San Nicéforo, defensor del culto a Dios en las imágenes

Redacción Religión

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Cristo recuerda a Pedro en Getsemaní que Satanás ha pedido cribarle como se criba el trigo. Sin embargo, el Maestro ha rogado para que su Fe no desfallezca. Al mismo tiempo le ha pedido que cuando la recobre confirme en ella a los hermanos. Hoy celebramos a San Nicéforo, que llevó a cabo este papel de sentar la Fe cuando corría el peligro de desvirtuarse. Nace en Constantinopla en torno al año 790.

Recibió desde la infancia una educación religiosa y humana, de la que se ocupó su madre al morir el padre. Nombrado Secretario General de la Corte, participa en el II Concilio de Nicea. Pronto querrá huir del mundanal ruido para llevar una vida de contemplación desde la soledad y la más estricta contemplación. En Bósforo, encontrará ese lugar, pero no por mucho tiempo porque le vuelven a llamar al palacio.

Y es que todo el mundo habla de su bondad, que también plasmará su nueva etapa en la nobleza. Precisamente, entre sus tareas está la atención al hospital de Bizancio, donde mostrará su faceta más caritativa con todos los necesitados. A la muerte de Tarasio, es designado para ocupar la Sede Episcopal Constantinopolitana. Pero su ministerio tendrá muchas pruebas. Es el caso de los iconoclastas que rechazan el culto a las imágenes.

Lo justifican diciendo que no es una manera de llegar a Dios. Y ante los diversos problemas planteados por algunos nobles y gentes de la realeza, ha de sentar la autoridad de la Iglesia. Enfermo y debilitado, muere el año 829 en el Monasterio de Bósforo que él había construido tiempo atrás. Una vez repuesta su memoria, las reliquias de San Nicéforo se trasladan a la Basílica de los Santos Apóstoles de Bizancio.

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