La devoción de las tres Avemarías, una de las costumbres piadosas más extendidas: conoce su origen
La Virgen le recomendó a Santa Matilde esta oración en el siglo XIII, sobre todo en el momento de la muerte. Fue impulsada por muchos santos, como Juan Pablo II o el Padre Pío
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La devoción de las tres Avemarías es una de las más extendidas del mundo. Ya desde que son niños, muchos aprenden esta sencilla devoción en casa y la mantienen hasta el día de su muerte.
En el siglo XIII, la Virgen María se aparece a Santa Matilde de Hackborn, una monja benedictina alemana. La Madre de Dios le aseguró que le asistiría en el momento de la muerte si ella rezo a diario tres Avemarías.
La Virgen le explicó a Santa Matilde el significado de estas tres formulaciones. La primera Avemaría, le pedía a María que le mantuviera siempre a salvo de la tentación, del mismo modo que el Padre la había preservado a Ella.
La segunda Avemaría consistía en pedir a María que, ya que el Hijo le había proporcionado la sabiduría sobre Dios, del mismo modo Ella se lo transmitiera al alma en el momento de la muerte, de forma que tuviera plena confianza en Dios en ese momento final de su vida terrena.
Por último, en la tercera Avemaría, le pedía a María que, al igual que el Espíritu Santo la llenó de amor, así Ella le transmita al alma este afecto de Dios, de forma que todas las penas se convirtieran, por Cristo, en alegrías.
Esta devoción, tan sencilla y habitual entre los católicos como potente, ha sido el motor de grandes santos que la han promovido, como San Louis María Grignion de Montfort, San Antonio de Padua, el Padre Pío o San Juan Pablo II. Se trata de una acción de gracias a la Santísima Trinidad, a la que se puede llegar de forma plena a través de María.
La devoción de las tres Avemarías a lo largo de la historia
La devoción de las tres Avemarías fue muy extendida después de las apariciones de la Virgen a Santa Matilde. No obstante, con el paso de los años, la devoción de las tres Avemarías fue gradualmente abandonada.
Tiempo después, en el año 1900, Jean-Baptiste de Chémery, un fraile capuchino francés, quiso recuperar esta costumbre, por lo que empezó a publicar una revista mensual. En ella, el fraile recogía testimonios de individuos que habían sido testigos de milagros y gracias especiales surgidas de la devoción a las tres Avemarías.
También fundó una archicofradía que fue aprobada por Benedicto XV en 1921 y escribió un manual en el que explicaba el origen de la devición y sus beneficios, expresando su convencimiento de que esta oración permite acercarse a Dios a través de María.
Posteriormente, el sacerdote Clovis de Provins sustituye a Chémery y comienza la construcción de un santuario dedicado a esta devoción, que recibió el nombre de Nuestra Señora de la Santísima Trinidad. Después de su levantamiento en Blois (Francia), Pío XII concede a este templo la dignidad de basílica en el año 1956.