VISITA PAPAL AL PONTIFICIO INSTITUTO ORIENTAL DE ROMA
Francisco destaca el tesoro de la Fe y las ricas tradiciones de Oriente
“Manteniendo intacta la atención y la aplicación en la investigación tradicional, invito a todos a ofrecer a esas Iglesias (Orientales) y a la entera comunidad eclesial la capacidad de escucha de la vida y de reflexión teológica para ayudar a sostener la existencia y el camino”, lo escribe el Papa Francisco en su Mensaje dirigido al Cardenal Leonardo Sandri, Prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales y Gran Canciller del Pontificio Instituto Oriental con ocasión del Centenario de Fundación de dicho Dicasterio, instituido por el Papa Benedicto XV, con el Motu proprio Dei Providentis, del 1 de mayo de 1917 y de la Fundación del mencionado Instituto pocos meses después.
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Inicios del Pontificio Instituto Oriental
El Santo Padre, recordando la extraordinaria riqueza de las Iglesias Orientales, resaltó la importancia de la fundación del Pontificio Instituto Oriental, acaecida en Roma el 15 de octubre de 1917, después de la “apertura al Oriente” iniciada con el Congreso Eucarístico de Jerusalén en 1893. “El deseo de crear un centro de estudios, que habría debido ser – resalta el Pontífice – una idónea sede de estudios superiores sobre las cuestiones orientales, destinada a formar también a los sacerdotes Latinos que quisieran ejercitar el sagrado ministerio ante los Orientales”. Desde el inicio, subraya el Papa, se quería que este centro de estudios fuese abierto también a los Orientales, sea uniatas, sea ortodoxos, de tal modo que procediera contemporáneamente e de igual medida, la exposición de la doctrina católica y aquella ortodoxa; con esta puntualización se colocaba esta Institución en un horizonte eminentemente ecuménico.
Mirada a la Historia
Con el pasar de los años, el Pontificio Instituto Oriental fue encomendado en 1922, a la Compañía de Jesús (Cart. Decessor Noster, 14 septiembre 1922: AAS 14 [1922], 545-546), y sucesivamente, en 1926, se le asignó una sede propia, en las inmediaciones de la Basílica de Santa María La Mayor. Con la Encíclica Rerum Orientalium, de 1928 y el Motu proprio Quod maxime, del mismo año, el Papa invitaba a los Obispos a enviar estudiantes al Instituto con el fin de garantizar la presencia de docentes en los respectivos seminarios; asimismo, se asociaban a la Universidad Gregoriana, el Instituto Bíblico y Oriental. Sucesivamente, el Papa Pio XI, fundó el 15 de agosto de 1929, el Pontificio Colegio Russicum, cuya dirección también era confiada a la Compañía de Jesús.
Desde entonces, la mayor novedad – resalta el Papa Francisco – ha sido la fundación, en 1971, de la Facultad de Derecho Canónico Oriental, hasta hoy, única en su género, estudios que se sumaban a la Facultad de Ciencias Eclesiásticas Orientales estructurada en tres secciones: teológico-patrístico, litúrgico e histórico. Otra importante novedad – nota el Pontífice – fue la transferencia, en 1993, del título de Gran Canciller de dicho Instituto del Prefecto de la Congregación de educación Católica al Prefecto para las Iglesias Orientales.
Misión del Instituto Oriental
La mirada a la historia nos conduce a interrogarnos – afirma el Santo Padre – acerca de la misión que deberá realizar este Instituto en el futuro. “Si al inicio se advirtió una especie de conflicto entre estudio y pastoral – puntualiza el Papa – hoy debemos reconocer que tal antinomia no existe”. Por lo tanto, alienta el Pontífice, invito a los docentes a poner en primer lugar de sus labores la investigación científica, bajo el ejemplo de sus predecesores que se han distinguido en la producción de prestigiosos aportes, de monografías eruditas, de diligentes ediciones de las fuentes litúrgicas, espirituales, arqueológicas y canónicas, incluso de audaces obras colectivas, tales como las publicaciones de las Actas del Concilium Florentinum y la edición crítica de las Anaphorae Syriacae.
Desafíos para hoy
De otra parte, el Papa Francisco señala que, los tiempos en los cuales vivimos y los desafíos que la guerra y el odio traen a las raíces mismas de la pacífica convivencia en la lacerada tierra de Oriente, ven en el Instituto todavía una vez más, justamente como hace cien años, al centro de un punto de encuentro providencial. “Este Instituto, gracias a la investigación, a la enseñanza y al testimonio – puntualiza el Papa – tiene la tarea de ayudar a estos nuestros hermanos y hermanas a reforzar y consolidar la propia fe ante los enormes desafíos que deben afrontar”. El Instituto, agrega, está llamado a ser el lugar propicio para favorecer la formación de hombres y mujeres, seminaristas, sacerdotes y laicos, en grado de dar razones de la esperanza que los anima y los sostiene y capaces de colaborar con la misión reconciliadora de Cristo.
De otra parte, continúa el Santo Padre, la tarea del Instituto es también hacer conocer los tesoros de las ricas tradiciones de las Iglesias Orientales al mundo occidental, de tal modo que estas sean comprensibles y puedan ser asimiladas. Ante la caída de los regímenes totalitaristas y dictaduras, los cristianos de las iglesias Orientales – subraya el Papa – están experimentando el drama de las persecuciones y de una diáspora siempre más preocupante. En este sentido, “el Instituto Oriental está llamado a ponerse a la escucha orante, para percibir que cosa quiere el Señor en este preciso momento y, en coherencia con el Magis ignaciano, buscar nuevas vías por recorrer”.
La Compañía de Jesús y el Instituto Oriental
Antes de concluir su Mensaje, el Papa Francisco se dirigió a la Compañía de Jesús para invitarlos a “actuar, con las debidas exigencias de hoy, cuanto ya en 1928 Pio XI prescribía acerca del Consorcio Gregoriano, destinado a favorecer, junto a un notable ahorro de hombres y medios, una mayor unidad de iniciativas”. Es por ello, precisa el Pontífice, necesario garantizar a esta Institución un núcleo estable de formadores Jesuitas, a los cuales otros podrán honorablemente unirse.
Finalmente, el Santo Padre desea que el Instituto Oriental prosiga con renovado impulso su propia misión, estudiando y difundiendo con amor y honestidad intelectual, con rigor científico y perspectiva pastoral las tradiciones de las Iglesias Orientales en su variedad litúrgica, teológica, artística y canonista, respondiendo siempre mejor a las expectativas del mundo de hoy para crear un futuro de reconciliación y de paz.