Jesús anuncia un importante discurso sobre la felicidad humana

Expectación en el norte de Galilea por la visita de Jesús, mientras el Sanedrín lo persigue como un usurpador

Jesús anuncia un importante discurso sobre la felicidad humana

Manuel Cruz

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En mis encuentros con los rabinos de Nazaret, mientras seguía el rastro de la vida de Jesús antes de que manifestara su misterioso poder curativo, meha impresionado la firme esperanza que tienen en llegada del Mesíaaprometido desde la antigüedad. Hay que tener en cuenta que el antiguo Israel había sufrido la invasión de poderosos reinos cercanos y que todo el pueblo judío vivió cautivo en Babilonia durante largos años, después de que su tierra fuese devastada por el ejército invasor de Nabucodonosor y destruyese el emblemático y majestuoso templo de Jerusalén, construido por Salomón siglos atrás. Durante aquellos años de cautiverio en una tierra extraña,exilio, otro profeta llamado Miqueas se encargó de mantener viva la esperanza suscitada por las profecías de Isaias que prometían la llegada de un Mesías libertados y que nacería en Belén.

Aquellos años de destierro y la renovada promesa de un salvador, han dejado una profunda huella en el pueblo judío aunque hayan pasado más de cinco siglos.Por ello pregunté a los rabinos que me recibieron en la sinagoga y ese hombre mítico no sería Jesús. Me replicaron airados que eso era imposible porque las profecías señalaban Belén como el lugar de su nacimiento y Jesús era de Nazaret.

Ocurre además que todas las autoridades judías con las que he hablado menospreciaban a Jesús, al que ya algunos aclamaban como el Ungido, porque no cumplía las normas cívico-religiosas impuestas por los llamados Doctores de la Ley, algo inconcebible en un Mesías. A este propósito, el Sanedrin, es decir la asamblea de los ancianos que administraban justicia de acuerdo con lo establecido por Moisés, ya hahían dispuesto que Jesús es un usurpador que se vale de artes mágicas para atraer a las gentes, además de enfrentarse a ellos. Es necesario precisar que las sanedritas son fariseos y saduceos, las dos grandes sectas religiosas que, de hecho, gobiernan el dividido país en nombre de los ocupantes romanos que dejan hacer siempre queperciban puntualmente los impuestos.. .

En este tiempo de ocupación romana, se ha acentuado esa esperanza en un Libertador que derrotaría a los opresores y devolvería a Israel su vieja gloria como pueblo escogido por Yahvé como fiel cumplidor de su antigua alianza. Esta alianza consiste, dicho en breve, en que Yahvé en persona cuidaría de su pueblo mientras éste, en contrapartida, cumpliera fielmente los Diez Mandamientos, empezando por el amor a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo. La historia nos dice que ese pacto fue muchas veces violado por los judíos y que Dios los castigaba por su infidelidad. Incluso se dice que la deportación a Babilonia fué uno de los castigos infligidos al pueblo por su olvido de Dios, como ya ocurrió con la destrucción de Sodoma y Gomorra en tiempos de Abraham..

Lo cierto es que los miembros del Sanedrín y, por ende, los rabinos de cada sinagoga por donde pasaba Jesús, lo increpaban y trataban de sorprenderlo en alguna contradicción con las normas religiosas para que les gentes dejaran de seguirlo. Vana ilusión, porque cada vez son más densas las multitudes que se le acercan aunque parece notorio que también son muchos los que solo van a verlo por los milagros que hac, sin prestar apenas atención a lo que dice. Para Jesús, sin embargo, lo más importante es lo que trata de anunciar a la gente es que el Reino de Dios está cerca y que es necesaria su conversión para alcanzar la gloria y vivir en paz en la tierra.

Así que he decidido volver a donde se encuentre ahora Jesús que, según me han dicho, se dirige al norte de Galilea donde se rumorea que pronunciará un importante discurso sobre la felicidad humana. Al llegar al lugar que me señalaron, Jesús ya estaba sentado en la falda del monte que había elegido para hablar a la gente que, en efecto, se muestra expectante al creer que el Rabí Jesús -ya no lo llamaban el carpintero- les reservaba alguna revelación de especial importancia. Lo contaré en mi próxima crónica