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La Cuaresma va alcanzando su punto final cuando nos adentramos en los días más especiales del Año Líturgico. La cúspide llegará próximo el domingo 31 de marzo, con la Pascua. Hoy es Domingo de Ramos. En él se vive que, después de vivir durante cuarenta días de preparación nos adentramos en los Misterios Centrales de nuestra Fe, que comenzaron este día con la Solemne Entrada de Cristo en Jerusalén.
Los cuatro evangelistas cuentan que cuando subía a Jerusalén a la Fiesta, al llegar a Betfagé, cerca del Monte de los Olivos, Cristo envió a dos de sus discípulos a un lugar donde encontrarían un pollino que nadie lo había montado todavía, que deberían traerle. También les añadió que si alguien se lo reprochaba les dijesen que era para el Señor y que lo devolvería pronto. Entonces se lo permitieron los amos. Jesús montó en él y entró en Jerusalén.
Y mientras subía la gente empezó a alfombrar las calles y aclamar con ramos al Hijo de David. Muchos de los que subían con Él empezaron también a alabar al que viene en Nombre del Señor. De esta manera se cumple la Profecía de Zacarías en el Antiguo Testamento donde pide a Jerusalén que cante porque viene a ella su Rey justo y victorioso montado en un asno, en un pollino de borrica. Las autoridades y el Sanedrín empiezan a amotinarse y a pedirle cínicamente al Maestro que reprenda a las gentes.
Él les respnde que si ellos callan las piedras gritarán en su lugar. En esta jornada también entra en escena la Iglesia de Jerusalén por lo que se proclama el Evangelio de la Entrada Triunfal. Por otro lado la Iglesia de Roma vive este Día dentro de la Cruz y hace que se proclame la Pasión según San Marcos, Evangelio del Ciclo C. El Domingo de Ramos prefigura la Victoria definitiva, pero es el primer paso para el Calvario.