Madrid - Publicado el
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Durante los momentos de la persecución hasta el año 313, los cristianos vivieron intensamente el amor a Dios cuando sufrían el martirio. Poner el dedo en la llaga. Hoy precisamente nos vamos a los primitivos tiempos de la Iglesia con el Papa San Clemente I. La Comunidad de Corinto había dado grandes motivos de alegría por su florecimiento, fruto de la predicación del Apóstol San Pablo.
Pero de la misma forma tuvo sus sombras contra las que el propio Saulo tuvo que reaccionar. En sus Cartas el Apóstol tiene que poner el dedo en la llaga. Posteriormente habría más dificultades a las que hubo de enfrentarse Clemente I. El Pontífice envió una carta excelente por mediación de Claudio Efebo, Valerio y Fortunato.
En ella propone, la caridad fraterna como el único remedio para salvar las divisiones y poder alcanzar la unidad entre todos. Su Papado al frente de la Iglesia duró diez años y es el tercer sucesor de Pedro después de Lino y Cleto. Su nombre también se halla incluido en el Canon Romano y aparece en algunos calendarios.
Emparentado según las actas con los nobles del Imperio, no faltan aquellos que aseguran que procede de familia pagana convertida al cristianismo. Lo cierto es que conoce perfectamente las Sagradas Escrituras y que posee un gran espíritu de oración. San Clemente muere mártir el siglo I. Los hechos recuerdan que cuando se recrudece la persecución le piden las autoridades un sacrificio a los dioses.
Él se niega. Entonces le arrojan atado con un ancla al mar con la intención de ajusticiarle y, que una vez muerto, no se encontrase su cuerpo. Sus reliquias contra todo pronóstico aparecieron milagrosamente en la orilla. Advertidos los cristianos, pusieron al tanto a San Cirilo y San Metodio que llevaron los restos de San Clemente a Roma.