SANTORAL 3 OCT
Francisco de Borja: un santo español al servicio de un Señor que no muere
Francisco de Borja se prometió que no serviría a señores que muriesen. Por ello, decidió entregar su vida al único que no lo hizo: Jesús.
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La Santidad es el adorno de tu casa y, en España, estas palabras del Salmo se han cumplido en muchas vidas. Una de ellas es la de Francisco de Borja. No es que el lugar donde nació fuese humilde. No tanto por Gandía (Valencia) en el año 1510, si no más bien por el ambiente noble donde vino al mundo. La más fina aristocracia le rodeaba por doquier. Era hijo de nobles y todo el mundo le trataba con exquisita delicadeza. La educación que recibía tenía sentido religioso, pero estaba mezclada con las enseñanzas de la vida caballeresca, que eran atrayentes para todos.
Carlos V había oído hablar de él, a través de sus colaboradores. Era la persona idónea para entrar en el palacio y desempeñar algunos servicios. Lo haría bien. Seguro. Y no falló en su ojo clínico. Francisco destacaba por su actitud de servicio y su habilidad ante las dificultades sociales, políticas y culturales. Pero llegó el momento de entrar en una órbita más arriba.
La ocasión se presenta cuando muere de forma inesperada la emperatriz Isabel. Debe ser llevada a Granada donde recibiría sepultura. Su juventud supuso un impacto en todos y también en Francisco. Cuando tuvo que ver a la reina en el féretro, descubrió lo que es la muerte y eso cambió su vida. Cuando vio que el cadáver de la emperatriz estaba desfigurado en el proceso natural de la corrupción, exclamó: “Jamás volveré a servir a señores que se me puedan morir”.
Desde ese momento busca su misión y entra en contacto con el jesuita Fabro. Le interesa e ilusiona el carisma de Ignacio de Loyola. De hecho ingresa en él a la muerte de su esposa. Ahora las empresas son espirituales. Y llegará lejos revitalizando la vida de la Iglesia hasta su muerte ocurrida en 1572.