Madrid - Publicado el
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Los Santos llevan siempre en su corazón el Amor de Dios impreso. Sobre todo cuando les toca hacer el bien a los demás desprendidos de todo apego a riquezas humanas. Hoy hacemos memoria de Santa Ángela de la Cruz. Ella sintió como si el Señor le hubiese impregnado de forma especial la caridad en el tránsito del siglo XIX al XX.
Nacida en Sevilla en el año 1846, su familia es de origen pobre y humilde. El ambiente religioso siempre rodeó a aquel hogar modesto. Durante su juventud, Ángela trabajó en una zapatería, situación que compaginaba con la atención a los pobres y necesitados, siguiendo el Modelo de Cristo en el Evangelio.
De esto se serviría el Señor para encauzarle a la tarea que iba a desempeñar en la Iglesia. Y es que cuando tuvo por confesor al Padre Torres, ella hizo propósito de entrar en la vida religiosa. Sin embargo el guía espiritual le ayudó a descubrir los designios de la Providencia, que le llevaba a fundar un nuevo carisma: Las Hermanas de la Cruz.
Su cometido fundamental era precisamente la asistencia los más necesitados, siguiendo la idea que Ángela había desempeñado hasta ese momento con grandes frutos. A ello se unía la austeridad que tenían, como la fundadora en su origen. También asumieron muchos rasgos del espíritu franciscano, en su camino de perfección.
La manera de vivir la Congregación la pobreza, castidad y obediencia siempre impregnaron su espíritu de caridad. Santa Ángela de la Cruz muere el año 1932 en la propia capital hispalense, dejando escritos de gran profundidad. El Papa San Juan Juan Pablo II la beatificó durante su visita a España en 1982 y la canonizó en Madrid el año 2003, durante su último viaje.