Las tres enseñanzas que nos deja el bautismo de Jesucristo y que nos pueden ayudar en nuestro día a día

El periodista y sacerdote Josetxo Vera, ahonda en 'Chateando con Dios' en el Evangelio de este domingo, 10 de enero

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Josetxo Vera

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Estaba mirando las Lecturas de este domingo de la celebración de la Eucaristía y he descubierto que son inapropiadas para este tiempo por qué nos hablan del Bautismo del Señor en el río Jordán con Juan El Bautista. Con estas nevadas es mal tiempo para bautizar, pero es la fiesta que celebramos en este día, en el domingo después del día de Epifanía. Históricamente tiene lugar muchos años después porque Jesús se bautiza siendo ya adulto y además el bautizo de Él no es el mismo que nosotros recibimos.

Su bautizo es un signo de humildad, de hacerse plenamente hombre, de buscar con su ejemplo el deseo de conversión de los demás. Se pone en la fila con los que se están bautizando con Juan el Bautista para hacer visible su deseo de ser como los demás, su manifestación de hombre como todos, aunque Él no tenía pecado. Es una humildad que para nosotros es un punto de reflexión: si el Señor quiso adoptar nuestra naturaleza humana hasta ponerse en la fila con los pecadores, ¿cuánto más nosotros tenemos que estar en la fila de la conversión?

Es también el momento en el que Dios, desde el cielo, le señala como Hijo amado. La última frase del Evangelio que escucharemos en la Eucaristía en esa fiesta del bautizo del Señor es: “Este es mi Hijo amado, en quien yo me complazco”. Todos nosotros somos Hijos de Dios, pero Dios, el Padre, dice de Jesús que con él se complace mientras que con nosotros se compadece.

Por eso esta fiesta es muy relevante para nosotros. En primer lugar, vemos la humildad del Hijo que se pone en la fila de los pecadores. En segundo lugar, es señalado por el Padre como el Hijo propio. Son dos puntos fundamentales del Evangelio de este domingo que nos pueden ayudar para meditar.

El tercer punto, muy valioso, es lo de recordar nuestro propio bautizo. El bautizo de Juan hacía visible el deseo de convertirse. El que nosotros hemos recibido en la Iglesia es el que nos hace Hijos de Dios. Hay que hacer el esfuerzo de saber en qué día fuimos bautizados. Es un día para ser celebrado porque lo seguiremos celebrando para siempre, toda la eternidad recordaremos el momento en el que fuimos hechos Hijos de Dios.

En nuestra vida celebramos mucho el nacimiento, pero tenemos que incorporar celebrar el bautismo. Es el momento de agradecer a todas las personas que han intervenido en nuestra vida cristiana: el sacerdote que nos bautizó, a nuestros padres, nuestros amigos. Y hacer el propósito de revivir el bautismo cada día de nuestra vida.

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