El ejemplo que nos dan las Lecturas de este domingo y que nos pueden ayudar en el Día de la Iglesia Diocesana

El periodista y sacerdote Josetxo Vera nos da las claves del Evangelio de este domingo, 7 de noviembre, en 'Chateando con Dios'

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Redacción digital

Madrid - Publicado el

4 min lectura

Este domingo todas las parroquias de España celebran una Jornada especial, el 'Día de la Iglesia Diocesana'. Un día en el que la Iglesia recuerda lo que es en cada sitio: una diócesis, una porción del pueblo de Dios donde está todo lo que tiene que haber en una Iglesia.

La diócesis es un territorio concreto que está encomendado a la custodia y al pastoreo de un obispo, al que le ayudan unos sacerdotes, presbíteros y diáconos y que tiene un pueblo de Dios, más o menos grande, compuesto por laicos y religiosos.

¿Por qué se celebra el Día de la Iglesia Diocesana? Sobre todo se celebra para recordar el compromiso de pertenencia que todos tenemos. Somos parte de un pueblo donde estamos no solo para recibir, sino también para dar. Eso es lo que nos quiere recordar la iglesia diocesana. Esta iglesia es como una familia, un pueblo donde la gente se relaciona para servir a los demás.

Si tu miras a los cristianos de un lugar fácilmente te encuentras con muchos que están simplemente para recibir. Eres parte de la Iglesia pero buscas solamente recibir sacramentos, formación, vida cristiana etc...

Pero la parte importante del pueblo de Dios es para dar a los demás y sacar adelante la Iglesia, para que la Iglesia crezca en este lugar. En un lugar concreto hay mucha gente que no son parte del pueblo de Dios que la Iglesia tiene que evangelizar. Por eso en la Iglesia se está para dar. Cada vez es más importante ser conscientes que la Iglesia depende de la participación de todos.

¿Qué tiene que ver esto con lo que vamos a escuchar este domingo durante la Misa? Seguramente en la homilía nos hablarán mucho de la Iglesia Diocesana pero tiene que ver también con el Evangelio. ¿Cómo podemos ayudar a la Iglesia Diocesana? Hay tres formas de ayudar: la primera de ellas es rezando porque la Iglesia se sostiene por la oración. Esto es algo que todos podemos hacer: rezar por el obispo, por los sacerdotes, por los catequistas, por los misioneros...

Otra forma de ayudar a la Iglesia Diocesana es poniendo tu tiempo a disposición para ayudar en lo que sea: para cantar en el coro, dar catequesis, ayudar en el grupo de Cáritas, repartir alimentos, visitar enfermos, limpiar el templo, poner flores...tienes tiempo y un don y lo puedes compartir en la Iglesia.

Y una pequeña parte de personas pueden dar dinero y sostener la vida de la Iglesia con sus aportaciones. Todos podemos rezar, muchos pueden dar su tiempo y algunos pueden dar dinero. El Evangelio habla precisamente de estos últimos y en realidad nos habla a todos.

En el Evangelio y en la Primera Lectura nos ponen el ejemplo de dos mujeres viudas, muy pobres, que no tienen nada. En la Primera Lectura se le aparece el profeta Elias a una mujer y le pide para comer y beber. "Estoy recogiendo un par de palos, entraré y prepararé el pan para mí y mi hijo, lo comeremos y luego moriremos" le dice la mujer. La mujer, que es generosa, decide dar todo lo que tiene. Y Elías le asegura que esa mujer sería protegida y no iba a morir de hambre.

En el Evangelio se escucha una historia parecida: va el Señor al templo y observaba a la gente que iba echando dinero Se acerca una pobre mujer viuda que da todo lo que tiene. Le dice el Señor entonces a los discípulos: “¿Quién ha dado más?”

La que ha dado más es esta pobre mujer que ha dado todo para vivir. El Señor no nos pide mucho dinero porque no todos tenemos mucho. Dios nos pide todo y eso siempre lo podemos dar. Depende de cuánto sea tu todo. Pero el ejemplo que nos pone la Palabra de Dios es de dos personas que lo dan todo.

Nosotros tenemos que revisar nuestra participación en la vida de la Iglesia, si estamos para dar o recibir. El horizonte de nuestra existencia está en estas dos mujeres, viudas y pobres, que decidieron darlo todo al Señor. Seguro que a nosotros nos queda margen de mejora en esto y en tantas cosas de nuestra vida cristiana, pero el Evangelio se muestra hoy exigente en cómo tenemos que ayudar a nuestra Iglesia. Ojalá que podamos estar a la altura.

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