come el Papa”, ha aseverado Sebastián.

Pero no todo ha sido vino y rosas en los últimos años para Sebastián. La pandemia hizo mella en una ciudad que vive del turismo. El entorno vaticano permaneció vacío demasiados meses. Por suerte, el público local respondió gracias a la buena fama del negocio.

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Sebastián: una víctima de la crisis de Argentina en 2001

Y es que este emigrante argentino afincado en Roma conoce bien lo duro del camino hacia lo que entendemos como el éxito. No en vano se vio obligado a cruzar el charco hacia Europa como consecuencia de la crisis en Argentina en el año 2001: “Salí muy perjudicado como tantos argentinos y decidí irme y probar suerte en otro lado, teniendo ya ciudadanía italiana porque mi madre es italiana, y me fui a Italia para ver qué pasaba. Aquí me quedé y me fue bastante bien”.

Fue una decisión difícil, y que Sebastián no dominaba el italiano, pero sus ganas de progresar hizo que superara todos los baches: “Es lo que digo a los muchachos que vienen de Argentina y pasan por la heladería para consultarme o si puedo darles algún consejo para moverse, qué hacer... y lo más importante es saber que hay que trabajar y ganas de prosperar, sino no cambia nada un país con el otro”, ha advertido.

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