El feminismo desde la perspectiva ecológica
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LA EVOLUCIÓN DEL FEMINISMO
El feminismo se define como el “principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre” (RAE 2022). Esta palabra con este significado apareció por primera vez en 1882 escrita por Hubertine Auclert, mujer periodista y primera sufragista en Francia, si bien la situación de desigualdad está datada desde mucho antes. El fraile benedictino español Benito Jerónimo Feijoo, escribió la “Defensa de las mujeres” en 1726 combatiendo la misoginia de la época, y abogando por la igualdad: “A tanto se ha extendido la opinión común en vilipendio de las mujeres que apenas admite en ellas cosas buenas. En lo moral llenas de defectos y en lo físico de imperfecciones: pero donde más fuerza hace es en la limitación de su entendimiento… sepan, pues, las mujeres, que no son en el conocimiento inferiores a los hombres.”
La escritora francesa Olympe de Gouges publicó un par de años tras la revolución francesa la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana (1791) en el cual pedía la igualdad legal entre los dos sexos, de modo tal que “las mujeres tuvieran derecho a ser llevadas al cadalso y, del mismo modo, derecho a subir a la tribuna”. Era el inicio del primer feminismo, el ilustrado. Lamentablemente, Napoleón planteó el matrimonio como un contrato por el cual la mujer debía obedecer sumisamente a su marido, extendiendo su modelo por Europa de modo que las ideas de Gouges no tuvieron un gran recorrido, quien por cierto si accedió al cadalso, pero no como esperaba, pues en 1793 fue guillotinada. Era el inicio de la primera ola de feminismo.
La denominada segunda ola feminista surgió a mediados del siglo XIX y se la denomina sufragismo. Algunas mujeres empezaron a organizarse como movimiento civil para reclamar sus derechos (y en Estados Unidos los de los esclavos). El sufragismo se unía a otras luchas como la igualdad de clases sociales, “la mujer es la proletaria del proletariado” (Flora Tristán), o la lucha contra la esclavitud y discriminación racial. En 1920 Estados Unidos permitía el voto para las mujeres blancas, a pesar de que la esclava negra Sojourner Truth, hubiera denunciado la doble exclusión por ser negra y mujer. En Inglaterra el sufragio femenino fue una recompensa por la labor de las mujeres tras la primera guerra mundial mientras que en España llegó en 1931, durante la Segunda República.
La tercera ola surge tras la segunda guerra mundial. Es el momento del “feminismo liberal” que abogaba por luchar por implementar cambios hasta conseguir la igualdad entre los sexos. Y por otra parte del “feminismo radical”, que proponía eliminar la “raíz” del problema, es decir, el patriarcado o sistema establecido de dominancia del hombre hacia la mujer. Ambos coinciden en que las mujeres ya no querían volver al rol de esposas sumisas y dedicadas al cuidado de los demás en lugar del suyo propio, sino a disponer de su independencia, trabajar, tener salarios justos, controlar su maternidad y divorciarse sin presión. Aparece en este contexto Simone de Beauvoir con su peculiar concepción constructivista: “Una mujer no nace, se hace”. Es el inicio de la perspectiva de género que va a caracterizar la actual cuarta ola.
Esta cuarta ola, propia del siglo XX tiene por objetivo la justicia, la eliminación del acoso y violencia, y la rebelión contra el "patriarcado violento estructural". Y su herramienta es la eliminación conceptual del sexo y su sustitución por el concepto constructivista de género, qué en sentido amplio, se refiere a «los roles socialmente construidos, comportamientos, actividades y atributos que una sociedad considera como apropiados para hombres y mujeres». Sobre este género construido se puede articular una perspectiva, la de género como marco teórico desde el cual analizar los roles y desigualdades de género. Quedan abolidos los conceptos de masculinidad y la feminidad, y son sustituidos por el «conjunto de características diferenciadas que cada sociedad asigna a hombres y mujeres».
Resulta interesante ojear la definición de masculinidad que da Wikipedia para abarcar el alcance de esta perspectiva, que curiosamente viene definido en plural, un primer signo de indefinición: “Las masculinidades son conjuntos de características sociales, culturales y biológicas que determinados grupos sociales consideran que los hombres poseen o deben poseer, pero que también pueden poseer las mujeres”. Y más adelante precisa que “la masculinidad no es un hecho biológico, no depende de los genitales con los que hayamos nacido", sino que más bien "es un conjunto de significados, siempre cambiantes, que construimos a través de nuestras relaciones con nosotros mismos, con los otros y con nuestro mundo. La masculinidad no es estática ni atemporal, es histórica” (Luciano Fabbri)" Y si acudimos de nuevo a Wikipedia para ilustrarnos sobre el concepto de feminidad nos encontramos no solo con la vaga concepción relativista-constructivista que veíamos de la masculinidad sino fundamentalmente con la concepción “opresora” de sus supuestos atributos (comprensión, delicadeza, muestra de afecto, la educación y los cuidados de la descendencia, etc. ), actitudes todas ellas impuestas como rol social y caracterizadas por generar una gran presión social sobre las mujeres contribuyendo a generar desigualdades de género y discriminaciones.
Una perspectiva se caracteriza por mirar la realidad desde un ángulo concreto. Yo puedo ver una misma montaña desde el Norte o desde el Sur y parecen distintas (ver figura 1). Por algo la ecología y el lenguaje de campo siempre ha distinguido la solana de la umbría. Quien ve la solana piensa que todo el monte es claro, poco denso, y quien desde el norte está en la umbría percibe toda la montaña como refugio de ríos y rincones húmedos. ¿Quién tiene razón? Pues obviamente la opción más razonable es la integración de varias perspectivas. Los enamorados del monte sabemos que para entender su ecología es necesario patear el monte en su cara norte (umbría) y en su cara sur (solana), de modo que este recorrido nos permita no solo ver una perspectiva sino varias, y al integrarlas tengamos una visión más clara del ecosistema. Obviamente dos ojos ven más que uno, sobre todo si están en lugares diferentes, pero no agotan la realidad, por eso en el tercer dibujo de la figura 1, queda aún mucho por descubrir del misterio de la montaña, si bien no quita que compartir perspectivas nos haga menos “ciegos” a la realidad total que tenemos delante.
Pues bien, a la perspectiva de género quisiera añadir la perspectiva ecológica con el deseo de ver no solo la solana, sino también la umbría del paisaje de las relaciones humanas que tenemos delante.
INTRODUCCIÓN A LA PERSPECTIVA ECOLÓGICA
La perspectiva ecológica (sobre ello prometo escribir un libro exponiéndola con todo detalle) parte de algunos hechos ecológicos básicos:
1.- La reproducción es un hecho ecológico: La Sociedad Ecológica de América (ESA) define la ecología como "el estudio de las relaciones entre los organismos vivos, incluidos los humanos, y su entorno físico". Estas relaciones permiten a los organismos vivos cuatro funciones básicas, nacer, crecer, reproducirse (o no) y morir. Y es el juego entre muerte y reproducción el que permite la continuidad y adaptación al entorno, y desarrollándose éste de modo sexual, es decir gracias a la diferencia macho-hembra. La reproducción sexual es la función más compleja de la vida (increíblemente más compleja que la alimentación, por ejemplo). La diferencia sexual animal (macho-hembra) es la base de la diversidad de especies. Una diferencia es una diversidad con significado. Mis alumnos pueden sacar un 3 sobre diez, un 4 sobre diez y un 7 sobre diez, esto es diversidad de notas, pero lo que todos quieren es la diferencia entre aprobar (con más de cinco sobre diez) evitando suspender. Así pues, la diferencia es diversidad con significado. La diversidad sexual da cuenta de una variabilidad, la diferencia sexual macho-hembra es la base que permite la reproducción. Solo siendo diferentes, que no diversos, logramos que la vida continúe, y además lo haga de forma cada vez más diversa. Esto se complica aún más en mamíferos donde la diferencia macho hembra alcanza niveles de especialización a los que no llegan otras especies Algunos peces pueden permitirse el cambio de sexo y seguir reproduciéndose, o algunas aves (hembras) pueden incluso reproducirse en casos extremos sin presencia de machos. No así en los mamíferos, en los que es esencial la diferencia sexual no solo por los aspectos especializados (con órganos ad-hoc) de penetración y vida intrauterina, sino en el hecho de que tienen que aprender, especialmente las especies gregarias a desarrollar un comportamiento no innato a partir de un instinto… esta es la segunda característica de la perspectiva ecológica. La especialización por sexos.
2.- La reproducción de éxito en mamíferos no es solo un instinto, sino que requiere de un comportamiento social. Defino en primer lugar lo que entiendo por reproducción de éxito: Es aquella que permite la continuidad de la especie. Un ejemplo de “no reproducción de éxito” sería por ejemplo el cruce de una yegua y un burro. Obviamente genera una mula, sin embargo, la mula es estéril, con lo cual no se continúa la especie.
Lo siguiente es entender la diferencia en mamíferos (y otros animales) entre instinto y comportamiento social. El comportamiento animal se puede definir como lo que los animales hacen o evitan hacer (Sipe 2022). Un instinto es un conjunto de comportamientos que no tienen que ser aprendidos y que se ponen en marcha en respuesta a una señal ambiental o un impulso interno. El instinto es un comportamiento innato que dicta los comportamientos necesarios para la supervivencia, especialmente en especies que no reciben mucha orientación de sus padres. Como comportamiento innato es heredable, pasando de generación en generación a través de los genes. Es un comportamiento intrínseco. En oposición a los comportamientos innatos, hay "comportamientos ganados", que provienen de la experiencia y no están presentes en un animal en su nacimiento. Los animales aprenden estos comportamientos a través de prueba y error, convivencial grupal, recuerdos de experiencias pasadas y observaciones de otros. Generalmente, estos comportamientos aprendidos no son heredables y deben ser enseñados o aprendidos por cada individuo. Son extrínsecos, lo que significa que no ocurren en animales aislados de los demás o lejos de la oportunidad de prueba y error. Como Sipe continúa explicando, son permutables, lo que significa que pueden cambiar con el tiempo, en contraste con la repetición rígida de un comportamiento innato. Los comportamientos aprendidos también se pueden adaptar a condiciones cambiantes, y son progresivos, lo que significa que el comportamiento se puede refinar a través de la práctica. Un ejemplo puede ayudar a entender esta situación. Una ratoncita recién nacida tiene potencialmente su instinto sexual, sin embargo, no desarrollará un comportamiento reproductivo si no recibe atenciones maternas (lametones maternos cariñosos durante cinco días). Si esto no sucede, no sabrá poner la posición lordótica (llamado vulgarmente posición de culito en pompa) esencial para la cópula. Lo mismo sucederá con una familia de lobos que quiera sobrevivir, sin jerarquía no hay orden social y por tanto tampoco supervivencia. Y este comportamiento social, modificable, pero real requiere una serie de especializaciones, entre ellas una masculinidad y una feminidad. Pero, ¿cómo definirlas?
3.- Masculinidad y feminidad son tan esenciales en la reproducción de éxito de mamíferos como el hecho de ser macho o hembra. Definimos masculinidad como todas aquellas características de un macho que transmiten un mensaje atractivo sexual para la hembra de modo que ésta lo percibe como un ser potencialmente reproductivo de éxito. Del mismo modo definimos feminidad como todas aquellas
características de una hembra que transmiten un mensaje atractivo sexual para el macho de modo que éste lo percibe como un ser potencialmente reproductivo de éxito. Es femenino todo aquello que a un macho de su especie le resulta atractivo en una hembra para propagar su linaje y viceversa. Y ese atractivo, que es no consciente, sí está relacionado en el caso femenino con la maternidad en todas las especies, y en algunas el caso masculino con la paternidad cuando la especie lo requiere (por ejemplo, en águilas), y en caso contrario con su encanto (aves del paraíso que no requiere macho en la crianza). Así es masculino ser protector de crías en homínidos y es femenino capaz de dar lametones en ratones hembra. La masculinidad y la feminidad tiene una base objetiva en mamíferos sin la cual no hay reproducción de éxito, y están relacionadas con capacidades intrínsecas (instintos) pero también con la “cultura” o conjunto de comportamientos sociales de cada especie, de tal modo que si la masculinidad o la feminidad se pierde culturalmente ( por ejemplo en el famoso experimento de Calhoum, en el cual los ratones hembras perdían interés por las crías hasta extinguir su linaje), se pone en riesgo le reproducción de éxito, y el instinto sexual en vez de madurar a comportamiento socialmente aceptado ( por el conjunto de ratones, lobos o mamíferos) degenera (a veces incluso en violencia).
4.- El ser humano es un mamífero, y la cultura se escribe sobre la ecología pero no la tacha. Resulta muy interesante aquí el caso que relata Frans de Waal de gorilas. Si a un gorila macho le damos un camión y una muñeca, el gorila, (homínido como nosotros) prefiere el camión, y la hembra la muñeca. Frente a movimientos culturales actuales que pretenden vaciar de contenido la “naturaleza humana” tachándola de absolutamente flexible o modificable a gusto de las ideologías imperantes, la ecología impone reconocer que la masculinidad y feminidad no solo en seres humanos, sino en toda nuestra familia hominidae son una realidad … es más, lo es también en nuestra clase de mamíferos, e incluso sino de otras clases como las aves. La cultura sobrevive si hay reproducción. Así pues, puede haber muchas culturas, pero al igual que la reproducción, solo las culturas que pueden transmitirse son culturas de éxito. Y las culturas de éxito requieren formar parte de las que generan reproducción de éxito, mientras que si una cultura no es reproductiva puede sostenerse tan solo captando individuos procedentes de reproducciones con menos éxito, o como veremos ahora, en proceso de extinción.
5.- La selección natural sigue siendo el mecanismo que opera en los seres vivos para modelar la evolución. Desde la revolución industrial vivimos en un mundo sin estrés vital energético (Podemos pasar frío, pero nadie muere de hambre en nuestro mundo occidental “energetizado” o se desespera porque se le haya muerto la mula con la que araba el huerto de patatas con el que planeaba pasar el invierno), pero la selección natural sigue operando. La selección natural está pasando de la muerte a la concepción. Hoy no mueren los menos adaptados, sencillamente no llegan a nacer. Y probablemente no lo hagan o bien por frenos a la articulación reproductiva del instinto sexual (más de 186 millones de personas sufren infertilidad debido a causas tales como la obesidad, el tabaquismo, la exposición a disruptores endocrinos tales como la lluvia de anticonceptivos evaporados a diario, que generan entre otros la reducción de espermatozoides u oligosoermia), o bien por la falta de maduración del instinto sexual en comportamiento reproductivo social. Aquí tiene un papel relevante la desaparición de la masculinidad y la feminidad como especialización reproductiva. Ya no existe el eterno femenino, la maternidad es una carga esclaviza a la mujer evitando que trabaje y se emancipe al igual que lo hace un hombre, la dulzura y la ternura ( los lametones de la ratona) no son propios de las mujeres feministas modernas, si es que acaso queda alguien que sepa definir en dicho mundo qué es una mujer, o el interés político propone la reducción poblacional a través de la anulación de la diferencia de roles (To be effective in the long term, planning programs family members should seek not only to reduce fertility within the existing gender roles, but rather change the roles of gender in order to reduce fertility. (UNFPA, 1992).
CONCLUSIÓN
Si hoy Olympe de Gouges levantara su guillotinada cabeza y escuchara a mis alumnos responder “- Es complicado profe…-” cuando les pregunto que es una mujer probablemente pediría subir a una tribuna para desesperada explicar que ella luchó por los derechos de los individuos femeninos adultos de Homo sapiens, y pedirnos que el feminismo no perdiera también la cabeza. Para ello conviene recordar que dos ojos ven más que uno, y dos perspectivas más que una sola. Si con el tiempo triunfa como base ideológica del feminismo en exclusiva la tendencia constructivista de género que abole socialmente las diferencias biológico-ecológicas entre hombre y mujer, podremos ser iguales una temporada… pero probablemente la selección natural se cebará en quienes crean más en un constructivismo al margen de la ecología humana, pues como pasa con los ratones y los mamíferos en general, las culturas que sobreviven son las que se transmiten de madres a crías. Entonces podría darse la paradoja de que el feminismo más constructivista pudiera estar llevando a la extinción precisamente a sus más radiales seguidoras al liberarlas de su maternidad.
Ojalá la capacidad de ampliar las perspectivas incluyendo la ecológica en las propuestas feministas, aunque a veces pueda parecer tan contrapuesta a la de género como mirar desde el Norte una montaña frente a quien la mira desde el Sur, permita encontrar una visión más amplia desde la cual el reconocimiento de la diferencia sexual hombre-mujer enriquezca la noble trayectoria del pensamiento y acción feminista.