SANTORAL 19 OCT
San Pedro de Alcántara: Cristo le pidió vivir la pobreza y él lo hizo con radicalidad
Pedro venía de una familia acomodada y piadosa. Estudió en Salamanca y allí vio por quién dejarlo todo: por Jesús. Pero tuvo que aprender.
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El Santo de hoy es un español muy vinculado a Santa Teresa de Jesús. Tanto, que fue su guía espiritual en la Reforma del Carmelo. San Pedro de Alcántara nace en la localidad malagueña que lleva en su apellido. De familia noble y de clase alta, sus padres supieron conjugar el ser creyentes con administrar bien su buena posición para no ser de esos ricos que se afanan a las riquezas y que se cierran el camino al Reino de los Cielos.
Lo mejor es que su hijo Pedro tenga una buena formación y Salamanca goza de buena fama por aquel entonces. Con ese deseo, sus padres deciden enviarlo allí. Realmente estudió, pero también conocería el carisma franciscano. La curiosidad le pica, un pequeño interés sin importancia, hasta que se siente llamado a las filas de San Francisco de Asís. Tal fue su celo por vivir la Fe, que eligió de los conventos más estrictos y así le fue.
Sus hermanos de orden le recriminaban sus despiste y sus fallos se los afeaban. A Pedro no le importaban las reprimendas, porque de esa manera él se ponía en manos de Dios. Tampoco se lo pusieron fácil. Los oficios muchas veces menos apetecibles los tuvo él. Fue cocinero, protero o el que barría y hacía las faenas de la casa. Aunque parecía que esto le haría daño, fue todo lo contrario. De hecho, él mismo asegura que entró más en la radicalidad de la pobreza de Cristo según el Evangelio.
Esa era una cruz, con minúsucla, que le había tocado. Sin embargo, a medida que se fue haciendo mayor adquirió más autoridad y respeto. Su dulzura le hacía ser querido por todos. Cuando llegó el momento de elegir superiores en el convento, nadie vaciló. Todos sin vacilar pidieron a Pedro. No se había dado cuenta, pero era el momento de fundar una rama de los seguidores de San Francisco. Estos serían los Hermanos de la Estricta observancia.
Casualmente, un franciscano conoce a una carmelita muy espontánea. No es otra que Santa Teresa. Él encuentra que la monja andariega no es una iluminada sino una mujer consagrada a Cristo y que de iluminismos no tenía nada. Le animó a seguir en la reforma del Carmelo y su autoridad le hizo valedor para que el Santo Oficio se olvidase de la Santa de Ávila. Pedro de Alcántara muere en 1562.