EL PAPA EN SU VISITA A MILÁN

Francisco anima a discernir para realizar aquello que nos lleva a la vida

Francisco y el Cardenal Scola

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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El Papa Bergoglio tras su primer encuentro, a las 8.30, con las familias residentes en el difícil barrio de la periferia milanesa – el de las “Casas Blancas” – donde viven numerosos inmigrados y ancianos, antes de rezar el Ángelus del último sábado de marzo, mantuvo un diálogo atento, en la Catedral de Milán, con los sacerdotes, religiosos, religiosas y consagrados de esta arquidiócesis, acompañados por su Arzobispo, el Cardenal Angelo Scola.

Antes de comenzar este encuentro, el Obispo de Roma saludó personalmente a cada uno de los prelados, estrechándoles las manos y diciéndoles algunas palabras de simpatía y amistad.

Por su parte, en su saludo de bienvenida y agradecimiento por esta visita, el Purpurado Arzobispo de Milán destacó un pasaje de la Exhortación Apostólica Evangeli Gaudium que el Santo Padre dirigió al inicio de su pontificado, a los obispos, presbíteros, diáconos, personas consagradas y laicos sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual, en el que Francisco escribe que “el anuncio se concentra en lo esencial, en lo que es más bello, más grande, más atrayente y, al mismo tiempo, más necesario”.

“Como usted nos ha dicho en Florencia – afirmó el Cardenal Scola – estamos viviendo un cambio de época, mucho más que una época de cambios”. Y el trabajo en el que estamos inmersos no es motivo de desaliento, sino de conversión de nuestras personas y de nuestras comunidades, de modo que el hecho de salir hacia nuestros hermanos y hermanas esté marcado por esa misericordia que fortalece y da paz”.

Y con las palabras que San Carlos dirigió a San Pío V – en el lejano año 1569 – el Arzobispo de Milán le dijo al Papa Francisco que también ellos le aseguran su oración “para que Dios conserve a Su Santidad, de manera que puedan ver en estos tiempos en la Iglesia ese progreso espiritual que el mundo espera de la piedad y de su celo apostólico”.

En este encuentro que se realizó en forma de diálogo, tres consagrados formularon al Santo Padre Francisco sus preguntas. La primera, dirigida por el Padre Gabriele Gioia, estuvo centrada  en los desafíos que plantean la secularización y la evolución de la sociedad milanesa, que hoy es plural, multiétnica, multirreligiosa y multicultural. De donde nace la pregunta acerca de las elecciones que los consagrados están llamados a realizar para no perder la alegría en la evangelización y seguir siendo un pueblo creyente en el corazón de la historia.

El Papa respondió con tres puntos, aludiendo a la palabra “desafío”; al hecho de encontrarse en una sociedad “multicultural, multirreligiosa y multiétnica” y a la elección que como pastores no pueden dejar de hacer, y que es la de “formar en el discernimiento”.

“La cultura de la abundancia a la que estamos sometidos ofrece un horizonte de tantas posibilidades, presentándolas a todas como válidas y buenas. Nuestros jóvenes están expuestos a un zapping continuo. Pueden navegar en dos o tres pantallas abiertas simultáneamente, pueden interactuar al mismo tiempo en diversos escenarios virtuales. Nos guste o no, es el mundo en el que están insertados y nuestro deber como pastores es ayudarlos a atravesar esto mundo. Por tanto, considero que esté bien enseñarles a discernir, para que tengan los instrumentos y los elementos que los ayuden a recorrer el camino de la vida sin que se extinga el Espíritu Santo que está en ellos”.

Francisco también afirmó que en un mundo sin posibilidades de elección, o con menos posibilidades, tal vez las cosas podrían parecer más claras. Pero teniendo en cuenta que estamos todos expuestos a esta realidad, dijo que está convencido de que como comunidad eclesial hay que “incrementar el hábito del discernimiento”, tanto en los pequeños como en los adultos. Sí, porque como dijo el Papa en la medida en que crecemos, en medio de una multitud de voces donde aparentemente todas tienen razón, “el discernimiento de lo que nos conduce a la Resurrección, a la Vida, y no a una cultura de muerte, es crucial”.

Además, el Santo Padre sugirió la lectura de aquella parte de su Exhortación Apostólica titulada: “La misión que se encarna en los límites humanos”. La segunda pregunta formulada por el diácono permanente Roberto Crespi, se refirió a la contribución que estos diáconos están llamados a ofrecer para delinear el rostro de la Iglesia santa, desinteresada y humilde de la que el mismo Papa habla.

El Sucesor de Pedro reafirmó que los diáconos tienen mucho que dar, sin que se los vea como una categoría que está entre los sacerdotes y los laicos, sin pertenecer a ninguna de ellas. Porque como  reafirmó el Pontífice, “el diaconado es una vocación específica, una vocación familiar” que se remonta al servicio como uno de los dones característicos del pueblo de Dios.

“El diácono es – por decirlo de alguna manera  – el custodio del servicio en la Iglesia. El servicio a la Palabra, el servicio al Altar, el servicio a los pobres. Y su misión, su fuerza y su contribución consisten en esto: en recordarnos a todos nosotros que la fe, en sus diversas expresiones  – la liturgia comunitaria, la oración personal, las diversas formas de cardad  – y en sus diferentes estados de vida – laical, clerical y familiar – posee una dimensión esencial de servicio. El servicio a Dios y a los hermanos”.

En cuanto a la tercera pregunta, formulada por la Madre María Paola Paganoni, que le planteó cuáles periferias existenciales y cuáles ámbitos elegir con las pocas fuerzas de las religiosas, conscientes de ser una minoría en nuestro tiempo, el Papa se centró en esta última palabra, “minoría”.

Y afirmó que las congregaciones, en realidad, no nacieron para ser la masa, sino un poco de sal y un poco de levadura, a fin de dar su propia contribución para que la masa crezca y el Pueblo de Dios cuente con ese “condimento” que le faltaba.

Antes de rezar a la Madre de Dios, Francisco concluyó pidiéndoles que recuerden que “cuando se pone a Jesús en medio de su pueblo, éste encuentra la alegría. Sí, sólo esto – dijo – podrá devolvernos la alegría y la esperanza, sólo esto nos salvará de vivir con una actitud de supervivencia y resignación. Sólo esto hará fecunda nuestra vida y mantendrá vivo nuestro corazón”.

“Poner a Jesús allí donde debe estar: en medio de su pueblo” – terminó diciendo el Papa – glosando una frase de su homilía de la Misa celebrada con motivo de la Presentación del Señor, en la XXI Jornada Mundial de la Vida Consagrada, del pasado 2 de febrero.

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