El Papa, a la sociedad de Marruecos: “La cultura del diálogo es la clave para la paz”

Francisco y el rey Mohamed VI abogan en Rabat por la tolerancia y el diálogo entre el islam y el cristianismo

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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El Papa Francisco y el rey Mohamed VI abogaron en Rabat por la tolerancia y el diálogo entre el islam y el cristianismo en la primera jornada de la visita del pontífice a Marruecos, que estuvo cargada de actos simbólicos.

El Papa fue recibido en la escalerilla del avión por el rey, y en vehículos separados recorrieron los cinco kilómetros que separan el aeropuerto de la ciudad de Rabat entre una muchedumbre que los vitoreó a ambos lados de la carretera.

El primer acto de la jornada se desarrolló en la explanada de la Torre Hasán, el lugar más emblemático de Rabat, y junto a la mezquita del mismo nombre y el mausoleo donde reposan los restos del padre y del abuelo del rey Mohamed VI.

Primero tomó la palabra el monarca, que habló en cuatro idiomas -árabe, español, inglés y francés- para proclamar que las religiones monoteístas no son el motivo del radicalismo, sino su mejor freno.

Y así, recordó que él, en su calidad de "Emir al muminín" (príncipe de los creyentes) es el padre espiritual de musulmanes, judíos e incluso de los cristianos extranjeros que ejercen sus cultos en Marruecos con total libertad, aunque evitó mencionar que las conversiones de musulmanes al cristianismo están prohibidas en Marruecos.

Le respondió Francisco con un mensaje similar desde lo que llamó "este puente natural entre África y Europa" (Marruecos), para subrayar la importancia del diálogo entre religiones para acabar con "las incomprensiones, las máscaras y los estereotipos que conducen siempre al miedo y a las contraposiciones y así abrir el camino a un espíritu de colaboración fructífera y respetuosa".

Tanto el rey como el pontífice fueron interrumpidos con frecuencia por los aplausos de los miles de asistentes que aguantaron impertérritos bajo la intensa lluvia durante las dos horas de espera más la hora que duró el acto.

Pero Francisco no desaprovechó la ocasión de encontrarse en Marruecos -el país convertido desde 2017 en punto de paso obligado de la principal ruta migratoria entre África y Europa- para volver a lanzar un mensaje contra los muros que los países ricos erigen para frenar a los emigrantes.

El Papa afirmó que la llegada de estas personas que huyen de la pobreza, la violencia o los conflictos "nunca encontrará una solución en la construcción de barreras, en la difusión del miedo al otro o en la negación de asistencia a cuantos aspiran a una legítima mejora para sí mismos y para sus familias".

Francisco, que en ningún momento criticó la política migratoria de Marruecos, lamentó "la suerte a menudo terrible" que aguarda a unas personas que "no dejarían sus países si no estuvieran obligadas a hacerlo".

Una vez terminado el acto de la Torre Hasán, Francisco se dirigió al Palacio Real de Rabat, donde se entrevistó a solas con el monarca y posteriormente los dos mandatarios firmaron un llamamiento conjunto sobre la ciudad de Jerusalén como lugar de encuentro y culto para las tres religiones monoteístas.

El llamamiento insta a "preservar y promover el carácter multirreligioso específico, su dimensión espiritual y la peculiar identidad cultural de jerusalén", pero además pide expresamente que se garantice "la plena libertad de acceso a los fieles de las tres religiones monoteístas y el derecho de cada una a ejercer allí su culto".

Tanto Francisco como el rey Mohamed VI han insistido siempre en la importancia de Jerusalén como ciudad de tres religiones, y si bien no hubo ninguna alusión a Estados Unidos, a nadie se le escapó que el llamamiento sucede al polémico traslado de la embajada de EEUU desde Tel Aviv a Jerusalén, recientemente decidido por Donald Trump.

El tercer acto del día consistió en una visita a una escuela de imanes y predicadores, donde se forma a un millar de personas en los principios del islam suní malekí, considerado entre los más moderados de los ritos musulmanes.

El rey guió a Francisco por las dependencias de este instituto, donde estudian imanes marroquíes, subsaharianos y europeos, y juntos escucharon los testimonios de dos estudiantes que incidieron en el mensaje de la tolerancia.

Una nigeriana llamada Hind subrayó que la formación en la escuela le permitirá volver a su país y difundir los verdaderos valores moderados del islam; tras ella, tomó la palabra Abu Bakr, un franco marroquí de 25 años, quien deploró que los actos de violencia cometidos en el mundo en la actualidad se deben a una ignorancia de la religión.

El último acto de la jornada, de carácter privado, iba a ser un encuentro de Francisco en la sede de Caritas en Rabat con un grupo de unos sesenta emigrantes, en su mayoría subsaharianos establecidos en Marruecos más o menos temporalmente, pues todos abandonaron sus países con la aspiración última de llegar hasta Europa.

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