Los cinco sentidos de la Semana Santa

La Semana Santa entra por los cinco sentidos del ser humano, te lo explica María García

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María García

Publicado el - Actualizado

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La Semana Santa es una de las manifestaciones religiosas y culturales más importantes de España. Es una celebración multitudinaria con un sinfín de componentes que acompañan a esta representación de la Pasión de Jesucristo en la calle.

La devoción y la fe por una imagen se entremezcla con la de un público ávido de conocer, sentir y palpar las diferentes escenificaciones de Jesús. Procesiones que tienen tras de sí mucho trabajo y que pueden disfrutarse con todos los sentidos.

Cada elemento de esta festividad tiene un valor histórico y simbólico. La mezcla entre lo teológico y lo popular. Como algunas imágenes de Cristo que llevan sobre su cabeza tres rayos dorados. Hay quién dice que cada rayo representa al Padre, Hijo y Espíritu Santo. Otros aluden a las potencias del Alma. Cada rayo refleja tres facultades del alma: entendimiento, voluntad y memoria.

La Semana Santa entra por los cinco sentidos del ser humano:

-La vista. Contemplar la exaltación de la figura de Jesús y de su Madre, la belleza de las túnicas y flores, el movimiento de los pasos, las parroquias engalanadas con candelabros y vinajeras. Un conjunto armónico dónde se resalta la belleza.

-El oído. Los sonidos llegan a nosotros durante toda la Semana. El andar de los costaleros, el crujir de la madera del trono cuando es alzado, las marchas devotas de la Dolorosa, las piezas divergentes durante la Eucaristía y las sintonías de las agrupaciones musicales teniendo en cuenta si es una imagen de Jesús vivo o muerto.

-El tacto. También se palpa el besamanos o el besapiés cada vez más instalado entre las hermandades para acercar la imagen a los devotos.

-El olfato. Este tiempo huele a flores e inciensos. Los pasos acompañan elementos vegetales como el olivo y el romero. Los cirios y velas son otro acompañamiento en pasos de palio y faroles de pasos penitenciales.

-El gusto. El sector de la gastronomía ha puesto en los últimos años todo su empeño en revalorizar la cocina de la Semana Santa. El portaje de vigilia, las torrijas, las flores de sartén, las rosquillas y todo un elenco de platos y postres.

La Semana Santa se ve, se oye, se toca, se huele y se saborea. Traslado mi ánimo a los comprometidos costaleros y le doy la bienvenida a los turistas que, deseosos de probar estos ricos manjares también contribuyen, y mucho, a mejorar el PIB de España.

También la Semana Santa puede mejorar nuestra vida personal. Si profundizamos, si nos detenemos, si meditamos un poco en esta forma de amar, en esta entrega total del Hijo de Dios hacia los hombres, caeremos en la cuenta.

Es imposible no adorar esa imagen de Dios clavado en la cruz, deseando corresponder con una muestra, como es la nuestra, a ese amor.

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