San Nicolás de Flüe, contemplativo de la Pascua

Redacción Religión

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La Muerte y Resurrección del Señor viene a restaurar la paz que habíamos perdido a causa del pecado. No en vano, dice Él mismo en las Bienaventuranzas que los que luchan por la paz serán llamados hijos de Dios. Este jueves de la V Semana de Cuaresma el Santoral nos presenta a San Nicolás de Flüe, hombre de paz. Suiza vería nacer a este hombre en el año 1417, un año en el que se ponía fin al cisma de Occidente.

La situación vino al elegir Pontífice a Martín V en el Concilio de Constanza. Hijo de una familia de labradores, las tareas del campo no le apartan de la oración y la práctica del ayuno, algo que practicará cuatro veces por semana. Fruto de su matrimonio nacen tres hijos, dos de los cuales tendrán grandes puestos en la sociedad. En la segunda mitad de su vida, surgen muchas dificultades y contrariedades.

Dios que siempre escribe recto con renglones torcidos se manifestará en ellos. Tras obtener el permiso de su familia, marcha a un lugar solitario para meditar sobre los misterios de la Pasión y Muerte del Señor. Su fama corre por todos los lugares y el propio Obispo le visita, bendiciéndole su humilde celda, con una ventana cercana a una Iglesia en la que podrá participar y seguir siempre la Santa Misa.

Metido en ayuno rigurosísimo por espacio de dos décadas, rechaza algunos cargos que le proponían a nivel político. Él solamente busca la voluntad de Dios, que no le lleva por esos derroteros. Pronto le sobreviene una dura enfermedad que asume con paciencia y alegría cristiana. Así le llega el momento de ir a la Casa del Padre en el año 1497. San Nicolás de Flüe fue un verdadero ejemplo de santidad y pacificación en los ambientes que le tocó estar.

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