Santa Beatriz de Silva, mujer de la Virgen Inmaculada

Los Caminos del Señor en las personas permiten que muchas veces tengan turbulencias y que de esos males salgan bienes para la persona y para el resto de la humanidad, especialmente los que le rodean. Incluidos los que te hacen daño. Hoy celebramos a Santa Beatriz de Silva, con una trayectoria de fe probada por calumnias e incomprensiones. Oriunda de Portugal, su padre había luchado en el siglo XV en la conquista de Ceuta.

Lo había hecho a las órdenes del capitán Meneses, casándose con su hija. Fruto de este matrimonio, nacerán once hijos, siendo canonizados dos de ellos, Beatriz y Amadeo. Posteriormente el rey Don Juan I ofreció a su padre la Alcaldía de Campomayor, ciudad fronteriza dentro de los límites de España y Portugal. En ese lugar los once hermanos recibieron la más esmerada educación para la Fe y la vida.

Cuando el monarca se traslada con la corte a Tordesillas, en Valladolid, las envidias de la reina, llevan a Beatriz a sufrir un encierro en un baúl del que se verá liberada milagrosamente por la Virgen a los tres días. Ella da gracias y se prepará para nuevos Planes de la Providencia. Así llegará al Convento de Santo Domingo el Real en Toledo, donde vive en la más absoluta soledad, buscando el olvido, hasta que funda con un grupo de doce compañeras que le siguen, la Orden de la Inmaculada Concepción.

Las Concepcionistas Franciscanas -como popularmente se les conoce- fueron aprobadas por el Papa Inocencio VIII, en la Bula “Inter Universa” en el año 1489. Poco tiempo pudo dirigirla como Superiora ya que Santa Beatriz de Silva muere después de haber tenido una revelación de la Reina de los Cielos. Su obra se extendió por toda Europa y América, contando con más de 150 Monasterios cuando fue canonizada por el Papa San Pablo VI en el año 1976.