El encuentro fugaz con el Papa Francisco que cambió la historia de Imán

La vida de esta familia kurda y de cómo llegará este martes 29 de marzo a Roma desde Chipre es fruto de un conjunto de "casualidades" y de la intervención directa del Santo Padre

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Eva Fernández Huéscar

Roma - Publicado el - Actualizado

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Es musulmana de origen kurdo, y tuvo que huir de Iraq junto a su familia. Vivía en un campo de refugiados de Chipre. En Italia, junto a sus cuatro hijos y su marido iniciará una nueva vida. La historia de Imán tiene un prólogo marcado por la violencia, la huida y dolor. Nació en el Kurdistán iraquí, y su vida refleja el drama de un pueblo al que la comunidad internacional ha dado sistemáticamente la espalda.

Este martes 29 de marzo llegará a Roma desde Chipre en uno de los Corredores Humanitarios de la Comunidad de San Egidio.

La inestabilidad, la corrupción y los continuos ataques de Turquía sobre la ciudad donde residía le hicieron tomar la decisión de intentar llegar a Europa junto a su marido y los dos hijos que tenía en ese momento. Ahora son cuatro: Halwest, Ayad, Hastyar y Asmaa, la única hija.

En su huida terminaron en Chipre y quedaron varados en un limbo administrativo desesperante. Tardaron mucho tiempo en conseguir el estatus de refugiado, -lo consiguieron en 2018-, y eso que se encuentran entre los afortunados, porque la espera suele alargarse más de 10 años. Esa incertidumbre les golpea a diario, más aún cuando malviven en uno de los dos campamentos de refugiados de la isla. En esas casas prefabricadas amontonadas una junto a otra lo peor no es la suciedad y la falta de higiene, sino el tedio interminable, la falta de trabajo y futuro, los largos días de espera sin saber en qué momento podrán iniciar una nueva vida y ofrecer un destino a sus hijos.

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El día que Imán conoció a Francisco

El pasado tres de diciembre de 2021, Imán acudió a la Iglesia de la Santa Cruz en Nicosia por simple curiosidad, sin saber que esa decisión cambiaría su vida. Sabía que el Papa Francisco viajaría a Chipre, y aunque ella es musulmana sentía gran curiosidad por conocerle. Alguno de los voluntarios de Cáritas que les proporcionan ayuda le había dicho que el Papa iba a mantener un encuentro con inmigrantes y le facilitaron una entrada. Cuando llegó al templo, cubierta con su habitual Hijab, la mayoría de las filas de bancos estaba ocupada y se sentó en uno de los últimos puestos.

Durante el encuentro varios jóvenes contaron al Papa su testimonio. Fue una dolorosa enumeración de historias con las que Imán se identificaba. Thamara, de Sri Lanka, relató al Papa que a menudo se sentía como un número. La brutalidad de la migración pone en peligro la identidad de la persona, le respondió el pontífice: “No somos números ni individuos que haya que catalogar – subrayó Francisco - somos ‘hermanos’, ‘amigos’, ‘creyentes’ y ‘prójimos’ los unos de los otros”.

Pero el testimonio que puso un nudo en la garganta de Imán fue el de Rozh, forzado a huir de Irak para escapar de la violencia, las bombas y el hambre. Contó al Papa que tuvo que caminar muchos días a pie y también escondido en los bajos de un camión, y que incluso estuvo a punto de naufragar en el Mediterráneo. Imán nunca había escuchado a un líder religioso que dijera abiertamente que no podemos “quedarnos callados y mirar para otro lado, en esta cultura de la indiferencia”.

Al final de la Iglesia, muy cerca de Imán se encontraba una de las periodistas que acompañaban al Papa en el viaje. Se llama Silvina y se encuentra al frente de la edición española del Osservatore Romano.

La intervención de una periodista que no se olvidó de Imán

Lo que ocurrió aquel día en esta Iglesia de Nicosia es la demostración palpable de lo que sucede cuando el trabajo profesional no se antepone a las personas. Aquel día Silvina cubría el último encuentro del Pontífice en Chipre antes de poner rumbo a Grecia, la segunda parte de su viaje.

Lo habitual en estos viajes es que los periodistas acudan con antelación, adelantándose a la llegada del Papa. Durante la espera Silvina saludó a Imán y les dio el tiempo justo para conocerse y, a petición de la propia Imán, para hacerse una fotografía juntas. Desde ese momento Imán entro a formar parte de la propia historia de Silvina. Tan sólo fueron suficientes unos instantes para que cambiara un destino que parecía condenado a perpetuarse en Chipre.

En las siguientes semanas siguieron en contacto hasta que un día Silvina recibió un mensaje desesperado de Imán. Llevaban seis meses sin recibir el subsidio de 180 euros que el gobierno de Chipre les daba para mantenerse y le suplicaba ayuda.

Silvina forma parte de ese grupo de periodistas que detestan ser noticia en las crónicas, pero en esta ocasión resulta imposible no nombrarla porque su intervención fue esencial. Y no es la primera vez. Silvina es “reincidente”. Entre el equipaje del avión que llevó al Papa a Mozambique consiguió meter las sillas de ruedas que había utilizado su madre antes de fallecer. Gracias a ellas, Laura, una pequeña del poblado perdido de Mangundze que se había pasado los primeros siete años de su vida arrastrándose por el suelo pudo moverse con más facilidad. En aquella ocasión este equipaje extra se convirtió en una empresa imposible. Los organizadores de la logística no entendían la urgencia de trasladar a Mozambique dos sillas de ruedas. Aprovechando una conversación con el Papa, Silvina le contó lo que ocurría. Al poco recibió una llamada de Francisco: “No te preocupes. Me encargo yo de las sillas. Me las llevo como equipaje personal”.

Volviendo a nuestra historia, a partir de aquel mensaje lleno de angustia, Silvina comenzó a mover los hilos para intentar que la familia de Imán pudiera formar parte de los Corredores Humanitarios coordinados por la Comunidad de San Egidio para traer a migrantes y refugiados varados en Chipre.

Un gestión "difícil"

Una vez más la gestión no parecía fácil. Traer a estas personas requiere un papeleo muy estricto, puesto que los trámites se realizan siguiendo los cauces que marca la ley y las personas destinadas a viajar a Italia llevaban tiempo seleccionadas. Aquí es donde Silvina volvió a llamar a la puerta del Papa Francisco. Le habló de la situación en la que se encontraba Imán y su familia y el Pontífice se ofreció a mediar, asumiendo incluso personalmente el coste del traslado si fuera necesario.

El resultado de la gestión de Francisco fue inmediato. Imán junto a su marido y sus cuatro hijos Halwest, Ayad, Hastyar y Asmaa comenzarán una nueva vida en Roma gracias al pontífice y a una periodista con ganas de “hacer lío”.

Sus primeros pasos en Italia pasarán por la integración: aprenderá italiano, escolarizará a sus hijos y buscarán trabajo para sacar adelante a su familia.

Una historia que surgió de un encuentro fortuito y que lleva la impronta de Francisco y de todas las personas que trabajan por los demás sin buscar agradecimientos.

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Corredores humanitarios desde Chipre hasta Roma

A mediados del pasado mes de diciembre llegaba a Roma el primer grupo de 12 inmigrantes que se encontraban en Chipre, gracias a la mediación de la Santa Sede con motivo de la visita del Papa Francisco a este país del Mediterráneo. A ellos se sumaron en enero de 2022 otros 17 refugiados más, fruto de la organización de la Comunidad de Sant'Egidio, muy experimentada en los Corredores Humanitarios. La meta inicial era llegar a 50.

Una demostración más de que los viajes del Papa no se quedan sólo en palabras, porque Francisco no se olvida de las personas que conoce en cada uno de sus encuentros. A muchos de ellos les había saludado el pontífice cuando finalizó la oración ecuménica en la Iglesia de la Santa Cruz de Nicosia. Entre ellos se encontraba Imán.

Tanto su traslado como la acogida en Italia es posible gracias a un acuerdo entre la Secretaría de Estado de la Santa sede, las autoridades italianas y chipriotas, con la colaboración de la Sección para los Migrantes y Refugiados de la Santa Sede y la Comunidad de Sant'Egidio.

Una vez que llegan a Italia lo prioritario es buscar alojamiento y facilitar el proceso de integración, que seguramente durará hasta que se les conceda el asilo político, un año en total.