El Papa Francisco, a la Iglesia en Mongolia: "Gracias por vuestras vidas gastadas por el Evangelio"
El Papa se ha reunido en la Catedral de los Santos Pedro y Pablo con la Iglesia católica de Mongolia: "No tengan miedo de los números reducidos. No es este el camino de Dios"
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En el marco de su 43º Viaje Apostólico a Mongolia, el Papa Francisco ha visitado este sábado la Catedral de los Santos Pedro y Pablo de Ulán Bator donde se ha reunido con los obispos, sacerdotes, misioneros, consagrados, consagradas y agentes pastorales del país.
En su primera jornada oficial en Mongolia, muchos fieles esperaban al Papa fuera de la catedral. Algunos llegaban desde Vietnam, Kazajistán, Japón, Rusia y hasta de China. Ha habido momentos muy emocionantes, como la de un chico que ha empezado a cantar y llorar frente al Papa Francisco. Avanzaba lentamente el Papa Francisco hacia la Catedral de los Santos Pedro y Pablo: Francisco quería mirar a los ojos todos los fieles que le esperaban.
Tras las palabras del obispo Mundiela, presidente de la Conferencia Episcopal de Asia Central, y las de tres testimonios, Francisco se ha inspirado en el Salmo 34 para dirigir a las presentes su segundo discurso en tierras asiáticas: “¡Gusten y vean qué bueno es el Señor!” (v. 9). Los dos verbos, gustar y ver, son fundamentales para el Santo Padre ya que, según Francisco, “la alegría y la bondad del Señor no son algo pasajero, sino que permanecen dentro, dan gusto a la vida y permiten ver las cosas de un modo nuevo”.
“Gastar la vida por el Evangelio: es una bella definición de la vocación misionera del cristiano, y en particular del modo en el que los cristianos viven esa vocación aquí”, ha afirmado Francisco al principio de su discurso haciendo “memoria de historias y de rostros”.
Y por eso ha recordado, en primer lugar, la figura del obispo Wenceslao Selga Padilla, primer Prefecto apostólico y pionero de la fase contemporánea de la Iglesia en Mongolia y constructor de la catedral. Sin embargo, la fe en Mongolia tiene raíces muy antiguas: “¿Cómo no recordar las misiones diplomáticas del siglo XIII […] el nombramiento de Juan de Montecorvino como primer obispo de Janbalic y, por tanto responsable de toda esta amplia región del mundo bajo la dinastía mongol Yuan?”. En 1992 llegaron los primeros misioneros de la Congregación del Inmaculado Corazón de María y, entre todo estos, Francisco ha recordado “el activo y celoso Padre Stephano Kim Seong-hyeon”.
El Papa ha destacado el trabajo de los sacerdotes, consagrados, consagradas y agentes pastorales en el país: “Es como su tarjeta de presentación, que les ha granjeado respeto y estima por los muchos beneficios que han aportado en infinidad de campos diferentes; desde la asistencia hasta la educación, pasando por la atención sanitaria y la promoción cultural. Los animo a proseguir en este camino fecundo y benéfico para el amado pueblo mongol”.
Sin embargo, el Santo Padre ha ido más allá y les ha pedido volver “una y otra vez a aquella primera mirada de la que surgió todo” porque se corre el riesgo de quedarse en una “estéril prestación de servicios, en un sucederse de tareas que se deben hacer, pero que terminan por no trasmitir nada más que cansancio y frustración”.
“Esto es lo que necesitamos, no personas ocupadas y distraídas que llevan adelante proyectos, quizás con el riesgo de parecer amargadas a causa de una vida que no es ciertamente fácil. Es necesario volver a la fuente, al rostro de Jesús, a gustar de su presencia; es Él nuestro tesoro, la perla preciosa por la cual vale la pena gastar todo. Los hermanos y las hermanas de Mongolia, que tienen un noble sentido de lo sagrado y — como es típico en el continente asiático — una amplia y acrisolada historia religiosa, esperan de ustedes este testimonio, y saben reconocer su autenticidad”, ha subrayado Francisco.
Continuando en su discurso, el Papa ha subrayado la palabra “comunión”: “La unidad de la Iglesia no es una cuestión de orden y respeto, ni siquiera una buena estrategia para “hacer amigos”, es una cuestión de fe y de amor al Señor, es fidelidad a Él. Por eso es importante que todos los componentes eclesiales se aglutinen alrededor del obispo, que representa a Cristo vivo en medio de su Pueblo, construyendo esa comunión sinodal que ya es anuncio y que tanto ayuda a inculturar la fe”.
Como ha hecho en otros discursos en otros viajes, Francisco ha pedido a la vida religiosa en Mongolia estar “siempre cerca de la gente, atendiéndolos personalmente, aprendiendo la lengua, respetando y amando su cultura, no dejándose tentar por las seguridades mundanas, sino permaneciendo firmes en el Evangelio a través de una ejemplar rectitud de vida espiritual y moral”.
“La Iglesia se presenta ante el mundo como una voz solidaria con todos los pobres y los necesitados, no calla ante las injusticias y con mansedumbre se compromete a promover la dignidad de cada ser humano”, ha dicho Francisco.
Al final de su discurso, el Papa ha recordado la historia de la imagen de la Virgen encontrada en un vertedero, signo tangible de “su presencia directa y premurosa”: “En un lugar de desechos ha aparecido esta hermosa estatua de la Inmaculada. Ella, sin mancha, inmune al pecado, ha querido hacerse cercana hasta el punto de ser confundida con los deshechos de la sociedad, de forma que de la suciedad de la basura ha surgido la pureza de la Santa Madre de Dios”.
“Hermanos, hermanas, no tengan miedo de los números reducidos, de los éxitos que no llegan, de la relevancia que no aparece. No es este el camino de Dios. Miremos a María, que en su pequeñez es más grande que el cielo, porque ha acogido a Aquel que ni el cielo ni lo más alto del cielo puede contener. Encomendémonos a ella, pidiendo un celo renovado, un amor ardiente que no se cansa de testimoniar el Evangelio con alegría. Sigan adelante, Dios los ama, Él los ha elegido y cree en ustedes. Yo estoy con ustedes y de todo corazón les digo: gracias, gracias por vuestro testimonio, gracias por vuestra vida gastada por el Evangelio. Continúen así, constantes en la oración y creativos en la caridad, firmes en la comunión, alegres y mansos en todo y con todos”, ha finalizado el Papa su segundo discurso en Ulán Bator.