La Visitación de la Virgen, Custodia del Señor

La vida de Fe siempre es un encuentro de los hombres con Dios. La Virgen ha sido artífice de ese encuentro muchas veces. En este último día del mes de mayo, dedicado a María, cerramos con una Fiesta Mariana: La Visitación. Se trata de la gran expresión de María que acerca a los hombres a Dios. Es San Lucas el que nos narra en el Evangelio cómo María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, entrando en casa de Zacarías, donde saludó a su prima Isabel.

¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el Fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, saltó la criatura en mi vientre. Mi alma engrandece al Señor. Se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador. Porque ha mirado mi humildad. El Poderoso ha hecho obras grandes por mí. Su Nombre es Santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.

Él dispersa a los soberbios de corazón y engrandece a los humildes. Se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de Abrahán y su descendencia para siempre. Culmina el Psaje señalando que María se quedó con Isabel unos tres meses y luego se volvió a casa. Los tres meses equivale al tiempo que le faltaba a Isabel para alumbrar al Bautista. La festividad se remonta en su origen al año 1263 cuando el General de la Orden Franciscana, San Buenaventura, la introdujo el 31 de mayo.

Urbano VI la extendió a toda la Iglesia el 2 de julio. Era la manera de poner una festividad aceptada también por los ortodoxos y poner fin al cisma entre Oriente y Occidente. Con el tiempo se trasladó al último sábado de mayo. Desde la reforma del Concilio se puso el 31 de mayo para culminar el mes de la Virgen. Se quitó de julio para hacer lo más acorde con la cronología de Lucas y que este Misterio fuese antes de nacer el Precursor.