Madrid - Publicado el - Actualizado
1 min lectura
Los Santos siempre han seguido los pasos del Espíritu para acercarse allí donde fuese más necesaria su labor de apostolado. Hoy nos encontramos en el calendario, cerrando el mes de enero, a San Juan Bosco. De origen italiano, nace en Turín, junto a Castellnuovo, en el año 1815. Dentro de una niñez dura, vive durante mucho tiempo con una tía que asistía en casa de unos sacerdotes.
Así descubre su vocación, ingresando en el Seminario hasta ordenarse presbítero. Creyendo ser llamado a las misiones, San José Cafasso, sacerdote al que la Providencia puso en el camino de Juan, le hizo ver que su apostolado estaba en los barrios más necesitados, poniéndole en contacto con ellos.
Pronto Don Bosco advertiría la miseria de los jóvenes y adolescentes, comprendiendo que el Señor le impulsaba a dedicarse especialmente a ellos. La incultura que sufrían, así como la mala costumbre de robar y hacer daño que habían adquirido, hace que trate de instruirles en la educación espiritual y humana.
Es entonces cuando se fragua un nuevo camino de santificación que Cristo iba a abrir en la Iglesia a través de él: los salesianos. El carisma de esta Congregación, trataría de trabajar desde la formación en la Fe y la vida de tantos chicos que andan sin rumbo, como ovejas sin pastor.
El nombre se lo dio por la devoción que tenía él a San Francisco de Sales. No faltaron incomprensiones ante la caridad que mostraba él con tantos jóvenes incluso camino del ajusticiamiento.
Ante tantos problemas que agobian a la Iglesia de entonces, él ofrece luz para resolverlos desde sus escritos y cartas. San Juan Bosco muere en el año 1888. Su obra educadora se ha extendido por todo el mundo.