El Papa sigue con su apretada agenda y preside este lunes la Misa en honor de Nuestra Señora de Guadalupe
La celebración será acompañada por los cánticos en los que se alternarán el Coro de la Capilla Sixtina con el Coro de los Colegios Pío Latino-Americano y Mexicano
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El Papa Francisco continua su mes de diciembre lleno de citas prenavideñas y este lunes, 12 de diciembre, presidirá a partir de las 18?h de la tarde, una Misa en honor de la Virgen de Guadalupe, Emperatriz de América y Patrona de Filipinas, con motivo de su fiesta a la que seguramente participará toda la comunidad hispanoamericana de Roma.
La Santa Misa será precedida por el rezo del Santo Rosario, a partir de las 17:30?h. La celebración será acompañada por los cánticos en los que se alternarán el Coro de la Capilla Sixtina con el Coro de los Colegios Pío Latino-Americano y Mexicano.
"Nos enseña que la única fuerza capaz de conquistar el corazón de los hombres es la ternura de Dios"
Están especialmente invitados todos los residentes de los países del continente americano que viven en Italia, así como quienes se encuentren durante ese día como turistas o peregrinos. La admiración del Pontífice por la Virgen de Guadalupe quedó plasmada en uno de sus mensajes tras su viaje a México en 2016: “Ante todo, la Virgen Morenita nos enseña que la única fuerza capaz de conquistar el corazón de los hombres es la ternura de Dios”.
Pero, ¿cuál es la historia de esta advocación de la Virgen de Guadalupe? Fue proclamada “patrona de toda la América Latina” por el Papa Pío X y “patrona de todas las Américas” por el Papa Pío XI. Sucedió un 12 de diciembre de 1531, fecha en la que cada año se celebra la festividad. En la actualidad, ese manto, con la imagen de la Virgen, se conserva en un altar en la Basílica de Guadalupe en México. Un lugar de culto y devoción al que cada día peregrinan cientos de fieles.
La historia de la Virgen de Guadalupe
Todo sucedió en el cerro de Tepeyac, en la actualidad, el norte de la capital mexicana. Por allí, pasó de madrugada un indígena llamado Juan Diego Cuauhtlatoatzin, que había sido bautizado al cristianismo por los franciscanos. Juan Diego se encontraba de camino desde el pueblo en el que residía hasta Ciudad de México. Mientras caminaba por el monte, oyó una voz que le llamaba. Era la Virgen María que se le apareció con un deseo: quería que le dijera al obispo que construyeran un templo en ese lugar.
Juan Diego fue corriendo a contárselo al obispo, Juan de Zumárraga. Sin embargo, cuando el pobre indígena le contó la historia, no le creyó nada de lo que le estaba contando. Por ello, la Virgen se le apareció una segunda vez. Le insistió para que hablara de nuevo con el obispo y él, muy obediente, así lo hizo. Pero, Juan de Zumárraga seguía sin creerle.
Ante la incredulidad del obispo, la Virgen tuvo que realizar tres milagros. El primero de ellos fue la cura de un tío de Juan Diego, que se encontraba al borde de la muerte. En el segundo milagro, hizo brotar unas flores del suelo en pleno invierno. San Juan Diego las recogió y se las llevó de parte de la Virgen como prueba al obispo. Las llevaba en una tilma -una especie poncho, que vestían los hombres del campo - y entonces se produjo el tercer milagro. Juan Diego volcó las flores a los pies del obispo, y esta vez sí, algo llamó su atención: la imagen de la Virgen de Guadalupe apareció impresa en la tela en la que Juan Diego había cargado con las flores.
Por ello, finalmente, después de muchos esfuerzos del indígena Juan Diego, el obispo ordenó construir un templo en su honor. Hoy es el más visitado del mundo.