Evangelio 22 de enero: "¿Qué está permitido en sábado?"

San Marcos 3, 1-6

Redacción Religión

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Lectura del santo evangelio según san Marcos 3, 1-6

En aquel tiempo, Jesús entró otra vez en la sinagoga y había allí un hombre que tenía una mano paralizada. Lo estaban observando, para ver si lo curaba en sábado y acusarlo.

Entonces le dice al hombre que tenia la mano paralizada:

«Levántate y ponte ahí en medio».

Y a ellos les pregunta:

«¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?».

Ellos callaban. Echando en torno una mirada de ira y dolido por la dureza de su corazón, dice al hombre:

«Extiende la mano».

La extendió y su mano quedó restablecida.

En cuanto salieron, los fariseos se confabularon con los herodianos para acabar con él.

Primera lectura

Lectura del primer libro de Samuel 17, 32-51

En aquellos días, Saúl mandó llamar a David, y éste le dijo:

«Que no desmaye el corazón de nadie por causa de ese hombre. Tu siervo irá a luchar contra ese filisteo».

Pero Saúl respondió:

«No puedes ir a luchar con ese filisteo. Tú eres todavía un joven y él es un guerrero desde su mocedad».

David añadió:

«El Señor, que me ha librado de las garras del león y del oso, me librará también de la mano de ese filisteo».

Entonces Saúl le dijo:

«Vete, y que el Señor esté contigo».

Agarró el bastón, se escogió cinco piedras lisas del torrente y las puso en su zurrón de pastor y en el morral, y avanzó hacia el filisteo con la honda en mano. El filisteo se fue acercando a David, precedido de su escudero. Fijó su mirada en David y lo despreció, viendo que era un muchacho, rubio y de hermoso aspecto.

El filisteo le dijo:

«¿Me has tomado por un perro, para que vengas a mí con palos?».

Y maldijo a David por sus dioses.

El filisteo siguió diciéndole:

«Acércate y echaré tu carne a las aves del cielo y a las bestias del campo».

David le respondió:

«Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina. En cambio, yo voy contra ti en nombre del Señor del universo, Dios de los escuadrones de Israel al que has insultado. El Señor te va a entregar hoy en mis manos, te mataré, te arrancaré la cabeza y hoy mismo entregaré tu cadáver y los del ejército filisteo a las aves del cielo y a las fieras de la tierra. Y toda la tierra sabrá que hay un Dios de Israel. Todos los aquí reunidos sabrán que el Señor no salva con espada ni lanzas, porque la guerra es del Señor y os va a entregar en nuestras manos».

Cuando el filisteo se puso en marcha, avanzando hacia David, este corrió veloz a la línea de combate frente a él. David metió la mano en el zurrón, cogió una piedra, la lanzó con la honda e hirió al filisteo en la frente. La piedra se le clavó en la frente y cayó de bruces en tierra.

Así venció David al filisteo con una honda y una piedra. Lo golpeó y lo mató sin espada en la mano.

David echó a correr y se detuvo junto al filisteo. Cogió su espada, la sacó de la vaina y lo remató con ella, cortándole la cabeza. Los filisteos huyeron, al ver muerto a su campeón.

Salmo 143, 1. 2. 9-10

R/. ¡Bendito el Señor, mí alcázar!

Bendito el Señor, mi Roca,

que adiestra mis manos para el combate,

mis dedos para la pelea. R/.

Mi bienhechor, mi alcázar,

baluarte donde me pongo a salvo,

mi escudo y refugio,

que me somete los pueblos. R/.

Dios mío, te cantaré un cántico nuevo,

tocaré para ti el arpa de diez cuerdas:

para ti que das la victoria a los reyes,

y salvas a David, tu siervo, de la espada maligna. R/.