La lucha no acabará
José Luis Restán publica este análisis en el semanario 'Alfa y Omega'
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El Papa ha sembrado el desconcierto entre muchos comentaristas al afirmar, durante la rueda de prensa en el vuelo de regreso de Panamá, que es conveniente desinflar las expectativas creadas en torno a la cumbre sobre el drama de los abusos en la Iglesia, que reunirá a los presidentes de todas las conferencias episcopales del 21 al 24 de febrero en el Vaticano.
Francisco ha explicado que esta iniciativa pretende ayudar a que todos en la Iglesia cobren conciencia del drama que implican los abusos, comenzando por el sufrimiento terrible de las víctimas y siguiendo por la pérdida de credibilidad que supone para los pastores de la Iglesia, a la que se refirió ampliamente en una reciente carta al episcopado de los Estados Unidos. Además de esto, el encuentro pretende que los obispos dispongan de criterios claros para prevenir y combatir este drama. Durante demasiado tiempo algunos obispos no han entendido bien la profundidad del problema, y lo han afrontado con medidas insuficientes o incluso profundamente equivocadas. El enfoque será de oración y discernimiento, catequético y operativo. Se busca que los presidentes de las conferencias puedan comunicar en sus respectivos países los criterios necesarios para prevenir los abusos, para proteger a las víctimas, para no permitir que ningún caso sea ocultado o encubierto.
Algunos, sin embargo, estaban señalando esta cumbre como una especie de momento crítico que señalaría la suerte de todo un pontificado. Más aún, la posibilidad, o no, de que la Iglesia salga de una especie del pozo en el que estaría hundida. Es verdad que se trata de una iniciativa inédita y ambiciosa que constituye por sí misma un mensaje, pero Francisco ha advertido que no podemos esperar de ella que los abusos sean erradicados. «El problema de los abusos seguirá –ha dicho el Papa– porque es un problema humano, pero humano por todas partes». Son palabras que reflejan el realismo y la sabiduría cristianos, y me parece hipócrita el escándalo que han suscitado.
El mal existirá en el mundo hasta el final de los tiempos, y los cristianos no están inmunes frente a él, especialmente cuando no viven de la fe, aunque desempeñen ministerios y tareas importantes. Es importante cobrar conciencia del mal, disponer de criterios claros… y como ha dicho el Papa, seguir adelante en una lucha que no acabará. De esta forma la Iglesia podrá ayudar al conjunto de la sociedad a afrontar la lacra de los abusos, que golpea ferozmente en todas sus instancias, aunque muchos corran sobre esto un tupido velo.