"El que tenga oídos, que oiga"

Evangelio según san Mateo (13,36-43) y comentario de José María Calderón, director nacional de OMP

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Redacción Religión

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Primera Lectura

Lectura del profeta Jeremías (14,17-22)

Mis ojos se deshacen en lágrimas, día y noche no cesan: por la terrible desgracia de la Doncella de mi pueblo, una herida de fuertes dolores. Salgo al campo: muertos a espada; entro en la ciudad: desfallecidos de hambre; tanto el profeta como el sacerdote vagan sin sentido por el país. «¿Por qué has rechazado del todo a Judá? ¿Tiene asco tu garganta de Sión? ¿Por qué nos has herido sin remedio? Se espera la paz, y no hay bienestar, al tiempo de la cura sucede la turbación. Señor, reconocemos nuestra impiedad, la culpa de nuestros padres, porque pecamos contra ti. No nos rechaces, por tu nombre, no desprestigies tu trono glorioso; recuerda y no rompas tu alianza con nosotros. ¿Existe entre los ídolos de los gentiles quien dé la lluvia? ¿Soltarán los cielos aguas torrenciales? ¿No eres, Señor Dios nuestro, nuestra esperanza, porque tú lo hiciste todo?»

Salmo

Sal 78

R/. Líbranos, Señor, por el honor de tu nombre

No recuerdes contra nosotros

las culpas de nuestros padres;

que tu compasión nos alcance pronto,

pues estamos agotados. R/.

Socórrenos, Dios salvador nuestro,

por el honor de tu nombre;

líbranos y perdona nuestros pecados,

a causa de tu nombre. R/.

Llegue a tu presencia el gemido del cautivo:

con tu brazo poderoso salva a los condenados a muerte.

Mientras, nosotros, pueblo tuyo, ovejas de tu rebaño,

te daremos gracias siempre,

contaremos tus alabanzas de generación en generación. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Mateo (13,36-43)

En aquel tiempo, Jesús dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se acercaron a decirle: «Acláranos la parábola de la cizaña en el campo.»

Él les contestó: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del Reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema: así será el fin del tiempo: el Hijo del Hombre enviará a sus ángeles y arrancarán de su Reino a todos los corruptores y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga.»

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