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El mandato del Señor de ir y predicar el Evangelio da su fruto en nuevos discípulos que se adhieren en la Pascua. Hoy celebramos a San Marcos, que se une al grupo de los que el Señor agregaba para la Salvación. Juan, de sobrenombre Marcos, es oriundo de Jerusalén. El Libro de los Hechos de los Apóstoles es el que nos da noticias de él y nos le presenta acompañando a Pablo en sus viajes a Antioquia y a Roma.
Posteriormente se separaría de ellos, regresando a Perga. Después de un tiempo de ruptura, vuelve a acompañar al Apóstol de los gentiles en sus viajes misioneros. Discípulo de San Pedro, es el autor del segundo Evangelio Canónico, el primero de los que se escribió. Ya el Profeta Ezequiel, en su Libro del Antiguo Testamento, habla en una de las visiones de cuatro seres alados en forma de buey, león, hombre y ángel.
En ellos se ha visto el símbolo de cada uno de los cuatro evangelistas y, concretamente, el león es la simbología propia de Marcos puesto que en su Evangelio comienza situando a Cristo, Hijo de Dios, en el desierto, entre las bestias y alimañas, cuando va a ser tentado por el maligno antes de iniciar su Vida Pública. También el Libro del Apocalipsis, en el Nuevo Testamento, recoge el símbolo de los cuatro evangelistas.
Pedro, en sus Cartas del Nuevo Testamento, le denominará como su “hijo” al que engendró en la Fe del Señor Jesús. Él de los que oye al pescador lo pone por escrito de forma literal, y surge el Evangelio. Su obra evangelizadora establece la Iglesia en Alejandría, fundando la famosa escuela cristiana. Como los discípulos de la Primitiva Comunidad Cristiana, San Marcos muere mártir en torno al año 68, al confesar su celo por el Reino de Dios y su Justicia.