Recomenzando con don Fabio Rosini
El libro de este autor es una invitación a descubrir que la Biblia está viva, la realidad, el Espíritu Santo...
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El pasado 7 de enero, en la misa de Santa Marta, el Papa Francisco hacía un elogio de la concreción aplicada a la vida del cristiano. El cristianismo no son ideas ni palabras bonitas. Es, ante todo, un arte de la concreción. Para concretar hay que saber discernir, y discernir no es algo que dependa de nosotros solos. El Papa Francisco nos recuerda que mucha gente, sacerdotes, religiosos o laicos tienen autoridad espiritual para ayudarnos. También lo puede hacer un buen libro, y la lectura ha hecho muchos santos, tal y como comprobó Ignacio de Loyola durante su convalecencia, en la que afortunadamente se vio privado de la lectura de sus amados libros de caballería.
Para concretar y llevarnos por caminos de discernimiento, nada mejor que la Sagrada Escritura. Toda ella, también el Antiguo Testamento con esos libros que la escuela histórico-crítica quiso reducir a la categoría de bellos mitos literarios. Entre esos relatos está el de la Creación, que no por casualidad la liturgia reserva para la noche del Sábado Santo. Es ese texto el elegido por el sacerdote y escritor italiano Fabio Rosini, para llevar al lector, cristiano y no tan cristiano, por caminos en los que se ve interpelado por la Escritura y el sentido común, enriquecido por el trato del autor con jóvenes o por su papel de excelente comunicador a través de la RAI y Radio Vaticano.
El arte de recomenzar. Los seis días de la Creación y el inicio del discernimiento (ed. Rialp) nos hace sentir que la palabra del Génesis es una palabra viva, y no un conjunto de hermosas imágenes. No nos revela cosas nuevas, sino que pretende que tomemos conciencia de que siempre quedan muchas más cosas por reconocer que por conocer. Si no somos conscientes de ello, es porque nos han educado, y siguen educando a nuestros hijos casi siempre ante una pantalla, en que el ser humano tiene que ser por completo autosuficiente y que no hay que mirar atrás porque todo está superado en ese camino hacia la cumbre o… hacia la nada. El libro de Rosini es a la vez un libro de paradojas, tan amadas por Chesterton, que alguna vez es citado en sus páginas. Nos invita a amar al hermano caos, porque el mundo es caótico y lo seguirá siendo. Querer organizar y controlar todo escapa de nuestras manos. Se diría que ese supuesto caos pertenece a un orden tan alto que no podemos vislumbrar. Aceptar el caos, las cosas como son y no como queremos que sean, es de un realismo que no todos pueden entender.
El adecuarse al principio de realidad es un consejo de los buenos psicólogos. Esto supone, según el autor, que hay que optar por las prioridades, y no concebir la vida como una serie de emergencias. Ese tipo de vida solo puede producir angustia. Pero mucha gente no entiende lo de las prioridades, y sobre este particular Rosini proporciona una expresiva lista: curas que no rezan, padres que no cuidan, maridos que no cortejan, estudiantes que no estudian, mamás que no miman, ancianos sin sabiduría… Unas pocas pinceladas retratan a nuestra sociedad posmoderna. Cuando uno acepta el principio de realidad, acepta además la existencia de unos límites, que un arraigado individualismo nos invita de continuo a traspasar. Está claro que el individualismo es aficionado a las ensoñaciones y no se da cuenta de que la mejor vida para ser vivida, es la nuestra. Si no lo pensamos así, pasaremos el tiempo buscando lo que no existe, y si no existe, no lo vamos a encontrar.
Con todo, para un cristiano es crucial la labor del Espíritu Santo, tan olvidado y desconocido para muchos creyentes. Rosini contrapone sus inspiraciones a las sugestiones. Las primeras son sencillas, pacíficas y tranquilas. Proceden del buen Espíritu. En cambio, las sugestiones irrumpen con violencia y no siembran la paz en el alma. En cualquier caso, no debemos olvidar que la vida del cristiano no es un camino fácil, en el que todo saldría redondo si nos atenemos a determinadas reglas al estilo de un manual de autoayuda. Por el contrario, el autor recomienda la sabiduría de dejarse trabajar por las cosas, es decir por las contradicciones e incluso las humillaciones. La única forma de entender lo que nos pasa es que estamos en manos de un Dios que es Padre.
El arte de recomenzar es un libro que nos recuerda que estamos elegidos para la gloria. Pero no se trata de una gloria incierta, tan efímera como el sol de una mañana de abril, según decía Shakespeare, sino que pretende subrayar que nuestra gloria será mayor cuando más cerca estemos de Dios. No hay gloria en alejarse de Él, ni de los demás, pues a diferencia de lo que opinaba Sartre, el paraíso son los demás. Si no me abro a nadie, no soy nadie.