Inesperado diálogo con el Señor: «No hay amor más grande que el de da la vida por sus amigos»

Mi conversación con Jesús tuvo lugar en nuestro camino a Jerusalén

Inesperado diálogo con el Señor: «No hay amor más grande que el de da la vida por sus amigos»

Manuel Cruz

Publicado el - Actualizado

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Cuando Jesús regresaba a Jerusalén al día siguiente de la cena en Betania, me puse a su lado en el camino con la intención de hacerle unas peguntas que me quemaban la boca y me nublaban el entendimiento. Jesús se dio en seguida cuenta de mi deseo, me miró sonriente y me dijo;:"¿Qué buscas, extranjero?.Me vienes siguiendo desde Caná y parece que estás muy interesado en lo que digo y hago aunque no seas judío ni hayas oído hablar de mi antes..."

- Cierto Señor, no entiendo muchas cosas aunque trato de informarme en las Escrituras que hablan de ti. Por ejemplo, cómo es que Dios Padre te ha enviado a este pueblo tan díscolo y vanidoso, que tantas veces se ha rebelado contra el mismo Hacedor que lo eligió para que diera testimonio de su Palabra?

-No olvides que yo también soy judío, me respondió. Y si este pueblo, como bien dices, llegó a desobedecer a su Creador en el mismo Paraíso, donde estaba destinado a ser feliz, mi Padre no ha dejado de amarlo y justo por eso me ha enviado a mí, su Hijo, su Verbo, para rescatarlo del pecado cometido e indicarle el camino para volver a Él.

- Eso me recuerda, Señor, que hay amores que matan. ¿Tu vas a morir por amor a este pueblo?

- Como ya debes saber, no hay amor más grande que el que da su vida por los amigos. Y este pueblo de dura cerviz, como toda su descendencia que puebla el mundo, sigue siendo un amigo al que ayudar y servir para que no olvide su destino.

- ¿Y muriendo tu, Señor, que esperanza das a la gente?

- Voy a morir, en efecto, pero mi muerte no tendría sentido alguno si no resucitara al tercer día para volver a Casa del Padre., sin dejar de estar con vosotros hasta el fin de mundo. Ya has oído lo que le dije a Tomás, que yo soy el Camino, la Verdad y la Vida y que nadie va al Padre sino por mí.

- No entiendo...

- Recuerda que si el grano de trigo no muere no puede dar fruto alguno. Muero para dar luz al mundo, para darle esperanza, para recordarle que la vida no se acaba y que después da la muerte terrenal le espera la vida eterna.

- Para alcanzar esa esperanza hay que tener mucha fe y no todo el mundo la tiene, Señor.

- Eso es cierto. Pero la fe es un don gratuito al alcance de todo el que ama y hace la voluntad de Dios Padre, expresada en los Mandamientos que entregó a Moisés. Dentro de unos dás, vas a tener la oportunidad de conocer mi testamento, que dejo en manos de mis discípulos para que lo cumplan. Pero ya te adelanto que el único secreto de la felicidad es el amor que Dios Padre tiene a toda la humanidad. La fe es la consecuencia de sentirse amado por el Creador y corresponderle. Quien a Dios tiene, nada le falta...

- Ah, parece fácil, pero ¿qué es amar? Nadie nos lo ha enseñado...

- El amor es el tesoro escondido que cada cual tiene en su corazón. Solo hay que descubrirlo con el desprendimiento

de las cosas, la humildad, el deseo de servir.

- ¿Por eso has dicho, Señor, que los ricos tienen muy dificil entrar en el Reino de los Cielos?

. En efecto, el rico tiene su corazón puesto en su riqueza y cree que no necesita a Dios para nada. Se hace dios de si mismo. Pero no siempre es asi: se puede ser rico y, al mismo tiempo, estar desprendido de lo que se tiene. Esos son los pobres en el espíritu y están destinados a entrar en el Cielo. Pero ya te digo: lo importante es amar a Dios y a los demás. Esa es la llave para entrar en el Reino.

- En realidad, Señor, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él y le hayas dado tanto poder, incluso para odiarte, como te odian los fariseos?

- Ah, pillin, me contesta con una sonrisa en los ojos y en los labios... Esa es es la pregunta que te ronda por la cabeza desde que me sigues..Si te fijas en las Escrituras, mi Padre hizo al hombre poco inferior a los ángeles, lo coronó de gloria y dignidad y le dio el mando sobre las obras de sus manos, sometiendo todo bajo sus pies, siendo, como es, un ínfimo granito de arena en la inmensas del Universo. El hombre, para que lo sepas, es la obra maestra de mi Padre Dios: lo hizo a su imagen y semejanza y no ha dejado de amarlo a pesar de sus infidelidades cuando hace un mal uso de su libertad. El hecho de que yo, que soy el Hijo Unigénito de Dios, esté aquí y ahora, encarnado en un hombre, es el mayor reconocimiento que hace mi Padre de su grandeza.. El amor lo redime y el amor lo engrandece...

- Ahora, Señor, me pregunto si yo valgo la pena para que mueras por mi...

- Claro que vale la pena, extranjero, me dijo finalmente el Señor sin perder su sonrisa... Tú mismo lo comprobarás sin te quedas conmigo hasta el final, porque volveré a vosotros y me quedaré para siempre a vuestro lado de alguna forma que pronto conocerás.

- Y, sin embargo, Señor, el mal existe y parece que siempre existirá...

- El mal existe desde que el hombre perdió la confianza en Dios Padre y dejó de amarlo sobre todas las cosas. El pecado de Adán y Eva fue terrible porque rompió el plan de mi Padre para sus criaturas. Pero por eso estoy aquí, para vencer al pecado definitivamente y reparar el daño causado. Pero siempre respetando la libertad del hombre, sin la cual perdería toda su dignidad y grandeza. Esa es la razón de que haya más alegría en el Cielo cuando un pecador se convierte que por cien justos...¿Entiendes esto?

- Perfectamente, Señor, Y casi me atrevería a decir que feliz fue aquélla culpa que nos ha traído tan gran Redentor...

A modo de despedida, Jesús me dio un golpecito en la espalda y me quedé paralizado a pesar de que tenía otras preguntas que hacerle. El Templo ya se divisaba cercano, bañado por el sol. La gente bullía a nuestro alrededor y los discípulos me miraron con cierta complicidad, como si hubieran escuchado mi diálogo con el Señor. Así me dispuse a vivir el final de la más asombrosa historia que jamás pude imaginar y que ha cambiado hasta el pensamiento humano. Y seguí a Jesús que era esperado por los sumos sacerdotes en el Templo para acumular pruebas contra Él.