La distancia entre los dedos

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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(Editorial San Pablo) abandona la glosa de las huellas bíblicas en la espiritualidad teresiana, que había abordado en dos libros anteriores. Cierto que, en este relato en primera persona, con protagonista masculino, pueden percibirse algunos ecos de la subida al Monte Carmelo sanjuanista.

La narración plantea, simbólicamente, la experiencia de un viaje en busca de la felicidad, donde, tras unos avatares desdichados y otros altamente gratificantes, se llega a la conclusión de que la felicidad está dentro de uno mismo, porque el sentido de la vida consiste en andar haciendo el propio camino, no en llegar. Pilar Huerta evoca, metafóricamente, el teresiano camino de perfección o la subida sanjuanista. No se sustrae, disimuladamente, a la influencia de los grandes místicos del Carmelo, aunque, de entrada, presenta su libro como glosa a un párrafo de Ignacio Larrañaga en su libro sobre la liberación interior. De hecho, cada uno de los catorce capítulos son glosas a citas de otros autores. Ver lejana la cima de la felicidad alimenta la esperanza: poseemos el Amor cuando lo buscamos. La distancia entre los dedos es esa cercanía del dedo divino y del dedo de la criatura que plasmó Miguel Ángel en el famoso fresco de la Capilla Sixtina.

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